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—Aléjate de mi hijo —amenazó el Alfa, cogiendo la mano del castañito que tenía los ojitos cristalizados—. No permitiré que le pongas un dedo encima.

El castaño sonrió con picardía, viendo ahora a su hijo, el pequeño pelinegro se mantenía atento a Chanhee, que lloraba a mares al lado de Chan.

—Ese niño no es tuyo —habló fuerte y claro, Chan no se intimidó ni un poco, solo echó atrás al pequeño—. Tú no quieres a ese niño, porque no es tu hijo, no es tu sangre, es un bastardo que por errores de su padre vino al mundo.

—Te atreves a seguir y te aseguro que no saldrás de aquí vivo —amenazó el menor, su rostro coloreado por la rabia y varias venas remarcándose en sus manos y cuello. Era su hijo, lo protegería al igual que a su esposo—. ¿Cuál es el odio que tienes contra mi familia?

—¿No te ha contado tu bello Omega? —cuestionó juguetón posando una mano en su mentón—. Ese malnacido me golpeó por decir la verdad. Puede que le duela aceptar que ese niño que está detrás de ti es fruto de un error que tú tienes que cargar —suspiró negando y luego riendo levemente—. Antes de que se retirara del trabajo, me acerqué a él porque estaba en celo, fue sorprendente ver a un Omega en celo, es maravilloso como se mueve en la cama —carcajeó, pero no le duró mucho, el puño cerrado del menor se impactó con tanta fuerza en la mejilla del castaño que lo mandó bastante lejos.

—¡Papá! —su pequeño corrió a atenderle, pero recibió un empujón bastante fuerte para un pequeño de cuatro años.

—¿Quieres pelea, engendro mal creado?

(...)

La pelinegra se acodó junto al mayor, disfrutando del aroma que su padre le proporcionaba antes de dormir, amaba dormir y más si era con su padre. Félix al principio se asuntó por las horas que su pequeña bebé dormía, incluso la levantaba para comer y bañarla.

Ahora con casi dos añitos, era una niña muy energética cuando se levantaba, pero muy perezosa cuando ya era de tarde.

Félix la dejó durmiendo en la habitación y pasó al salón, donde él se acurrucó entre las mantas y cogió su teléfono.

Revisó sus redes sociales sin muchas ganas, bostezó muchas otras veces y finalmente cuando había decidido dejar el móvil y dormir un poco, el timbre de su casa sonó. Y él salió corriendo pues su pequeño tesoro duerme y no le quiere tener malhumorada lo que queda de tarde.

Abrió la puerta sin pensarlo, pero le bastaron cinco segundos para ver a la otra persona y cerrar la puerta con fuerza.

—Félix —se oyó fuera y Félix se apoyó en la puerta, cerrando los ojos para no dejar salir ninguna lágrima—. Félix... quiero hablar contigo.

—Qué lástima, no me apetece ahora ni nunca. Lárgate de aquí y no vuelvas. ¿Quién te dio mi dirección, acosador?

—Félix, necesitamos hablar... Yuqi sabe quién soy y sé que te ha hablado de mí...

—Que te vayas, no vas a verla nunca más, Changbin —suspiró poniéndole seguro a la puerta y se dirigió a su habitación, donde una cabecita azabache sobresalía de las mantas, sus labios rechonchos estaban fruncidos, al igual que su entrecejo.

—Papá —murmuró y cuando Félix se acostó con ella, la pequeña salió de la cama.

—Yuqi, vuelve aquí —amenazó Félix saliendo detrás de ella. La encontró en la puerta de la entrada, viendo la puerta con un puchero, se giró y la apuntó.

—Papá —renegó pataleando.

—Yuqi —dijo Changbin bajito y la misma volvió a patalear.

—No —declaró el rubio—. Vete a tu habitación, Yuqi

—No —dijo ella cruzándose de brazos—. Papá.

—Que no.

—Félix... —el pelinegro se apoyó en la puerta—. Déjame hablar con ella.

—Que no a ti también, Yuqi a tu habitación, no lo repito más veces.

La menor ahora se puso seria, sentándose a un lado de la puerta, ¿por qué era tan terca? Se parece más a Changbin que a Félix.

—Papá —volvió a decir, esta vez casi suplicando—. Quiero ver a papá.


(...)

El menor se cruzó de brazos, Jeongin le vio furioso, pero él ni se movió, estaba molesto él también así que de nada servía que el pelirrojo estuviera como el diablo porque él lo supera.

Ambos niños estaban totalmente dormidos, después de una larga caminata hasta la comisaría y unas cuantas horas con el menor de lo dos en una celda sin comunicación, salieron de allí bastante tarde.

—¿Y bien? —comenzó el más bajo, Chan presionó su lengua contra su mejilla, celoso y molesto porque tras escuchar aquellas palabras que Hyunjin soltó con veneno, él había estado dándole vueltas y quería confirmar o desechar esa idea de su cabeza.

—Eso te lo tendría que preguntar yo, Jeongin —el mayor alzó una ceja, viendo que esto iba muy en serio ya que no hubieron honoríficos y ni siquiera un apodo, así que se relamió los labios.

—Yo he estado muy bien, Chan, hasta que me llamaron diciendo que mi querido esposo se había peleado justo en la entrada de su trabajo —soltó sin despegar la mirada del menor, que soltó un gruñido haciendo que Jeongin pasara saliva.

—¿Sabes acaso por qué le pegué? —se defendió apretando sus puños a sus lados, el Omega lo observó por algunos segundos, enfadándose un poco más ya que Chan estaba intentado intimidarlo o hacerle saber que él mandaba y no, Jeongin no se posicionaría tan bajo.

—¿Me vienes con una excusa de niños? —cuestionó, el menor dio un paso a delante, Jeongin no se movió—. No te atrevas a hacerme algo, el que saldrá de aquí mal serás tú no yo, Bang.

—¿Cuándo pensabas decirme que te revolcaste con Hyunjin? —preguntó alzando la cabeza, haciéndole saber al Omega que estaba por encima, tal vez su lobo esté tan molesto como él al saber que otro Alfa tocó a su Omega, pero se está pasando.

—¿Tanto te provocaron sus palabras? —cuestionó, soltando su aroma agrio—. Sí, me acosté con él, en ese entonces no te conocía, no puedes recriminarme nada y menos pensar que yo me voy a disculpar contigo. Lo estás haciendo mal, Chan. Yo pensé que te había quedado claro que no me gusta que te pongas por delante por el mero hecho de ser un Alfa.

—¿No te vas a disculpar con tu esposo? —retó el azabache.

—¿Por qué debería?

—Porque eres mi Omega.

—Y tú eres mi Alfa, ¿tenemos un contrato o algo que diga que yo tengo que obedecerte?

—Tienes una puta marca en tu cuello, hecha por mí y renovada por mi cada que yo quiera.

—Te equivocas —empujó levemente al menor cuando este se acercó—. Me parece bien que te hagas el machito para defender a nuestro cachorro, pero ahora te estás pasando de la raya con las estupideces que estás soltando.

—Como mi Omega, tienes el deber de hacerme caso. Eres mío —ahora rompió el espacio que los separaba, cogiendo entre sus brazos al más pequeño que se removió al instante, dando inútiles golpes y patadas que hicieron molestar más al Alfa—. Quédate quieto —el cuerpo del mayor tembló, su garganta se cerró sin poder decir nada, se paralizó—. Solo eres un Omega, Jeongin.

 Solo eres un Omega, Jeongin

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To rent¹ ☘ ChanInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora