La llegada

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Desde la ventana del jet ya se podía ver Roma. Sabía que este era un nuevo comienzo.
Absorta en mis pensamientos no advertí la presencia de mi padre a mi lado. El siempre mostraba su lado imponente, desafiante, su lado llamado Alexander Miller. Para mí era simplemente Alex , mi padre. Reaccioné a su presencia e inmediatamente me di cuenta de que pretendía decirme algo.
- Cariño quisiera comentarte un tema muy importante - advertí una mota de seriedad en su cara . La misma que usa cuando quiere tratar temas serios.
- Dime papá...
- En el instituto Vittorio Emmanuelle estudiarán contigo dos chicos de dos familias muy importantes con las que he venido precisamente a hacer negocios. No te pediría esto si no fuera realmente importante... El tema es que necesitamos estrechar lazos con ambas familias. Por lo tanto me gustaría que mantuvieras una buena relación con ambos chicos
Asentí ligeramente con la cabeza.
- Tranquilo papá todo estará bien.
El me miró con notable tranquilidad y luego me preguntó con una sonrisa pícara. A partir de aquí ya sabía yo por dónde iría la conversación.
- Entonces vamos al tema que nos interesa mucho a ambos - hizo una pausa y a continuación soltó lo que llevaba días esperando... - Dime las marcas y los modelos.
No pude evitar que se me notara el entuciasmo tanto en la cara como en la voz.
- Yamaha YZF-R1M y Bugatti Veyron Super Sport .
Asintió serio y luego estalló en una carcajada.
- ¡Qué orgulloso estoy de que mi niña tenga buen gusto como su padre!
De pronto apareció mi madre. Por cierto cabe decir que Elizabeth Miller es la mujer más bella y elegante que se halla visto.
Con una ligera pisca de enfado que tanto papá como yo sabíamos que era figinda dijo
- Ya estás otra vez insistiendo en que la niña sea una marimacho que maneja moto y autos de carrera. Ya te he dicho que una mujer debe ser delicada y elegante.
- Cariño deja que Sam maneje todo lo que se le venga en ganas. Además te tengo preparado un Masseratti que te va a encantar.
- Ummm , ya veremos
Y todos estallamos en una sonora carcajada por el fallido intento de mi madre de ponerse seria.
PD: Normalmente le costaba mucho enfadarse pero no le busquemos las cosquillas. Que se pone de temer
Y así transcurrió el tiempo que quedaba de viaje hasta que por fin aterrizamos en la pista privada de mi padre.
Allí nos esperaba un chófer de traje negro (como todos los hombres que trabajaban para mí padre) en una limosina igualmente negra.
El camino hacia nuestra nueva casa fue relativamente corto porque quedaba en el centro de la ciudad. En un lugar al que le llamaba la Piazza Fontana de Trevi por una fuente que allí había.
Era una mansión bellísima. En mi opinión mucho más que la que teníamos en Los Ángeles. Era blanca completamente y gozaba de un jardín precioso a la par que inmenso e impresionante. El piso era de mármol pulido y las paredes de tonos claros y finos. Lo que se dice una casa de reyes.
Pero vamos a lo que nos interesa: mi habitación.
Se encontraba en el segundo piso justo al lado de la de mis padres. Estaba todo exactamente como yo lo había pedido. La paredes de un color azul cielo con las cortinas y las sábanas a juego. Una cama enorme pegada a la ventana, un escritorio frente a esta y al lado un librero enorme con todos los libros que había pedido.
Lo demás era mesitas de noche, y tocador. Había dos puertas una correspondiente al cuarto de baño y la otra al clóset. Este por supuesto era inmenso, no tenía tantas cosas pero ya se encargaría una de las tarjetas de mi padre de llenarlo.
Lo primero que hice fue observarlo todo detalladamente y luego me tiré encima de la cama. Estaba segura de que esa casa y yo seríamos muy buenas amigas.
***
Esa noche en la cena mis padres estaban charlando pero yo no estaba prestando mucha atención. Estaba absorta en mis pensamientos.
Al parecer mi mamá se dio cuenta y con una sonrisa de oreja a oreja que permitía ver su perfectos dientes me dijo
- ¿Estás nerviosa por empezar en el nuevo instituto cariño?
- Más o menos. En realidad estoy nerviosa por tener que dar las materias en italiano.
- Tranquila Sam que tú dominas perfectamente el idioma - respondió mi papá.
Asentí levemente y seguí comiendo. En realidad tenía razón se me daba muy bien el italiano y también el francés y el alemán. Además del inglés y el español claro que son mis lenguas maternas ya que nací en Estados Unidos.
De esta forma la velada transcurrió tranquila. Claro está que mañana sería el día difícil.


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