Miedo

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                          Samantha
Es domingo, son las seis y treinta de la mañana y dado que no paraba de dar vueltas en la cama decidí ponerme ropa de deporte y salir a correr. El tiempo era frío ya que estábamos en noviembre y no faltaba mucho para el invierno. Tenía Flower a todo volumen en los auriculares, lo que seguramente me dejaría con problemas auditivos, pero era la única forma de mantener la mente clara. La imagen de la ciudad eterna aún dormida resultaba reconfortante. Cada calle, cada edificio, cada casa contenía una historia y yo estaba comenzando a vivir la mía, aunque no pintaba nada bien.
No había podido dormir ni un solo segundo en toda la noche dándole vueltas a todo lo ocurrido, cuando pienso que tengo porfin las ideas en orden, siempre ocurre algo que me desestabiliza por completo.
El problema seguía siendo el mismo. No podía decidirme entre el Lombardi y el Gabbana. Ellos tampoco me ayudaban mucho a tomar una decisión.
Mientras corría el tiempo paso tan de prisa que cuando revisé el reloj de pulsera que llevaba, eran las 7:15. Así que decidí regresar.
Solo me faltaban dos cuadras para llegar , así que reduje la velocidad hasta que solo fui caminando. Por el esfuerzo del ejercicio tuve que parar en una esquina muy cerca de mi casa y tomar un poco de aire para seguir mi recorrido.
Con la respiración aún acelerada, me quité los auriculares y me dispuse a caminar nuevamente. Pero eso no llegó a ocurrir. De pronto sentí como alguien me sujetaba desde atrás, una de sus manos cubriéndome la boca para evitar que gritara y la otra alrededor de mi cuello. Sentía como me llevaba consigo hacia un árbol que allí había y que no nos permitía ser vistos por ningún transeúnte. El miedo se apoderaba de mi  de manera rápida y desgarradora. En ese momento supe que las clases de defensa personal no habían servido para nada. Simplemente estaba paralizada, incapaz de mover un solo músculo.
Aún sin soltarme de su agarre se acerco a mi apresado cuello. Desprendía un olor a perfume masculino, su aliento rozaba mi nuca y hacía que los pelos se me pusieran de punta. Por supuesto en cualquier caso sería imposible que pudiera verle la cara, ya que podía sentir la áspera tela que cubría su rostro.

- Hola bonita - esa voz ruda, con un marcado asento alemán jamás saldría de mi memoria - Te traigo un mensaje para tu padre y sus amiguitos

- ¿ Qué quieres ? - de mi boca solo salió un murmullo poco audible

- Diles que no nos molesten más o habrán consecuencias - esta vez habló despacio y con calma como si fuera consciente de que me tenía totalmente sometida

De la nada me soltó. Porfin pude respirar ya que no tenía su mano oprimiendo mi tráquea. Cuando voltee a ver ya había desparecido y de la nada dos lágrima brotaron de mis ojos.
Recorrí el pequeño tramo que me quedaba corriendo como alma que lleva el diablo. Al llegar apenas podía introducir la llave en la puerta y cuando lo logré entre precipitadamente. Mi familia estaba en el comedor ya que podía oír sus voces. Cuando ya estuve allí solo pude apoyarme en la pared y dejar que mis lágrimas calleran libremente.
Mi padre y mi hermano me miraron con los ojos abiertos como platos, sorprendidos y mi madre se levantó de inmediato de la mesa y fue hacia donde yo me encontraba. Me preguntó miles de veces que me sucedía hasta que pude contarles todo lo ocurrido y lo que me dijo aquel hombre
Ella se encontraba incluso más asustada que yo. Mi padre se puso completamente tenso y compartió una mirada algo extraña con Sebastián.
Después de eso mi madre me llevó a mi habitación y me ayudó a ponerme una ropa cómoda y meterme en la cama. Logré quedarme dormida un tiempo después pero aún en mis sueños podía sentir las manos del alemán.

Buscando Un CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora