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Abro la puerta y la cierro tras de mí con un suave movimiento, la penumbra se apodera del patio trasero conforme el crepúsculo da paso a la noche, los grillos a la distancia ya se hacen oír, así como el frío característico de Forks aumenta conforme la débil luz solar que queda abandona el lugar. Bajo el par de escalones del porche y me siento en el último escalón, pegando mis rodillas a mi pecho y abrazando éstas con los brazos, posando mi rostro sobre éstos entrelazados, sopesando las cosas y la posibilidad de otras, preocupado por lo que pueda deparar el cruel destino y deseando estar preparado para los futuros acontecimientos. Un ciervo se hace presente a la distancia, entre el nacimiento del basto bosque y el final del patio trasero, olisqueando su entorno y levantando sus orejas en reconocimiento; lo observo con atención, no se trata de nada más que un ciervo macho, con sus astas en crecimiento, curioseando cuán adolescente que le gusta experimentar cosas nuevas. Mueve sus patas con cautela, manteniendo sus oscuros ojos fijos en mí y ladeo la cabeza por ello, un tanto confundido de su actuar; olisquea un poco y me llama la atención el hecho de que su cola se levante y mueva igual que un cachorro emocionado, para después galopar la distancia que queda entre nosotros y prácticamente pegar su nariz a mi cuello, olfateando sin parar y moviéndose emocionado, causándome cosquillas en el proceso.

—¡B-Basta!— río y el tierno ciervo lo hace, sentándose en sus cuartos traseros sin dejar de mover su pequeña cola. Respiro profundo en cuanto las risas desaparecen de mi sistema y le echo otro vistazo al animal de comportamiento extraño, no tiene nada inusual, absolutamente nada, excepto que es un tanto pequeño para ser un ciervo adulto en su apogeo, este animal no debe de tener ni dos años de vida, pero al ver sus ojos marrones casi negros y distinguir el reconocimiento, quedo perplejo por la tan remota posibilidad de esto. Muerdo mi labio inferior por la anticipación y acerco con cuidado una mano hacia la cabeza del animal, éste ni lento ni perezoso se acerca lo suficiente para que mi mano esté posada sobre su frente, dejando pequeñas caricias en ese lugar— ¿Eres el cervatillo de antes?— cuando agita su cola nuevamente, acción que aún me resulta extraña ya que un ciervo no debería ser capaz de hacer eso, es que sonrío ladino, aumentando las caricias en esa zona que recuerdo es su lugar preferido para las muestras de afecto— Tiempo sin verte, pequeño.— río bajo cuando hace gestos y cabeceos en dirección a mi mano libre— ¿Quieres copos de nieve?— mueve su cabeza de arriba a abajo y asiento una vez de acuerdo con él; con un chasqueo de mis dedos comienzan a llover pequeños copos de nieve alrededor del patio, el ciervo rápidamente se quita de las caricias que le proporciono y ágilmente corre y salta alrededor del lugar para atrapar los pequeños diseños congelados con su boca, recordándome mucho al reno de Frozen.

Si Hyuk no estuviera metido en su habitación leyendo mangas, estoy seguro de que estaría saltando a la par de este pequeño ciervo. Desafortunadamente Jasper tampoco puede jugar con el cuadrúpedo, hoy es día de caza y se fue a la frontera para conseguir animales más grandes que puedan saciar su sed de sangre. Pero ambos serían cómicos jugando con un ciervo en medio de una lluvia de copos de nieve.

Conforme pasan las horas, la noche se va apoderando cada vez más del pueblo, oscureciendo el lugar, sólo siendo iluminadas ciertas porciones de tierra gracias a los focos en los porches de las casas y las farolas en las calles. El ciervo finalmente se despide con alegría por haber vuelto a vernos y poder jugar de nuevo, y a la vez tristeza por tener que marcharse nuevamente. Me quedo un rato más en el porche, mi mirada fija en el punto exacto donde se marchó el lindo animal.

—¡Hola, Jaemin!

Suspiro bajo porque hayan terminado con mi paz y tranquilidad, volteando a ver en dirección a la voz, no es otro que Jacob Black con su largo cabello atado en un moño sobre su coronilla, vistiendo un par de pantalones desgastados, camisa a cuadros rojos y botas cafés. El chico no me cae mal, más bien me agrada y parece tierno a veces, pero son esos momentos donde se vuelve intenso los que me ponen de malas, es sumamente irritante cuando quiere saber todo de todo y lo peor es que no me puedo enfadar con él porque no quiere saber cualquier cosa sólo porque así lo exige- no como Swan-, sino que más bien lo hace con una inocente curiosidad, similar a la de un cachorro que descubre todo mediante juegos.

Esos Ojos Me Llaman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora