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Y literalmente el pandemónium estalló.

Llegaron dos ambulancias, un par de paramédicos revisaban a Swan quién estaba tendida en el suelo después de golpearse levemente la cabeza durante el accidente, y otro par hacía lo mismo conmigo, preguntándome si me dolía algo, me sentía mareado o veía puntos ciegos. Al negar todo el chico asiente y dice que de igual forma tienen que llevarme al hospital para asegurarse de que no tenga una concusión o algo más, no quiero ir, da mucha flojera pero a la larga accedo. En ese momento llega el jefe Swan en su patrulla y siguiéndolo de cerca mis padres, el trío baja de los autos y se dirigen a nosotros.

—¡Jae!— me abraza mamá, tiene surcos donde las lágrimas resbalaron en sus mejillas y los ojos enrojecidos. Papá también se ve de la misma forma pero desvía sus ojos al auto ya inservible de Tyler y ve ahí a un costado tres abolladuras más profundas que las demás que rodean la carrocería, siendo la más evidente la mía al usar fuego para fundir el metal, dejando esa abolladura de un negro carbón mientras las otras permanecen del mismo color del auto; papá frunce sus labios pero no dice nada, sólo me abraza hasta que minutos después los paramédicos dicen que pueden seguirnos al hospital. Mientras me llevan a la ambulancia miro fijo a Jasper, él también hace lo mismo, preocupación pura y ansiedad reflejan sus ojos, al contrario de los míos que lo observan con curiosidad y confusión entremezcladas. Su perfecto rostro es lo último que veo antes de que cierren las puertas de la ambulancia y me coloquen un sedante para calmarme, tanto así al punto de dormirme rumbo al hospital.

Despierto en lo que parece ser la sala de urgencias, se trata de una gran habitación en blanco, completamente limpia, tanto así que el blanco del lugar parece brillar y me lastima los ojos, y una hilera de camas con sábanas igual blancas separadas únicamente por cortinas de un color azul cielo. Ahí me encuentro con una enfermera la cual mide mi presión arterial y al ver que estoy despierto me dedica una pequeña sonrisa antes de volverse al doctor...

—Doctor Cullen.— lo llama.

¿Eso es un doctor?

Eso es una obra de arte.

¿Qué hace aquí haciendo de doctor?

En estos momentos podría ser una gran estrella de cine, incluso hacerle competencia a Leonardo DiCaprio, a Brad Pitt...

¿Qué mierda hace un ángel tan hermoso en el hospital de un insignificante pueblo?

Aprovecho esos minutos para sentarme, si sigo acostado volveré a dormir y hacerlo en un hospital no es del todo bonito, más si los aparatos junto a mi cama hacen esos molestos sonidos, siempre el jodido bip sonando, es estresante y muy molesto.

—Veo que despertaste.— el apuesto hombre se acerca, su cabello rubio perfectamente peinado, sus ojos dorados iguales a los de sus hijos adoptivos, su tez casi tan pálida como las paredes de la habitación, ese cuerpo bien cuidado y trabajado y esa sonrisa... Oh, por Dios, no me sorprendería de ver que algún que otro paciente muere por accidente a causa de las enfermeras hipnotizadas por la belleza de este hombre. Incluso luciendo cansado se ve sexy, sensual. Asiento una vez y él agranda su sonrisa— Entonces, señor...— revisa en el portapapeles, aunque siento que aquello lo hace a propósito.

—Jaemin.

—Ah,— ríe bajo— eres el Jaemin del que mis hijos hablan todo el tiempo.

Siento mis mejillas calentarse con la mera idea de Jasper Hale hablándole de mí a sus padres...

Diablos, ¿qué dirán de mí?

¡¿Qué dirá él de mí?!

¡¿Por qué eso me importa?!

Esos Ojos Me Llaman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora