Capítulo 20

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XLVIII

Fue un otoño frío, las ventiscas aumentaron y Edmund agradeció tener a alguien para calentarle la cama cuando se despertaba tiritando en las madrugadas.

Transcurrieron dos semanas en donde nadie se apareció. La familia Byrne mantenía la tradición de ir de caza al campo y pasar la navidad allá, lo que los hacía desaparecer un par de meses. Ese año se habían ido junto con la mayoría de hombres de su círculo de la alta sociedad; las mujeres, hijas y esposas se habían ido a Bath a disfrutar de los balnearios, prometiendo que en unas dos semanas se reunirían con sus maridos en el campo. Tras ello, algunos volverían al vecindario, otros más se quedarían allá hasta el siguiente año.

Edmund rechazó las invitaciones de todos, por lo que no hubo eventos ni gente durante todo ese tiempo y Edmund y Charlie se quedaron a disfrutar uno del otro. No sucedió mucho más que lo que pasaba siempre, uno de ellos escribía y él otro pintaba. Ambos bebían chocolate caliente con naranjas como postre.

En otro momento Edmund habría deseado acción, pero el estar a lado de Charlie, en paz, con una vida simple y sencilla, como disfrutar de galletas con leche tibia y sándwiches con soda de fresa en el jardín, o leer frente al fuego de la chimenea o sentarse a reír por los malos chistes de Charles...por una vez en la vida, Edmund no deseó más. Por una ocasión abandonó su vida hedonista y se conformó con aquello.

Para el día siguiente se dió cuenta de que no se había conformado con esa clase de vida. El mundo le había metido a la cabeza la idea de buscar más, de no conformarse, de ser mejor, de triunfar en la vida, de cumplir el sueño americano estando en Inglaterra. Lo había intentando hasta que aquel día, notó que no se estaba conformando con nada. Estaba arriesgando su posición en la sociedad, su título, su vida para estar con aquel muchacho que tan feliz le hacía. Pícaro, inteligente y divertido como era. No pedía más porque ya lo tenía todo.

Ver a Charlie hacer su rutina diaria, era de las mejores cosas que disfrutaba de vivir con él. Cuando salía de la ducha, peinándose frente al espejo, enjabonándose el rostro para rasurarse, de un modo meticuloso, con la navaja deslizándose por la sedosa piel. Edmund lo miraba hacerlo, sentado desde el sofá en la habitación que habían comenzado a compartir. Lo había colocado de tal manera que pudiera verlo, desde el sofá, pretendiendo leer, pero mirando a Charlie, apoyado en el lavabo, con la toalla a la cadera. En una ocasión Edmund entró al baño y le tiró la toalla solo para molestarlo. Charlie protestó al instante, bastante, pero no lo suficiente, porque cuando Edmund se metió a la tina, Charlie se metió también y no le dejó salir durante un rato.

En otras noticias, Danielle y Lawrence estaban de vacaciones, y era probable, que como todos los años, Edmund no los volviera a contratar hasta primavera. Claro, les pagaba su tiempo no laborando con él. Sin embargo, aquella ocasión se adelantó, los mandó a casa a ambos con compensación extra (Charlie insistió bastante en ello), desde mediados de septiembre porque Danielle, quien tenía la mala costumbre de entrar sin tocar, había ido a buscarles para asegurarse de que el sabor de la salsa de aquella tarde fuera la correcta. A Danielle parecía importarle mucho la cocina y eso era en parte, porque Charlie—Caroline—solía pasar tiempo en la cocina, además de pintar y leer, solía entretenerse picando verduras u horneando y compartiéndole recetas a Danielle, Edmund siempre iba a meterse en la conversación, más porque disfrutaba ver a Charlie en un ambiente cotidiano que porque deseara estar ahí.

Al igual que a todo mundo, le divertía hablar con Charlie, Danielle decía que para ser una lady, Caroline era una mujer muy humilde y agradable. A Edmund le molestó el comentario porque de repente, vio a Danielle como una amenaza, cuando se lo dijo a Charlie, él sólo se rio y le hizo burla largo rato.

La esposa de Lord CuthbertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora