XLI
Fueron a la recamara de Edmund y se quedaron ahí. Entre las sábanas, acariciándose el cuerpo. Edmund le apartó un mechón castaño de la frente. Le miró dormir y descubrió que sus pestañas eran tan largas que le acariciaban los pómulos.
—Charlie, ¿qué ibas a hacer cuando vieras a Theodore?
—No lo sé—confesó Charlie sin abrir los ojos.
—Sí lo sabes.
—No, no lo sé.
Edmund guardó silencio. Se quedó quieto, mirando hacia la ventana. Las cortinas estaban cerradas, pero no del todo, no se preocupó por ello debido a que era un segundo piso, con vista al jardín. Afuera la lluvia golpeaba el cristal y la noche se iluminaba por los rayos que caían.
Se recargó en las almohadas.
—¿No vamos hablar de ello, entonces? —insistió.
—No soy bueno hablando.
—No digas tonterías, nunca te callas.
Charlie por fin abrió los ojos y se incorporó, se recargó contra la cabecera, con su hombro rozando el de Edmund.
—Edmund no voy hablarte de mis ex parejas. No después de acostarnos, es inapropiado.
—En general todo lo que hacemos es inapropiado—protestó Edmund.
Suspiró y se dejó hundir en las mullidas almohadas, Charlie lo vio hacerlo.
—¿Era bueno?
—No, no era una buena persona.
—No me refería a eso.
Charlie apartó el rostro. Asintió lentamente.
—Sé a lo que te refieres y no voy a decírtelo.
Edmund alzó los ojos para verlo.
—¿Era mejor que yo?
Charlie se encogió de hombros, le dio un poco de tos. Suspiró y después de unos segundos se volvió a recostar, con el rostro de Edmund a centímetros del de él. Edmund lo miró a los ojos, castaños. Charlie tragó saliva.
—Apaga la luz—cerró los ojos, Edmund pensó que iba a dormirse, pero Charlie continuó—no puedo verte a los ojos mientras te lo cuento.
Edmund se giró, apagó la luz y volvió a recostarse a su lado. En la oscuridad, Edmund le acarició la piel, trazando suaves remolinos con la yema de los dedos. Charlie cerró los ojos.
—¿Así está bien? —asintió—Charlie...
—Bien—se humedeció los labios—no sé que tan buena idea sea hablarte de Teddy...bueno, de Theodore...me asusta hablarte de él.
—¿Por qué?
Charlie lo miró fijamente.
—Porque a mí no me gustaría que me hablaras de Ryan —Charlie apartó el rostro. Por debajo de las sábanas, Edmund le buscó la mano—de como es tu relación con él—dió con el dedo meñique, lo enredó—...si se ríen juntos o no, si hablan de cosas sin sentido y pretenciosas como nosotros, si ha visto esa expresión que haces...cuando terminas, y que te hace ver incluso mejor. No me agrada la idea de saberlo, aunque al mismo tiempo sí, pero, ¿qué tal sino me gusta lo que dices?
Edmund se incorporó, Charlie lo imitó.
—Pensé que estabas acostándote con Virgil—soltó Edmund—hace un rato, cuando entré al ático y lo vi, con su mano apoyada en tu rodilla...incluso cuando Sebastián nos dijo que estabas en la galería de Theodore, con él. ¿De todas las personas por que él?
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La esposa de Lord Cuthbert
RomansaHistoria para concurso ONC2023 Inglaterra, 1923. Lord Edmund Willaim Cuthbert es un joven escritor, guapo y talentoso, con la costumbre de envolverse en toda clase de rumores que hasta hacía un tiempo no habían tenido repercusión. Por lo menos ant...