XXIX
Edmund abrió la puerta del ático de golpe. Caroline, quien estaba pintando como de costumbre, dió un respingo.
—¡¿Qué pasa?!
—¡Noticias, noticias! ¡Te presento, Caroline, al doctor Brown!
Tras Edmund apareció un hombre de mediana edad, con el cabello y el bigote marrón y canoso. Caroline se quitó el cigarro de entre los dientes.
—Dios salve al Rey, lamento esto, doctor Brown. Edmund no me avisó que vendrían visitas—se quejó.
—El doctor Brown es el médico de cabecera de Mr. Byrne, querida y su yerno es el nuevo alcalde del condado, por cierto. Se moría de ganas de conocerte, no quería romper ese entusiasmo.
—Es un placer conocerla por fin, Lady Cuthbert. Es una chica hermosa, Lord Edmund. —Volvió la atención a Lady Cuthbert—. Su marido me ha hablado mil maravillas de usted.
—¿En serio?
Caroline alzó las cejas sin dejar de ver a Edmund que ya tomaba asiento en su escritorio, sonriendo de oreja a oreja. Caroline no pudo evitar sonreír un poco.
—Claro. Oh dejé ese cigarro, deje que los hombres sean los que se ahoguen en tabaco—el señor Brown le tomó las manos, Caroline se quedó quieta, Edmund casi se soltó a reír con ganas—. Sí, sus manos son trabajadoras—le dió una palmada en el dorso de ambas—diría que son manos de muchacho.
—Lady Cuthbert sería un muchacho muy dulce.
Caroline miró mal a Edmund. Él alzó las cejas y las manos en señal de inocencia.
—¡Todas las personas con las manos y el alma dulces son puramente artistas, Lord Cuthbert! ¡Sí que ha sabido elegir con quien contraer matrimonio! —el médico la soltó y se puso a dar vueltas por la improvisada galería—. Veo que su color favorito es el amarillo, le gusta lo alegre, ¡pero también el peligro! Tenga cuidado de no comer nada mientras pinta, milady.
—Gracias. Lo tendré en cuenta.
Edmund frunció el ceño. Era verdad aquello, a Caroline le encantaba usarlo, siempre se lo estaba comiendo. En general lo hacía con todo el óleo, pero especialmente el amarillo.
—¿La pintura amarilla es nociva para la salud? —cuestionó.
El médico asintió.
—Sólo si la ingieres. En general todas las pinturas de aceite, suelen usar plomo. Es cancerígeno.
Edmund miró a Caroline, horrorizado. Ella ni se inmuto.
—Sé que es venenosa—dijo Caroline—solo si la ingieres, pero no es el caso—mintió. Edmund la asesinó con la mirada. Caroline apartó el rostro y se puso a jugar con la punta redondeada de los Mary Jane y la correa que le rodeaba el empeine.
—Cuénteme, ¿en qué esta usted trabajando, Lord Cuthbert?
Edmund alzó las cejas.
—Una nueva novela.
—Ajá...
—De una pareja. Se llevan bien, pero ambos son tan similares que cuando se ven en el espejo, comienzan a perder su reflejo y este, algunas veces se confunde el uno con el otro. Tienen almas iguales, así que...
—Suena a que será una buena historia de horror—aseguró el médico, moviendo el canoso bigote.
—No es una historia de horror—dijo Caroline, mirando a Edmund—es una de amor.
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La esposa de Lord Cuthbert
Roman d'amourHistoria para concurso ONC2023 Inglaterra, 1923. Lord Edmund Willaim Cuthbert es un joven escritor, guapo y talentoso, con la costumbre de envolverse en toda clase de rumores que hasta hacía un tiempo no habían tenido repercusión. Por lo menos ant...