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Al no saber qué pasaba, simplemente dejó al niño en la cuna y bajó a la planta baja para tomar su celular y llamar a la ONU, quien le repetía una y otra vez que se calmara, pero era imposible hacerlo cuando su pareja no respiraba correctamente y su bebé no paraba de llorar por la poca atención que sus padres le daban.

Subió a su habitación, encontrándose al británico vomitando sangre nuevamente, poniéndose a llorar de la frustración al no poder hacer nada al respecto.
La organización le pidió que mantuviera una distancia de dos metros del inglés, pero el ruso no obedeció, acercándose para hablarle, pero solo lo miraba con el rostro apagado y pálido como nieve, volviendo a vomitar una y otra vez.

Se alejó para tomar a su hijo y ponerse el celular al oído, reclamando con gritos desesperados indicaciones de qué hacer. No quería que muriese, hace media hora simplemente estaban durmiendo tranquilos.

Los paramédicos ingresaron a la fuerza, subiendo al lugar que el ruso mencionó en la llamada, se dirigieron a Reino Unido y lo pusieron en la camilla con rapidez y así tener tiempo para llegar.

Nadie le explicó nada y Rusia no paraba de llorar junto a Russien, que estaba jugando con su peluche y observando triste cómo se llevaban a su mami.

Ya nadie feliz.

Eddie, My Love.Where stories live. Discover now