Quince:

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Fallon:

-Y, al final, ¿Hans está bien? –me preguntó mi madre.

-Aparentemente sí. –respondí.

Mi progenitora suspiró con alivio y su expresión cambió a una de alegría y curiosidad mientras cuestionaba:

-¿Y te gustó el encuentro? ¿Pagó él por la comida? He escuchado que el conde amigo suyo tiene ingresos enormes.

Noté su sonrisa de oreja a oreja cuando pronunció las palabras "ingresos enormes" a lo que yo, calmada, emití mi respuesta:

-Para Hans no todo es dinero, mamá. De hecho creo que ni se percata de que vive con uno de los hombres más económicamente poderosos de Transilvania.

-Y entonces, después de comer, ¿qué hicieron? –argumentó mamá, arqueando una ceja dudosa.

-¡Me llevó a alimentar patos!

Mis ojos se iluminaron de forma inevitable. Sin embargo, la que me llevó en su vientre tan sólo se limitó a decir:

-Ay, por favor...No seas infantil, Fallon. ¿En serio me estás diciendo que el mejor amigo del conde más influyente del lugar, para cortejarte, tan sólo te llevó a darle comida a unos animales? ¿Ni siquiera te compró un regalo?

-¡No todo en el mundo es dinero, mamá! –repetí yo, frustrada. Bien sabía ella lo mucho que me encantaba la naturaleza, la vida silvestre y los animalitos como para que estuviera hablando así. Tal vez era el estrés de los preparativos del baile.

Mi madre era buena, con un gran corazón; pero vivir de esta forma en mi opinión no le había sentado muy bien.

Pues incluso a mí me sorprendió que preguntara todas estas cosas sabiendo lo mucho que me gustaba el sentirme en contacto con todo lo que nos ofrecía el planeta. Empezaba a creer que Hans no les estaba cayendo bien a mis padres al ver la expresión en sus rostros.

Así que subí algo abatida a mi habitación. Dejé mi cuerpo caer sobre la cama, esperando disipar el argumento que había tenido con mamá y que ahora hasta mi padre también compartía.

Busqué mi laptop e indagué hasta encontrar esa dichosa canción.

Antes de escucharla de principio a fin, sonreí de forma inconsciente y me tapé la cara con ambas manos para luego pronunciar unas dulces palabras que, en un rincón vacío de mi alcoba que evocaba soledad, nadie lograría captar.

-Hans...Quisiera perderme en esos lindos ojos que tienes para siempre.

Era algo estúpido considerando que llevábamos siendo...¿Amigos? Desde hacía apenas un par de semanas, pero siendo honesta, para mí ya estaba empezando a ser suficiente.

Tal vez incluso ya tendría decidido que él sería mi acompañante para el baile, pues quizá ya no quería que fuese nadie más.

Saliendo de mi inercia por estar pensando tanto en esa sonrisa tan particular, o en aquellos pequeños hoyuelos que se formaban cerca de las comisuras de sus labios, pulsé el botón "reproducir".

Una voz áspera, al mismo tiempo melodiosa y perfectamente entrenada llenó el ambiente por unos minutos, que vaya que fueron una revelación en mi vida.

Nunca los había escuchado pero de algo estaba segura: esos chicos eran condenadamente talentosos.

"Che questo è un viaggio che nessuno prima d'ora ha fatto, Alice, le sue meraviglie e il Cappellaio Matto. Cammineremo per 'sta strada e non sarò mai stanco, fino a che il tempo porterà sui tuoi capelli il bianco"

Genial, tal vez Hans había notado que me había sentido como en el País de las Maravillas con él, pero era obvio que no se lo iba a dejar saber.

La voz del cantante, como dije, era áspera e imponente; pero al mismo tiempo trasmitía una dulzura profundamente hermosa. A través de sus letras te llevaba hacía donde quería que visualizaras la canción. Que la sintieras fluyendo en ti y palparas las palabras de amor y agonía que su arte transmitía. Una canción que, como me confesó Hans, le hacía pensar en mí.

Y luego vino la parte que le dio un vuelco a mi corazón:

"Pues tengo una frase escrita en la cabeza, pero nunca la dije: porque la vida sin ti, no puede ser perfecta"

A través del arte, Hans y la peculiar voz del frontman de esa banda se estancaron nuevos sentimientos dentro de mí que alguna vez ni siquiera creí existentes.

Oh, madre mía. Estaba perdiendo la cabeza por el niño con hoyuelos al sonreír y profundidad al hablar. Pues, ahora que lo pensaba; ambos compartíamos esa misma frase llevándola como un cartel en la frente que hasta ahora, sólo uno de nosotros había expresado.

...

-¡¿Qué?! -expresé yo, algo escandalizada. Y con decir "algo" me refería a muy escandalizada.

Era la hora del desayuno y mis padres me habían soltado una bomba que esperaban que asimilara. Deberían estar soñando.

-Sí, hija. Lo hemos estado pensando y los dos escogimos a tu futuro acompañante en el baile que se realizará en...

El hombre que me vio nacer contempló el calendario y su Rolex también, meditando hasta la hora del evento.

-...Tres días. –concluyeron los dos individuos al unísono.

-¡¿Qué?! –repetí yo, muchísimo más alterada y un poco indignada también- ¡Pero si hasta hace un par de noches me estaban diciendo que Hans era un excelente partido para mí!

-Oh, por favor, mi niña...-empezó a decir mi madre intentando trenzar mi cabello, pero no la dejé.

-En serio no esperas que te dejemos asistir a una de las veladas más importantes para la familia con un chico que ni siquiera tuvo la decencia de comprarte flores, llevarte a un hotel ni regalarte un simple chal, ¿o sí?

-¿Llevarme a un hotel? ¿Qué creen que pretendo ser, su dama de compañía?

Ellos me observaron con ambas cejas elevadas.

Yo gruñí frustrada, molesta, al borde del llanto impotente. Pero me contuve y con aire sarcástico pregunté, haciéndome la resignada:

-Ajá, entonces... ¿Quién es el joven en cuestión?

-Harry Klein. Un chico súper simpático, de una familia adinerada. Viven en el antiguo castillo de la ciudad.

Yo respondí, poniendo los ojos en blanco:

-Papá, mamá...¿A caso no han escuchado las leyendas de ese castillo?

-No estamos en el 1600, hija. –atacó mi padre, perdiendo un poco su imperturbable temperamento-. Deja de creer todo lo que lees en línea.

-Pero...

-¡Está decidido! Ya es tiempo de que empieces a actuar como los de tu clase. –exclamaron ambos, cuyas palabras flotaron en aire disolviéndose en el ambiente, pero dejándome muy abrumada.

-¡Ugh! Ustedes son imposibles. –solté con enojo y me dirigí hacia la salida.

-¿A dónde crees que vas tan temprano en la mañana, jovencita?

-¡Iré con Antoine! ¡A despejarme un poco de los conceptos tan estúpidos de esta familia!

Vi a mi madre decir "sí" con un movimiento de cabeza mientras le untaba queso fundido a su pan y seguía con la conversación con el hombre que me dio la vida, mientras éste no daba crédito a lo que habían presenciado sus ojos.

Y mientras unas palabras de "así son los jóvenes, querido" llegaban hasta mis oídos, cerré en un estrépito golpe la puerta del vehículo negro y limpié unas cuantas lágrimas llenas de impotencia que resbalaban por mis mejillas para finalmente morir en el aterciopelado suelo del auto.

-Llévame a la casa de Kristoff O'Conell, por favor.

-Señorita Fallon, los señores Hollander me dieron órdenes estrictas de no llevarla allí específicamente. Usted mejor que nadie sabe por qué.

En definitiva, me había levantado con el pie izquierdo esa mañana.

Hans el temible.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora