Veinticinco:

7 4 0
                                    

Hans...

Principito.

Debilucho.

Emocional.

Empiezo a dudar que le gusten las vampiresas.

—¡No!

Era...Diferente, pero igual a la vez. Había visto esto antes, pero no lo recordaba de una forma clara, al menos no como debería.

Estaba en una habitación sin iluminación. Encerrado y atado con cadenas resplandecientes. Estaba en la superficie de una bañera, y ésta estaba inundada de sangre. Escuchaba las voces de Kris, Harry y todos los del clan diciendo cosas de mí, pero no podía ver a nadie porque no estaban ahí.

La sangre era tan viscosa y pesada que se adhería a mis piernas y brazos, dejando un aroma putrefacto en mi piel. No me generaba placer. Tan sólo quería salir huyendo de allí. El cachorro asustado de nuevo.

Empecé a sentir dolor en mis muñecas, pero no veía señales de heridas allí. No expresaba agonía. Tan sólo sollozaba en silencio.

Tss.

Tss.

Click.

Un parpadeo encendió una claraboya que iluminó toda la estancia, ese era el sonido que acababa de escuchar.

—Buenas tardes, principito. —pronunció Kristoff devorándose la materia sanguínea de un órgano humano que llevaba en mano.

—Vete al infierno. —le espeté yo. La sangre no me ahogaba, pero me cubría el torso. Se seguía llenando.

—Al menos no soy yo el que está encadenado.

Con estas palabras, me aventó una llave escarlata en forma de colmillo mientras decía:

—A ver si de esta te salvas, bola de emotividad.

Y así entre risas macabras abandonó la habitación, teniendo al menos la decencia de dejarme la claraboya encendida.

De esta forma, intenté e intenté. Lo deseé con todas mis fuerzas y probé todas las combinaciones posibles. El dolor en mis muñecas iba aumentando.

Hasta que me di cuenta, que todas estas cadenas eran mentales.

Eran creaciones de mi propia mente.

Y que sólo iba a estar en paz conmigo mismo...Cuando aprendiese a vivir con ellas.

A no frustrarme por el dolor.

A no "superarlas" porque no es algo que se supera.

A no romperlas.

A no buscar la llave para librarme de ellas.

Sino a entender de que son un rasgo de mi alma con el que debo coexistir, y no me debo sentir mal por poseerlo.

Así, desperté.

Y aunque me dolía y estaba sudando a más no poder, estaba en paz con ello.

Hans el temible.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora