☁️14. Libro☁️

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El silencio predominaba en la biblioteca de la Universidad SHIELD, aunque fuera un lugar abarrotado con estanterías y estanterías de volúmenes sobre todos los temas por haber, con noveles de todo tipo y periódicos de años pasados, eran pocos los universitarios que acudían a la "anticuada" fuente de información que era tomar uno o varios libros e investigar. La biblioteca estaba acondicionada con las modernidades que los jóvenes adultos necesitaban para buscar; había computadoras a montones donde la mayoría acudía a hacer sus investigaciones para sus tareas, proyectos y exposiciones. Cierto universitario que era el bibliotecario durante las tardes era gran apasionado de la lectura "anticuada" Pues disfrutaba más de su lectura si tenía el libro entre sus dedos, oliendo a escondidillas las viejas páginas que mantenían un aroma a historia que le fascinaba. La idea de preguntarse cuántos antiguos universitarios habían necesitado de ese mismo libro que tenía entre sus manos le sacaba una gran sonrisa. Cuando estaba ahí sentado en el escritorio, esperando que alguien buscará de su ayuda para encontrar un libro, siempre tenía un libro nuevo entre sus manos, su lectura nunca tardaba más de tres días; era entregado a la lectura. Sus tardes eran calmadas, pues eran pocos —si no es que nulos— los universitarios que pedían de su ayuda para encontrar un libro, los chicos traían puestos sus earpods o auriculares tradicionales con cable y se dirigían directamente a las computadoras sin hablarle a nadie, por completo en vueltos en su propio mundo. El bibliotecario Helmut Zemo agradece que su trabajo durante la tarde fuera tan pacífico permitiéndole tener una lectura agradable. Pero había cierto chico que nunca faltaba a la biblioteca.

Helmut tenía tiempo estando en la biblioteca de la Universidad SHIELD y desde el inicio, siempre veía entrar y salir a cierto muchacho distraído y torpe de ojos azules protegidos por unos lentes de armazón dorado con negro. Todos los viernes por las tardes, sin excepción, aquel chico de mochila verde militar sacaba un libro de la biblioteca. Helmut notó —con cada libro que el ojiazul sacaba— que era un apasionado por las novelas fantásticas, el viernes pasado se había llevado a casa el último libro de la saga del señor de los anillos. El chico que sacaba los libros a nombre de James Buchanan Barnes ya había leído todos los libros de Harry Potter, la saga de crepúsculo, la saga de Percy Jackson, etc. Helmut se había interesado por ese chico que no faltaba nunca a la biblioteca, los demás días de la semana recolectando información para sus materias con libros informáticos.

James, o como le decían sus amigos: Bucky, era un chico en verdad torpe, por lo que aquel viernes iba en dirección de la biblioteca en verdad apenado.

Helmut estaba introducido en su lectura, nadie perturbaba la paz que estaba encontrando en su lectura, como era habitual la biblioteca estaba en silencio, por lo que el sonido tan simple del golpe de un libro cayendo sobre su escritorio lo sobresaltó.

—Ay perdón, no quise asustarte—James ajustó sus lentes.

—tranquilo, no pasa nada. ¿Cómo estuvo la lectura, James?—Tomó el libro para marcar su entrada en el programa.

—espera, sobre el libro, tuvo un accidente—agachó un poco la cabeza—le tire café encima.

—oh no, eso va a ser un problema—Helmut lo abrió para ver su estado.

Varias páginas estaban rugosas y tenían unas grandes y notables manchas cafés, incluso las letras de una cuantas páginas estaban algo borrosas, tal vez debido a los fallidos intentos de Bucky de limpiar el libro con su sudadera, solo provocando que la macha se hiciera más grande y que su codo tirara lo que quedaba de café sobre su cuaderno que tuvo que tirar.

—Intente limpiarlo, lo deje en sol para que se secara, pero no funciono. Por favor Helmut, no quiero que me quiten la tarjeta de la biblioteca—su mirada se notaba afligida, se sentía demasiado culpable por lo que le había pasado al libro.

—ay, James, sabes que tengo que reportar con el director de la biblioteca este tipo de cosas...Pero mentiré por ti, solo por ti, Jamie—le sonrió a Bucky.

—¡Muchas gracias, Helm! en serio te quiero—le dio un abrazo al castaño de ojos avellana, sacándolo un poco de órbita—lo siento, me emocione.

—Está bien, no te preocupes, Jamie—sus mejillas estaban tan rojas como manzanas, sentía que tenía de nuevo 16 años.

Barnes no era la excepción, sus mejillas regordetas también tenían tintes rojizos, se había dejado llevar y había abrazado por instinto a Helmut.

—En verdad, gracias. Iré a leer a los sofás—se retiró, pero volteó hacia Helmut para sonreirle por su ayuda. Sin ojos al frente, Bucky chocó con alguien más y le tumbó sus cuadernos.

—fíjate por donde vas, Bucky—la rubia Yelena lo veía feo.

—perdón, Lena—se agachó a juntar lo que tiró para entregarlos a la chica.

Helmut rió sin vacilación al ver la chistosa escena.

La tarde avanzó, mientras Helmut estaba sentado veía a lo lejos en la sala de sofás como Bucky estaba investigando y pasando información a su cuaderno. Sacó una botella de agua para beber un poco, pero esta se le resbaló de las manos sobre su cuaderno, mojándolo bastante. "No de nuevo" maldijo su torpeza.

—sabes que no puedes entrar con bebidas ni comida, Jamie—Helmut había ido en ayuda de Bucky antes de que un superior lo sacara a patadas.

—lo olvidé, tenía sed. Perdón, dios que idiota estoy—se quitó su sudadera roja y limpió la mesa.

—tranquilo, aquí hay papel—le entregaba una caja de pañuelos.

—en verdad lo siento, no se que me pasa, estoy más baboso de lo usual—se agachó poniendo atención a lo que limpiaba, pero sus lentes se le cayeron. Helmut los junto de la mesa.

—Voltea, Jamie—el mencionado giró rápido.

Helmut le colocó los lentes y cuando se los acomodo bien, le presiono la nariz para darle una sonrisa completamente encantadora. Su mirada avellana brillaba de una forma especial. Ciertamente la torpeza de James le parecía algo encantador y tierno.

—gracias—James le sonrió, sus azules le dedicaban una hermosa mirada de gatito a Zemo.

Helmut regresó a su puesto, dejando a un Bucky completamente embobado, que casi vuelve a tirar la botella de agua sobre un nuevo libro. La guardó en su mochila y se dedicó a continuar estudiando, trató de mantenerse concentrado en lo que leía y escribía, pero carajo que no podía sacar de su cabeza la expresión tierna que Helmut le había dedicado. Sus ojos eran un tanto ciegos al ver de cerca, pero nunca creyó que serían tan ciegos como para no notar que el bibliotecario con lunares estaba completamente enamorado de él. Y que tonto aquel bibliotecario al no enterarse de que aquel torpe chico iba todos los viernes a sacar libros que ya había leído en su adolescencia sólo para poder hablar y ver de cerca a su precioso bibliotecario.

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MAGIC CITY/One-Shots WinterBaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora