Capítulo 21 En una cita

17 5 7
                                    

Ya habían pasado días, después semanas, hasta ser ahora dos meses desde el ataque a Imura, tiempo en el que los clanes dejaron de atacarse entre ellos, ahora congeniaban continuamente sin tanto problema.
En ese tiempo los lideres habían estado continuamente en reuniones, además de que visitaban las aldeas vecinas, cosa que era una forma para acostumbrar a su gente; todo con tal de tener bien definidas las condiciones para un nuevo tratado de paz.

La noticia ya había sido anunciada, solo faltaba concluirla.

La celebración en esta ocasión se haría en Sanada, de ello; las calles estaban decoradas, la gente recibía a los de Tanabe, sus comidas y mercancías estaban a la vista de todos. Por fin sería el momento que una vez esperaron, podrían unirse con sus antiguos compañeros de batalla, aquellos con lo que sin ningún pacto habían trabajado juntos, solo que ahora lo harían de manera formal.

Tanabe había sido recibida por si gente, un día antes de la celebración, por ello todos comenzarían a festejar desde un día antes; todos recibieron una habitación de alguna posada, mientras que el patriarca su familia fue recibida en la casa de Reiko, así podrían ser muy bien atendidos.

Saya y Maiko se llevaban bien, más bien podría decirse que pasarían la tarde hablando, Ohara había salido para conocer algunas personas, quizás haría algunas amistades, Ichiro y Reiko fueron al despacho del hogar para terminar de refinar algunos detalles; pero al final, habían sido sus hijos quienes se habían quedado solos, cosas que los dejo más que satisfechos.

Ambos se encontraban en la sala, mirando como era que sus padres se habían retirado de la habitación, dejándolos como si nada.
El ambiente era pacifico entre ellos, después de todo este tiempo aún se mantenía así.

Tras no ver ningún rastro de los mayores, Garu fue el primero en acercarse hasta la chica, llamando su atención.

Garu: ¿Te gustaría salir?

Pucca: [Sonríe] ¿Cómo una cita?

Garu: como una cita. [Confirmo]

Pucca: me encantaría. [Dijo sonrojada aceptando la invitación]

De manera espontánea, y de parte de ambos; habían salido a las calles de Sanada tomados de las manos. Esta seria la primera vez que saldrían frente a otras personas. No sería ningún problema, no ahora que sus clanes ahora vivían en paz.

Era un tema delicado lo suyo, después de haberse escapado de sus compromisos, ambos habían sido flechados entre su gente, al menos lo fue por un tiempo.
Por una parte, Garu fue mal visto el que dejara plantada a la pobre de Ohara el mismo día de su unión, pero se fueron calmando tras ver que la chica no mostro ningún resentimiento ante Garu, eso además de que su madre había salido a defenderlo, poniendo un alto ante todas las criticas contra su hijo.
Lo mismo había sucedido con Pucca; la familia de Tobe se había revelado ante la falta que hizo la joven, además de que exigían el cumplimiento de la palabra del patriarca con la unión de sus hijos. Ichiro; de la misma forma que lo hiso Reiko; él había defendió a su hija, poniéndole un alto a las exigencias; que siendo comprensivo; dio la cara por ella, explicando que la idea de proponerla en matrimonio fue de él, además que haber aceptado su error y una disculpa a su hija. Para Tobe no hubo tanto problema, ya que, a la semana se veía salir con una chica de la aldea.

Ahora, la gente que los miraba quedaba sorprendida al ver que los hijos de los hombres que juraron odiarse a muerte, ahora se miraban como tales enamorados.
Ambos hacían bromas y paseaban como tal, no había momento en el que se separaran; Garu llevaba por las calles de su aldea a Pucca, quería mostrarle cada rincón de ella.

En toda su vuelta, nunca faltaron sus típicas acciones; Pucca no dejaba de mostrarse dulce y tierna, tal como una niña; niña que para los ojos de Garu, debía consentir y cuidar. Ella no dejaba de reír y de vez en cuando bailar un poco frente al chico, era algo inquieta.
Por otro lado, y como era de esperarse, Garu continuaba cuidándola, además de consentirla; le daba alguno que otro piropo a Pucca, ya que, le gustaba verla sonrojada, y ni se diga de las sonrisas que le sacaba; no podía dejar de consentirla; cuando le mostraba algo la llevaba a otra parte, o simplemente le llegaba a comprar algo, la reacción que ella mostraba le encantaba, porque solo era para él.

Otra Historia de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora