uno

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Seungmin estaba cansado, fastidiado, la rutina lo tenía mal, era siempre así,  levantarse de su placida cama, todos los días a las siete treinta A.M., con la intensión de prepararse mentalmente para ir a trabajar, después  de andar a las prisas porque una hora no era suficiente para estar listo, salir con el estómago vacío directo a la casa editorial donde trabajaba, pues su trabajo era ese, ser un editor en la prestigiosa editora SUN, luego de hacer lo que le gusta y pasar su día entre letras, llegaba la hora del desayuno, y solo cinco horas después, cabe recalcar que entraba a las nueve de la mañana al trabajo y su hora de salida era a las cuatro de la tarde, su hora de comida se aproximaba. Siempre. Usualmente lo hacía acompañado de su mejor amigo Jeongin, pero este día, un 14 de junio, Innie no había asistido al trabajo, sin darle alguna razón aparente. Seungmin no contaba con muchos amigos, solo unos cuantos conocidos y Jeongin, su vida era simple, a pesar de su apellido tan importante, llevaba dos años comprometido con su novio y en todo lo que llevaba del año (ya seis meses para ser exactos) había visto a YungBin solo tres veces, Su precioso prometido era un hombre realmente ocupado, pues si el apellido Kim era de renombre, el apellido Min lo era más.

Su prometido andaba de viaje en viaje, de negocios, siempre, y cuando andaba en la ciudad, se la pasaba en su oficina, supervisando que todos estuviera bien y en orden, era un jefe innato, un hombre ocupado con cosas del trabajo, y eso a veces le molestaba un poquito, y es que no podía ni verlo un solo día, aunque a veces le llamaba por las noches, a veces, en una de esas tantas noches desde que no le veía, él le marcaba con una excusa tonta, como para decirle que comió, que vió o que había de irrelevante en el trabajo, todas esas excusas solo para a final de relato preguntar cómo estaba y que había comido. Aunque no siempre podía marcarle y eso Seungmin lo entendía, pero entenderlo no era lo mismo que sentirse bien con ello, se sentía tan egoísta por eso, pero era entendible, Seungmin vivía de añoranzas, de esas que piden el tiempo regresar y gozarlo de nuevo, aunque no se arrepentía, sabía que estaba viviendo la vida de adulto.

Seungmin extrañaba su época de preparatoria, justo cuando se hizo novio de YungBin, y no es que le conociera ahí, ellos se conocieron desde niños, cuando sus padres pasaban los fines de semana juntos hablando de negocios y de cosas banales, eran mejores amigos, siempre lo fueron, amigos, muy buenos amigos, solo eran eso, pero pronto, cuando crecieron y los sentimientos se fueron desarrollando, ambos supieron que se gustaban, y después, cuando Seungmin tenía solo 15 años, fue como comenzaron un romance, bonito, YungBin se le declaró con ciento un claveles, y una elegante carta donde pintaba un "¿Quieres ser mi novio?" Para Seungmin fue magnífico, el número de claveles llevaban una razón para amarle, era magnífico.

A principio sus padres no lo aceptaron, unos por homofóbicos, otros por el que dirán, los que menos aceptaban eran los padres de Seungmin, pero poco después lo hicieron, aceptaron con brazos abiertos y fueron prosperidad para esa relación que funcionaba muy bien. Más que nada, no era realmente una aceptación por amor a sus hijos, era porque unir ambos nombres era lo máximo de la cúspide, era el beneficio para todos, la sociedad lo aceptaba bien, los negocios unidos eran más fuertes y hundían a la competencia, todo muy de en sueño, lo bueno de todo esto, es que su unión era por amor, ambos se amaban, YungBin amaba a Seungmin y Seungmin amaba a YungBin.

Seungmin amaba locamente a YungBin, lo amaba real, sincero, con agradecimiento, así lo amaba, ese sentimiento de tranquilidad, de estabilidad, con él lo tenía todo, y el que fuera su mejor amigo facilitaba las cosas, lo que pasaba es que en el momento en que estudiaron la universidad, ambos se alejaron un poco, aunque su relación siguió muy fuerte y prevalente, la vida adulta les afecto, aunque nunca a su unión.

El castaño quería probar algo nuevo, salir del confort, dejar de extrañar a su prometido, dejar de pensar por un largo rato, pues a partir de las cuatro, tenía todo el tiempo del mundo, así que al ir caminando por la ciudad, buscando un restaurante para comer, un chico de bicicleta paso a su lado, llevaba un casco negro, una playera amarilla e iba a toda velocidad. Tanta era su prisa que no contempló la coladera sin tapa que había a unos cuantos metros de él, era una coladera pequeña, un pequeño hoyo a penas, pero aún así, al pasar por el, la bici, o mejor dicho la llanta, quedó atorada ahí, ocasionando que el peso del conductor se inclunara hacia adelante y este saliera disparado al piso. Lo bueno es que llevaba casco y que solo Seungmin le prestó atención, en un mundo de ricos, nadie presta a atención a cosas como esas, pero Seungmin sí.

Café Macchiato (Chanmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora