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ENFRENTANDO MIEDOS


—Iluminación ambiental, muy conveniente —le dije, mientras caminaba hacia dentro —. Que afortunado.

Él sonrió. A la luz de las velas, su rostro se proyectaba en extrañas sombras y se veía aún más oscuro y más misterioso.

—Tengo un poco de debilidad por las velas. La señora Min dice que la aromaterapia aliviará mi ansiedad.

Fruncí el ceño.

—Espera... es este...

—Este dormitorio es mío. Nadie nos molestará.

Me tome un momento para que lo que había dicho se registrara completamente en mi cerebro. No podía ver gran parte de la habitación, incluso con las velas encendidas. La cama tenía una cabecera que recordaba a una verja de hierro, maciza y oscura. El cráneo de un toro gigante, pintado de negro y adornado con copos de oro, me miró desde la pared.

—Espera... espera... esta es... —tartamudeé—. ¿Dijiste que esta es tu habitación?

—Sí... —Miró a su alrededor, como si se volviera a familiarizar con el lugar, y se encogió de hombros—. Empecé a vivir aquí después de cumplir 18 años.

Apenas podía creerlo. Jeon Jungkook... ¿viviendo con la familia Min? ¿Una de las familias más ricas de la ciudad?

—¿Cómo? ¿Por qué? —Pude ver vagamente nik-naks alineados en los estantes cercanos, discos de vinilo, cristales brillantes y dagas en vitrinas de vidrio. Cosas bonitas, cosas de valor. Cosas espeluznantes.

—La señora Min es una trabajadora social —dijo. Parecía incómodo—. Ella era... mi trabajadora social. Mi mamá quería mantener la custodia de mí, pero no tanto como quería que mi papá estuviera cerca.—Se aclaró la garganta y la incomodidad se hizo aún más evidente: parecía dolido—. Siempre había planeado irme el día que cumpliera 18 años. No estaba dispuesto a quedarme y recibir una paliza más de lo necesario. Fui a la señora Min en busca de un consejo.
Pero en lugar de un consejo, conseguí un lugar donde quedarme.

No supe que decir. ¿Qué podía decir? Todos en la ciudad sabían que el padre de Jeon era un desastre, se fue cuando él peleó con su esposa y luego regresó después de unos meses. Pero mierda... Nunca supe que era así. Nunca me había molestado en preguntar...

—Eso es... eso es um... —Quería disculparme, pero nada parecía adecuado. Después de toda la mierda por la que había pasado en la preparatoria, tuvo que ir a casa y lidiar con más cosas. Niños egoístas y engreídos, acosándolo solo porque podíamos. Había estado tan mal... tan jodidamente cruel...

—Jeon, yo... lo siento mucho...

—No quiero hablar de eso —dijo con firmeza. No lo culpé, tampoco hubiera querido eliminar todos los demonios de mi pasado, especialmente no con una persona que causó algunos de ellos—. Tal vez... algún día. Si realmente quieres escucharlo. Solo... no ahora.

—Quiero escucharlo. Algún día. —Le di una sonrisa, una sonrisa verdadera y genuina. Lo decía en serio: quería verlo más profundamente,
quería escucharlo hablar. No sabía si compensaría ser un idiota con él, pero tal vez era un comienzo.

Sorpresa, luego una suave calma se apoderó de su rostro. Acarició con sus dedos mi clavícula, subió por mi garganta y los apoyó debajo de mi barbilla.

—Algún día —repitió—. ¿Quieres decir que no te estoy asustando?

—Para nada —me puse de puntillas, y mi beso fue casto esta vez, una promesa en vez de una orden—. Además, me gusta tener miedo.

𝑨𝒕𝒓𝒆́𝒗𝒆𝒕𝒆. ©  [CASTIGANDO A MI ANGEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora