I- Pulcher: Aquí empieza todo.

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Si hay algo que valoraba hasta ahora en mi vida era la libertad, la libertad de expresión, libertad de vida, recorrer el mundo, sentirme como un ave en vuelo.

»No queda otro remedio, tendrás que casarte»

Mientras bailaba bajo las luces de multicolores, no dejaban de resonar en mi cabeza las palabras de mis padres.

»¡Ni de coña!»

»¡Sella! No le hables así a tu madre.»

Hundirme en un profundo mar de alcohol fue lo que mi cuerpo deseó.

-¡Se, creo que deberíamos irnos! -exclamó por encima de la música mi amiga, la cual también estaba desconectado conmigo ya que había tenido un percance con mi hermano o mejor dicho su novio.

-¡Camille, déjame disfrutar de las últimas horas de mi libertad! -exclamé mientras bebía sabrá Dios que contenía mi vaso.

-¡No puedo dejarte sola!

-Mira -le abracé, lo de estar ebria me pone algo sentimental -Estaré bien de verdad.

-Nos vemos mañana, ¿Vale?

Asentí con una sonrisa en mi rostro, a veces es mejor reír para no llorar.

De repente todas las canciones que sonaban me las sabía, bailé y canté como si no hubiera un mañana.

Sentía como mis pies se resistían a dar los próximos pasos. De camino a la barra caí en los brazos de un chico que al parecer acababa de llegar.

Me perdí en su mirada azulada.

-¡¿Estás bien?! -gritó para que pudiera escucharlo.

Negué con la cabeza sin apartarle la mirada.

-Bésame.

Me miró algo extrañado.

-Venga te llevaré fuera -sostuvo mi mano.

-¡No! -solté su agarre.

-No seas testaruda.

Eres tan sexy.

Mi subconsciente me pedía a gritos besarle.

-Si no me darás lo que quiero me quedaré aquí.

Así me gustas, modo desafiante.

»¡Calla!» -grité para mis adentros.

-Veo que has querido esto.

»¿Qué ha querido decir?»

-¿Qué? ¡No! ¡Bájame! -ese pulcher se atrevió a cogerme en brazos.

-Deja de lanzar patadas.

-Bien, ya puedes bajarme.

Estábamos en el aparcamiento, las personas nos miraban algo extrañadas.

-Te llamaré un taxi.

-He venido en coche.

-Estás loca si crees que te dejaré conducir.

-Me han llamado cosas peores -recosté mi tracero a un auto, a penas puedo mantenerme en pie.

-¿Dónde vives?

-Llévame a tu casa -le miré desafiante.

»¿Qué estoy haciendo?»

»Esta no soy yo.»

Sí, si que lo eres, venga no te eches para atrás ahora que casi lo tienes.

-Tengo novia.

Auch.

-¿Y ella sabe que estás aquí solito?

SELLA (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora