Capítulo 7. Engaños radiantes

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Todos los problemas deberían desaparecer, así como llegan, ¿no? Pues la verdad es que no. Aunque se supone que la vida debe estar llena de equilibrio, este es uno de esos casos en donde la palabra «equilibrio» parece como si no existiera.

Pero no hablo de la palabra gráfica. Sino del concepto, o la idea que tenemos.

Equilibrio.

Sé que posiblemente sea una falta de respeto nombrar esta parte de la historia así. El accidente nuclear de Chernóbil fue devastador, y aún a día de hoy sigue siendo un peligro. Sin embargo, es totalmente justificable el nombre.

Fue una etapa horrible. Llena de toxicidad pura, en su máximo esplendor.

Quisiera decir que no hay personas temporales en este cuento, pero, es que ni siquiera es un cuento. Es una historia tan real como tú y como yo. Son mis memorias.

Idaly, Kiara, Akira y más nuevamente, Lea. Pues así está la cosa.

Los encuentros con los exnovios se volvieron demasiado recurrentes. Odiaba eso, me hacían sentir mal tercio. Pero, siempre era lo mismo «ya no somos novios».

Tengo la culpa. Tengo toda la estúpida y jodida culpa de tener un buen corazón y dejar que el acceso a él sea tan sencillo.

No puedo explicarlo, pero, de alguna forma, comencé a estar ahí para Lea. Platicaba conmigo sobre Kedar y yo la escuchaba. Estuve ahí para ella; y la forma en la que me pagó todo aquello no se puede ni comparar con los pecados de Satán.

La infidelidad, las mentiras, el engaño. Todo eso va de la mano.

Como dije, yo escuchaba a Lea mientras ella me contaba sus problemas en cuanto a su relación. Escuchaba atento, sin embargo, aún no podía aconsejarla, pues yo no había pasado por algo así. Es un misterio el por qué, pero se dice por ahí que discutían mucho. Eso ya lo había comprobado.

Ida estaba feliz de que pudiera ayudar a alguien. Pero le preocupaba que no pudiera ayudarme a mí mismo. Es por eso que quiso cooperar y ayudar con Lea.

-Me gustaría ayudarte a ayudarla.

-Gracias Ida, pero, ¿por qué? Si nunca te interesaste en ella. Y sabes lo que hacían en primer año.

-Todos merecen una segunda oportunidad Eros.

Todos menos ese tipo de niños. Como me encanta recalcar lo mucho que dolió todo aquello.

Una mañana, estábamos de lo más normal. Ida y yo decidimos que, si ambos apoyábamos a Lea, sería más fácil para ella soltarse y confiar. Tal vez incluso nos diría el porqué de su rompimiento. Gran error.

-Lea, tuve una idea-dije.

-¿Ah sí?, ¿cuál?

-Creo que si Idaly y yo...-me interrumpió justo antes de terminar lo que estaba a punto de decir.

-Detente ahí, chico. Lo siento, ya sé por dónde vas, pero, no quiero que nadie más se involucre en esto.

-Porque no quieres ser una carga para ellos, imagino.

-¿Qué? Jaja. No. Porque no les importa lo que me pase. Gente chismosa.

-Ya veo-estaba desconcertado. No era la respuesta que esperaba-entonces, ¿seguimos sólo tú y yo?

-Por su puesto.

Fui a contarle a Idaly lo que Lea me había dicho.

-Vaya, parece ser que trae algo contra mí.

-¿Por qué lo dices?

-No, por nada.

-Ida...-dije con uno de esos que te dicen «ya sé que algo pasa. Mejor dímelo antes de que lo averigüe».

Amor, el karma inevitable [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora