Capítulo 24. Guía de los condenados

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-Así que, ¿Cómo te sientes? - cuestionó Marielle, quien trataba de hacerme plática después del funeral de nuestro amigo.

Habían pasado 3 días del accidente y el funeral había sido temprano.

Suspiré-no lo sé, no tengo ganas de hablar.

-Comprendo, Eros, pero, sabes que no fue tu culpa, ¿cierto?

-Por supuesto que sí lo fue-me levanté de la silla-. ¡No pienso quedarme a discutir esto y menos ahora que Danel no está! - saqué el dinero de mi cartera y lo dejé en la mesa.

Me alejé caminando hacia la playa, podía vernos ese día en el mar jugueteando y riendo juntos.
Quería llorar, pero no pude, no me atrevía o, simplemente, no podía.
Las lágrimas se habían secado, en cambio, el mar donde alguna vez habíamos estado juntos seguía presente.

-Lo siento-musité-. Siento haberme distraído y no haberte podido salvar a tiempo...
Trataba y trataba y no podía enjugar ni una sola lágrima.

Tal vez las lágrimas son saladas porque son un mar de emociones.

Danel había sido arroyado por un auto, en la calle que se encontraba frente al almacén de la explosión.

Buen, tal vez, después de todo, los accidentes no siempre son por casualidad.

Caminé hasta mi casa, había dos autos.

Entré y ahí estaban, Cassandra y mi padre, abrazados, viendo la televisión.

-Hola.

-Hola, hijo, ¿cómo te fue en el funeral de tu amigo?

-Bien, gracias. ¿Qué tal Cassandra?

-Me alegro de verte-respondió.

-Gracias-miré hacia las escaleras-. Iré a mi habitación.

-¿No quieres comer algo? -interrumpió mi padre.

-Estoy bien, gracias.

Caminé hasta mi habitación, abrí la puerta; el cielo nublado abrumaba mi cabeza.

Danel ya no estaba, se había ido. Aún no lograba asimilar que no volvería a ver a mi mejor amigo.

Me eché en la cama, tomé mi celular, había mensajes en el chat grupal.

Todas trataban de animar el ambiente.

Dejé mi celular a un lado, me di la vuelta y cerré los ojos.

Lograba escuchar los sonidos del momento del accidente.

Mientras recordaba lo ocurrido, alcancé a distinguir el rostro de Landon en mi memoria fotográfica.

Alguien había hecho que Danel se distrajera y se cayera a la acera.

Alguien había provocado el accidente.

Me prometí que encontraría al culpable.

Lunes 3 de abril

Me levanté como de costumbre para ir a la escuela. Ese día le harían una ceremonia de despedida a Danel.

Como sus amigos, debíamos de llevar flores para ponerlas en su foto.

Las había comprado el día anterior, después del funeral.

Me subí al autobús, todos me miraban atentos. Sabían quiénes eran sus amigos.

La noticia no tardó por correr en toda la escuela.

No era extraño que los rumores se esparcieran allí.

Amor, el karma inevitable [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora