Recuerdos tormentosos

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ENITH.

Recuerdo con claridad el día en que el abuelo me lo presento, el día en que conocí a esa escoria humana al que tendría que llamar tío. Se lo dije, le dije que tenía un mal presentimiento, pero me ignoro. Todos me ignoraban.

Tenía una mirada maliciosa.

Una mirada que me prometía noches sin dormir.

El primer día que se quedó en la casa de mi familia dormí con el pestillo en mi puerta, cada una hora rondaba los cuartos de mis hermanos para luego volver a la mía, fueron varias rondas hasta que el me descubrió, me siguió alcanzándome en el instante que iba a cerrar la puerta.

Recuerdo sus palabras perfectamente, ese acento alemán tan marcado que me produjo escalofríos.

"No creas que eres inteligente, solo eres una niñata insolente, cuidado con lo que haces"

Desde aquella vez fue que tuve cuidado, me escabullía de su mirada, jamás permití que se acercara a mis hermanos, incluso le dije a Ryan, el hermano que me seguía, el me ayudo en mi labor de alejarlos de él, papá muy pronto se dio cuenta de ello. Le mentí, le dije que no me apetecía acercarme a él, pero no sabía lo que vendría después.

Me envió a su casa. Me obligo a mudarme con él para mejorar nuestra relación.

Le tuve rencor, mucho, mucho rencor, no se detuvo ante mis suplicas, me dejo ahí varada frente de aquella fría mansión. No tuve mayor oportunidad, me adentré con la mayor mueca de asco que pude realizar, Louis me esperaba, tenía una sonrisa de satisfacción en su rostro.

Solo era una estúpida e insegura adolescente, me deje llevar por mi enojo, le contradecía todo lo que salía de su boca, me la pasaba fuera, estudiaba hasta que mi cabeza comenzaba a darme vueltas, me apunte a todas las actividades extraescolares que pude, incluso pague una membresía en un gimnasio donde iba cada tarde, regresaba de noche, no quería verlo.

Recuerdo que un día regrese a ese lugar, el olor a textil quemándose llego a mis fosas de inmediato, un humo oscuro se elevaba desde el patio trasero, mi curiosidad me llevo a ir ahí, estaba quemando mi ropa.

Intenté acercarme, pero sus escoltas me retuvieron, cuando ya no quedaba tela que recuperar me soltaron, corrí hacia mi cuarto con las lágrimas acopladas en mis ojos, cuando abrí mi armario encontré ropa nueva, mini faldas, tops, vestidos que me llegaban muy arriba de la rodilla, no le di lo que quería.

Vestí con el mismo maldito conjunto por semanas.

Me lanzo dinero al rostro, tenía una mueca de enojo que me hizo sentir triunfante, fui esa misma tarde y me compré ropa dos tallas más que la mía. El resto lo doné a un orfanato, creí que se había rendido conmigo.

Dormía a ratos, tenía una pesadilla como la mayoría de las veces, cuando me desperté la oscuridad me cobijo ferozmente, intenté mover mi brazo para encender mi lampara, pero no pude.

Estaba atada.

El aire comenzó a faltarme, tena una bolsa en la cabeza, me ahogaría.

Cuando la retiraron estaba al borde de un ataque de pánico, estaba en una habitación que jamás había visto, frente a mi estaba una pantalla gigantesca. Sujetaron mi rostro mientras ponían un artefacto en mi nuca, ya no podía cerrar mis ojos.

Comenzó a reproducirse uno de los videos más crueles que debí ver jamás en mi vida. Mostraba los abusos sexuales de un hombre de cincuenta años que le propinaba a su hija de tan solo unos años, era brutal, llore, grite, patalee, nadie me ayudo.

Me prometí que nadie jamás me obligaría a hacer algo que yo no quisiera.

En esa mansión pase las peores cosas que una niña puede pasar, tanto psicológicamente como físicamente.

Código a tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora