2|El macabro plan de Bill

31.5K 2.2K 1.7K
                                    

Diana

Me despierto de golpe cuando siento que alguien me sopla la oreja. Al abrir los ojos no veo nada, mi vista está nublada y apenas puedo distinguir en dónde estoy acostada. Es un colchón inflable en el cuarto de hotel y escucho a lo lejos como Tom grita.

¡Qué asco dan! —azota la puerta del –creo– cuarto de Bill. Me mira cuando alzo una ceja, indignada—. Tú sólo un poquito.

Le resto importancia y dejo caer mi cabeza de nuevo sobre el colchón. Siento un mareo y unas intensas ganas de vomitar, mi boca está seca, algo dentro de mi cabeza punza con fuerza.

—¡Shhhh! —Bill sale de su dormitorio con una cara seguramente mucho peor que la mía, su cabello está despeinado y sólo tiene abierto un ojo—. Se puede saber, ¿por qué carajos gritas?

—Estás asqueroso —no alcanzo a mirarlo pues está de espaldas, pero puedo imaginar la cara que tiene.

—Sí, muchas gracias —Bill rueda los ojos—. Aunque deberías ver a Georg.

Se ríe, y como si lo hubiese invocado Georg aparece de la nada.

—Ya lo he visto —lo señala con toda su mano.

Georg llega y se sienta sobre el colchón en el que estoy acostada, me da unas palmaditas en la pierna, lo pateo de vuelta y me gruñe.

—Cuanto amor, bestia —después de decir eso, se lanza sobre mí y me abraza.

—¡No! ¡Hazte a un lado! —lo empujo—. ¡Mi maldito espacio personal!

Escucho un sonidito de besos que salen de su boca, lo empujo todavía más fuerte. Para cuando se da cuenta que Tom y Bill nos miran fijamente, le meto un patadón mientras está distraído y se queja bastante audible.

—¿De verdad se emborracharon? —pregunta Tom.

—¿Tú qué crees? —Bill me señala y yo solo puedo gemir por el dolor de cabeza. Veo que Tom apaga la luz y mi dolor disminuye un 0.0001%—. Sobre todo Dian, se la pasó bomba.

¿Qué?

—¿Qué? —Tom cuestiona en voz alta, yo me muerdo el labio tratando de recordar algo.

—Pues...

Y Bill comienza a contar todo lo que hice ayer.
Al parecer me bebí medio litro de vodka, canté en el ridículo karaoke y metí la mitad de mi cuerpo a una piscina llena de –arcada– ropa interior de desconocidos. Me quiero morir de la vergüenza y creo que todos lo notan.

—No fue tan malo, Di —Georg se encarga de darme apoyo emocional proporcionando unas palmaditas a mi adolorida espalda—. Bill llegó antes de que cometieras una locura.

Observo el control remoto volar por encima de mi cabeza y cae en el hombro de Georg.

—No, no, no —me sujeto la cabeza con ambas manos, la desesperación se apodera de mí, miro a Bill con terror y junto mis manos en una petición—. ¿Qué hice, Bill? ¿Qué hice? Dime qué hice.

Bill mueve su mano en el aire, tratando de decirme «no te preocupes» pero ya me estoy preocupando. Me levanto del colchón y casi caigo sobre Georg, Tom toma mi mano y me ayuda a estabilizarme. Mientras me acerco a Bill, Tom sigue con las manos a mi alrededor por si decido tener un colapso.

Al diablo las rubias. 「𝐭𝐨𝐦 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora