37|Duraznos y miel.

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Diana.

Una mujer embarazada pasa por nuestro lado y aunque los vidrios son polarizados, me entra ese pequeño miedo de que alguien nos vea.

—El sexo en el auto no es bueno, te lo dije —murmura Tom besando mi mandíbula—. Pero tenemos suerte de estar muy cerca de tu casa.

Me separo de él —Vámonos.

Tom me ayuda a volver a mi lugar y sin dejar de sonreírme, arranca el auto y nos encaminamos hacia mí apartamento. Me siento un poco triste porque no sé en qué acabará la película.

El camino es una completa tortura, mi corazón late enloquecido e intento con todas mis fuerzas permanecer quieta y no pensar mucho en lo que va a pasar cuando lleguemos. Gracias al cielo no hay mucho tráfico, así que no me da tiempo de arrepentirme de nada. Tom estaciona cerca del edificio y bajamos rápidamente del auto, me toma de la cintura y pega mi espalda a su pecho.

—Vas a suplicarme por más, Di -suelta en un murmullo profundo—. Te lo juro.

[...]

((Si no te gusta este tipo de contenido o te causa incomodidad, evita leer el capítulo. No hay nada trascendental del fic en las siguientes páginas)).

*Pongan y léanlo con una canción sensual, yo recomiendo la que me inspiró: "A little death" de The neighborhood.

Cierro la puerta de mi apartamento como puedo, antes de darme cuenta, Tom me toma de la cintura y me da la vuelta para después juntar nuestros labios en un beso apasionado. Sus manos recorren el trayecto desde mi cintura hasta mis caderas y mi trasero. Con mis manos intento sentir hacia dónde vamos, pero Tom no me lo permite porque me pega a la pared y empieza a dejar besos delicados por mi cuello, su lengua sale y siento como recorre cada parte sensible de mi piel descubierta, de repente succiona lentamente y yo solo puedo suspirar en el aire.

—¿Alguna vez te dije que mi fantasía es hacerlo sobre la mesa? —susurra contra mis labios y no puedo evitar reírme, porque de hecho, Tom tiene un millón de fantasías.

—¿Esa qué número de fantasía es? —bromeo, toma mis muslos entre sus manos y me carga, instintivamente enredo mis piernas en su cadera y Tom lleva sus manos a mi trasero otra vez, donde aprieta y me pega más él.

—No sé, no importa —deja un beso detrás de mi oreja y antes de hablar, muerde mi lóbulo delicadamente—. Todas voy a cumplirlas contigo.

Me despega de la pared y mientras continúa besando mi cuello vuelve a caminar, veo el marco de la puerta de mi habitación y entonces en segundos estoy sentada en su regazo con las manos firmemente puestas en sus hombros. Tom comienza a moverse lentamente hacia delante y hacia atrás, haciendo que su entrepierna entre en contacto con la mía, aún no estoy tan nerviosa porque esto ya lo hemos hecho antes. La habitación se llena de mis suspiros cuando sus movimientos se vuelven un poco más rápidos, lo empujo a la cama y cae sobre su espalda. Recorro con mis manos su abdomen y coloco mi mano lentamente sobre el cierre de su pantalón, Tom suspira y yo comienzo a mover mi mano poco a poco.

—Dian —gime y no puedo evitar acercarme a él para besarlo, aún moviendo mi mano por encima de su ropa. Siento a la perfección su longitud y escuchar los ruidos que hace me provoca un cosquilleo en mi vientre.

Sin darme cuenta ahora yo estoy recostada sobre mi espalda en la cama. Tom se acomoda sobre mí, sus labios van a mi clavícula dónde deja suaves besos. Sus dedos toman el filo de mi blusa y comienza a deslizarla fuera de mí lentamente, se separa tan sólo unos segundos, que utiliza para quitarse la camiseta. Sus besos empiezan a descender hasta llegar a mi sujetador, me levanta suavemente y quedo sentada en la cama. Sin dejar de mirarme lleva sus manos detrás de mi espalda y siento como poco a poco desabrocha el sostén, el roce de sus dedos en mi espalda desnuda me provoca escalofríos, mis manos tiemblan por la anticipación y bajo su indescifrable mirada me fundo en un mar de emociones negativas. ¿Y si no es suficiente? Él ha estado con millones de mujeres hermosas y puede, muy probablemente, que no esté al nivel de todas ellas. Mi corazón retumba en mi pecho y mis brazos se aprietan a mis costados para evitar que el sujetador se deslice.

Al diablo las rubias. 「𝐭𝐨𝐦 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora