28|En el principio otra vez.

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Diana.

Despierto apenas unas horas después, me duele la cabeza y el cuerpo, pero lamentablemente puedo recordar cada cosa que sucedió anoche, sobre todo, el beso de Bill. Pasé gran parte de la noche pensando en qué iba a decirle, qué íbamos a hablar, qué iba a suceder ahora que tenía esta extraña cosa con Tom. ¿Por qué? ¿No era Bill el que quería ayudarme con todo esto de conquistar a Tom? No entiendo en qué momento fue que pasó de ayudarme a...no importa. ¿Y si solo estaba muy borracho? Tal vez está hormonal o yo que sé. Por favor, señor, que sea sólo eso.

Salgo de la habitación como si acabara de sobrevivir a una epidemia de muertos vivientes y para mi grandísima suerte me encuentro con Tom. Me sonríe con la boca cerrada, pero por alguna razón lo encuentro muy tierno, intento sonreír pero es muy probable que por la tensión en mis hombros se de cuenta de lo incómoda que estoy. No por él, sino por Bill.

—¿Qué tal, Di? —levanta las cejas en un saludo simple y yo respondo con un gesto de mi mano y la misma sonrisa tensa—. ¿Recuerdas algo?

Sí, la verdad es que quisiera no recordar algunas cositas, pero aquí andamos, con la memoria más fresca que cuando entras a un Oxxo en la playa.

—Sí —se me salen varias risitas nerviosas, las que ya sabemos que parecen que algo me está dando mucha gracia pero en realidad lo que menos siento ahora es gracia. La verdad, siento muchas ganas de comer cereal con amoniaco, umm, qué rico—. ¿Vamos a desayunar?

—¿Estás cambiando de tema? —inquiere con diversión, yo niego, pero eso sólo hace que suelte una risa que parece más una exhalación. Se acerca a mí lentamente y yo intento retroceder, ahora mismo no quiero estar cerca—. Podríamos hacer memoria, si quieres.

Y antes de que pueda llegar más cerca, Bill sale de su habitación, Tom suspira cansado y se da la vuelta para mirar a su hermano.

—Buenos días —saluda Bill, no puedo mirarlo a los ojos, aunque tampoco puedo mirar a Tom, así que me concentro en el cuadro de la mujer semidesnuda a mi izquierda. Vaya, que interesante pose.

—Buenos días —responde Tom muy animado, no tengo idea de qué hacen, pero el silencio me dice que están esperando a que yo también responda.

Separo mis ojos de la pintura con dificultad, los observo, me observan, espero, esperan y sé que pueden sentir lo incómoda que estoy, probablemente ambos tengan ideas completamente distintas del porqué.

—Buenos días —murmuro con una sonrisa apenada, es suficiente para ellos y deciden darse la vuelta para caminar hacia la cocina, lo que me permite soltar el aire que contengo en mis pulmones de manera desesperada.

Camino detrás de ellos, pero lo más alejada posible, Georg ya está sentado comiéndose unos hotcakes y Gustav está dejando unos cuantos en uno de los platos. Tom y Bill toman asiento en el mismo lugar de ayer, así que claramente yo quedo frente a Tom de nuevo.
El desayuno es muy incómodo, pero el problema es que sólo lo es para mí y claro, para Bill también. Como cuando intentamos tomar la mermelada al mismo tiempo, en cuanto nuestras manos se tocan, alejo la mía tan rápido como puedo, nadie se da cuenta porque están muy concentrados en llorarle al teléfono –Georg–, pensando en Emma muy probablemente –Gustav– y volando en un papalote a tres mil quinientos metros de aquí –Tom–. Pero Bill lo nota y me siento fatal cuando lo veo bajar la mirada con el ceño fruncido. No, no. Eso es lo que menos quiero, que todo entre nosotros cambie y se destruya sólo por un beso que no tiene importancia.

Cuando terminamos de comer le toca a Tom lavar los platos, así que se queda en la cocina y yo me apresuro a regresar a mi cuarto en silencio. Justo en el momento en que llego a mitad de camino, un brazo me detiene y tan sólo por el toque delicado sé de quién se trata. Me giro lentamente y Bill está frente a mí con los ojos más preocupados que alguna vez le vi, trato de calmarme para no ponerlo nervioso a él, pero me es imposible.

Al diablo las rubias. 「𝐭𝐨𝐦 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora