34|Feliz casi cumpleaños.

22.4K 1.6K 1.3K
                                    

Tom.

Estoy que me recontra cago de los nervios.

A ver, iniciemos por el principio. Nuestro queridísimo mánager me jodió todos los preparativos porque resulta que tendremos que hacer una presentación para las premiaciones de no-me-interesa-en-lo-mas-mínimo justo el día del cumpleaños de Dian. Tuve que reorganizar absolutamente todo para que la fiesta fuera un día antes de las premiaciones. Pero no todo está tan perdido porque dado que tendremos la dichosa presentación, voy a poder subir a mi Di al escenario, que en un inicio iba a ser un escenario improvisado por ahí; pero antes de crearme ilusiones tengo que pedirle permiso al manager más adorado por todos.

Tom.
Hey, David.
Qué gusto saludarte, necesito un favor.

David J.
Para lo único que sirvo.

Tom.
Y sí, ¿qué quieres que te diga?

David J.
¿Qué necesitas?

Tom.
¿De casualidad podríamos subir a cantar a alguien durante la presentación del 20?

David J.
Muy gracioso.
Definitivamente no.

Retiro lo dicho, voy a encajuelar a David Jost.

Tom.
¿Por qué no?

David J.
Son PREMIOS, Tom.
No un concierto privado de Tokio Hotel dónde claramente sí podrías subir a alguien.

Tom.
Mmh.
Ok.

David J.
¿A quién querían subir?

Tom.
¿Qué te importa?

David J.
Adiós.

Sí, adiós, maldito mánager que no sirve para nada.
Pues ya está, tocará subir a Di de contrabando al escenario, claro que voy a necesitar la ayuda de mi cómplice más grande. Bill cabronazo Kaulitz. Voy hasta su habitación y toco la puerta tres veces –como es costumbre– para que sepa que voy a entrar, giro la manija de la puerta y no abre. Oh, mírenlo, alguien se ha encerrado en su cuarto para masturbarse. Espera, ¿y si está pensando en Dian? Este hijo de...

—¡Oye! —aporreo la puerta como si mi vida dependiera de ello—. ¿Por qué tienes la puerta cerrada? ¡Bill! ¡Bill! ¡Bill!

La puerta se abre abruptamente y mi doppelganger sale con un ojo cerrado y el otro medio que lo trata de abrir, pero no le sale muy bien, tiene cara de muerto y el cabello desordenado. Ah, pues parece que no se estaba masturbando.

—¿Qué cojones te pasa, Tom? —exclama con esa cara de enojado que lo hace ver todavía más feo.

—Necesito tu ayuda —anuncio y parece que digo «tengo la peste negra» porque el muy cabrón retrocede mientras me mira con una ceja enarcada—. ¿Qué? ¿Qué te pasa?

—No, es que, me sorprende que siquiera me dirijas la palabra —ya vamos con el dramatismo, ¿es de familia o qué?—. Con eso de que te la pasas tan desaparecido estos días.

—He estado extremadamente ocupado.

—¿En qué?

Al diablo las rubias. 「𝐭𝐨𝐦 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora