19|Benditas galletas de avena.

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Diana.

El restaurante-café en el que quedé de verme con Emma está cerca del estudio, así que al principio ella no quería venir pero la terminé convenciendo con mis encantos y por encantos me refiero a que la soborné.
Es un lugar bastante pequeño, tranquilo y minimalista. Me gusta el olor entre el café y la comida, nunca había venido y definitivamente fue una gran idea. Llego como a las cinco al restaurante, pero Emma todavía no, así que tranquilizo mis nervios y la espero.
Ella tampoco tarda mucho en llegar, unos diez minutos aproximadamente y cuando entra por la puerta, medio restaurante se queda boquiabierto. Lleva un hermoso vestido color crema, unos zapatos bajos blancos, un collar de perlas y su cabello rubio está sujetado en una coleta alta.

Me busca con la mirada y cuando me encuentra me sonríe tan reluciente que puedo escuchar el Ka-chow que ni el mismísimo Rayo McQueen puede igualar. Se acerca hacia la mesa y me pongo de pie para saludarla.

—Hola, Di —me da un beso en la mejilla y nos damos un corto abrazo. Señor, yo también soy tu hija, ¿por qué no salí así de bonita? Emma, déjame ser tu mascota o algo—. No sabes el gusto que me dio recibir tu mensaje.

El ambiente con Emma no es denso, ni incómodo, ni una mierda de eso. Aquí me siento tan a gusto como si me recostara en una nube.

Le sonrío —Gracias, me tardé mucho en contactarte.

—¡No te preocupes! Tardaste el tiempo justo—exclama con entusiasmo, me preguntó a qué se refiere con «el tiempo justo» ¿El tiempo justo para no odiarme por arruinar su relación con Tom? Emma toma la carta sobre la mesa y comienza a leer—. ¿Qué vas a pedir tú? 

Me asomo un poco, pero la verdad ya sé que iba a pedir desde que llegué.

—Batido de mango —anuncio y ella asiente conforme. Empiezo a estrujar mis dedos con nerviosismo debajo de la mesa.

—Creo que yo quiero uno de sandía con limón.

Y eso es lo que pedimos, no hablamos mucho de cosas importantes mientras vienen nuestros batidos, simplemente que hace mucho calor estos días, que tardó como dos horas arreglándose porque nada le convencía, le dije que mi maqueta de las moléculas había quedado tan espantosa que cuando la vi me quise arrancar los ojos, también que Corinne –la maquillista– me había enviado un mensaje diciendo que muy probablemente estaba embarazada.

—¿Y tú cómo estás? —cuestiona a mitad de plática, le da un sorbo a su batido y ya siento la terapia venir. Pues para eso vine, ¿no? Ya que.

—Bien —miento—. Bueno, no, la verdad es que no tan bien como me gustaría, pero estoy viva, entonces...—se me sale una risita—...eso es todavía peor.

Se ríe. Le causo tanta risa a la pobre Emma que es posible le llame a un circo y les diga que encontró a su bufón perdido.

—Sí, estoy pésimo —admito, Em asiente y da un profundo suspiro de lástima. Ahora le doy lástima, muy bien, para la próxima le voy a dar asco o algo peor.

—¿Por lo de Tom? —indaga con una voz silenciosa. No, Emma, aquí no mencionamos a Voldemort. Pasan unos segundos antes de que yo asienta con la cabeza—. Sí, me lo imaginé.

—¿Viste la noticia? —casi lloriqueo sobre la mesa cuando lo pregunto.

—Sí, todo Alemania la vio —se burla, pero se da cuenta que tengo más ganas de llorar que de reírme—. Cuando leí la nota creí que hablaban de ti. Me decepcionó mucho ver que no era así.

Sí, imagínate yo, Em. Me sentí como si tres camiones llenos de semento me pasaran por encima.

—Bueno, ¿qué te digo, Em? Así es la vida —mi batido está casi a nada de terminarse, así que me pongo a jugar con el popote.

Al diablo las rubias. 「𝐭𝐨𝐦 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora