Diana.
—¡No lo hiciste! ¡No te creo! —Tom sigue conduciendo, pero yo no puedo parar de golpear su brazo repetidas veces porque no le creo ni una mierda. El muy desgraciado solo se ríe como si fuera la cosa más graciosísima del mundo mundial, pero yo estoy a punto de sufrir un ataque de histeria—. ¡Tom! ¿De verdad lo hiciste?
—Esta es la...—aleja su mano derecha del volante y pretende contar con sus dedos—...vigésima cuarta vez que me lo preguntas, así que por vigésima cuarta vez la respuesta es sí.
—Pues no te creo —me cruzo de brazos mientras lo miro mal. Que mal me cae este hombre, algunas veces desearía no estar enamorada de él para poder arrollarlo con un autobús sin remordimiento alguno.
Tom suspira y sin despegar la vista del camino, abre la guantera dónde hay un sobre perfectamente cuidado, me lo extiende y con su cabeza lo señala para que lo abra. Con desconfianza y con mucha delicadeza también, abro el sobre negro tratando de no romperlo porque, pues porque está muy bonito. Al final, hay otro papel adentro pero mucho más grueso y rígido.
CERTIFICADO DE REGISTRO DE ESTRELLA
Declaramos que esta estrella en
LA OSA MAYOR
Con las coordenadas
*****
Está oficialmente registrada en el Registro Internacional de Estrellas comoDIAN MARTEN.
Alguien golpee mi cabeza contra un tronco porque esto no puede estar pasando. Porque es imposible que una estrella tenga mi nombre y es el doble de imposible que Tom Kaulitz se lo haya puesto. Grito internamente, pero en realidad no puedo hacer nada más que mirarlo con la boca abierta.
—De verdad lo hiciste —musito, de alguna manera sigo sin poder creerlo, Tom sonríe orgulloso y yo no entiendo cómo es que supo que me gustaría. Porque claro que me ha gustado, por dios, es una maldita estrella. ¡Con mi nombre! Respira, Dian, respira—. ¿Cómo sabías que me gustaría una estrella con mi nombre?
—Mientras hablaba con Mack salió el tema de su cumpleaños y cuando pregunté sobre la estrella a la que le pusiste su nombre, como me dijiste aquella vez de la Sex Shop —explica con mucha calma mientras conduce—. Ella dijo que nunca sucedió nada de eso, excepto lo del carruaje, que por cierto, qué cursilería tan grande fue esa, Dian Marten. Bueno, luego yo pensé: ¿por qué Di habría sacado lo de ponerle el nombre a una estrella de la nada? Supuse que tal vez porque eras tú la que quería algo así.
—Eres muy inteligente cuando quieres.
—Voy a fingir que no escuché eso.
Tardamos aproximadamente media hora en llegar al mirador, ya ha oscurecido por completo y desde aquí –incluso dentro del auto– las estrellas iluminan tanto como la luna que está en su etapa denominada "Gibosa creciente". Tom estaciona el auto justo frente a un balcón de piedra, antes de salir del auto enciende la radio y sube el volumen tanto como puede, escucho "Stand by me" de Ben E. King. Lo sigo fuera del auto, totalmente fascinada por lo precioso que es el paisaje. Al estar frente al auto, extiende su mano hacia mí para que la tome y cuando lo hago, se sienta sobre el capó del auto y me atrae hacia él, quedando mi espalda recargada en su pecho mientras me abraza.
Me siento en algún tipo de ilusión, porque la vista, Tom, yo, las estrellas, todo parece completamente fuera de la realidad. Incluso el cómo me siento ahora mismo es una extraña sensación de estar flotando.
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Al diablo las rubias. 「𝐭𝐨𝐦 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 」
Hayran KurguDiana Marten es todo menos rubia, y es una lástima porque está enamorada del tipo al que sólo le atraen las chicas con cabello de oro. Tom Kaulitz ha salido con muchísimas mujeres: asiáticas, europeas, americanas, pero su verdadera kryptonita son l...