¿ESTÁS seguro de que no quieres venir conmigo?
Bright entrecerró los ojos, cegado por el sol, mientras miraba a la mujer que había metido en la piscina de su yate, que se había quitado la parte de arriba del bikini. Sus pechos flotaban en el agua, pero tenía la melena rubia seca.
-No, gracias.
Si quería nadar, lo haría en las aguas cristalinas de aquella zona del mar de Grecia. Además, cuando él nadaba lo hacía para ejercitarse, no en una piscina que se cruzaba de un lado a otro en seis brazadas.
Pensó que el problema era que no quería estar con aquella mujer. Cuatro días había sido suficiente para recordar que no le gustaba el parloteo sin sentido. No se podía mantener con ella conversaciones estimulantes ni tenía sentido del humor.
Bright frunció el ceño. A todas les faltaba algo. El problema, tuvo que admitir, era él, no ella. Había evitado tener relaciones profundas e implicarse emocionalmente desde que tenía uso de razón. Y se había pasado la vida con mujeres dispuestas a admitir esas restricciones, que disfrutaban pasándolo bien, pero él se sentía cada vez más inquieto e insatisfecho.
Había invitado a Liv y a su amiga al yate de manera impulsiva, pero en vez de estar disfrutando de su compañía, sólo las estaba evitando.
-Si no quieres bañarte, puedo darte un masaje - le propuso ella, ladeando la cabeza.
Bright se estremeció. Lo que quería era que lo dejasen en paz. No quería que aquellos dedos huesudos se clavaran en sus hombros como preludio a una sesión sexual que lo dejaría todavía más vacío de lo que ya se sentía. Si necesitaba un masaje, se lo pediría a su entrenador personal y masajista, que también estaba a bordo.
- ¿O prefieres otra cosa? Insistió ella con voz sensual.
Bright se giró y vio como su otra invitada salía del interior del yate contoneándose. Llevaba el pelo largo suelto e iba desnudarte debajo del caftán bordado con pedrería casi transparente.
La vio mirarlo de reojo y esbozar una sonrisa imitadora y hambrienta, aunque Bright sabía que, en realidad, sólo le interesaba su dinero.
Contuvo un suspiro. Estaba siendo injusto. Tenía lo que se merecía. Había sido un error invitar a Liv y a Lene a aquel viaje. Les había dejado claro que solo se trataba de divertirse, tener sexos y disfrutar del lujo, todo de manera temporal, pero era evidente que ellas pensaban que el término temporal era negociable.
En todo caso, Bright no podía permitir que albergara ninguna esperanza. Solo de pensarlo, se le ponía el vello de punta.
-Tal vez prefieras estar con las dos a la vez -le sugirió Lene, quitándose el caftán y dejando al descubierto su elegante cuerpo antes de meterse también en la piscina- ¿Quieres que empecemos Liv y yo y luego te unes?
Alargó la mano y la pasó por el cuerpo desnudo de su amiga. Ambas mujeres lo miraban fijamente y Bright sintió el peso de su interés. No lo deseaban a él, solo deseaba complacerlo para que las mantuviese a su lado o, tal vez, en un momento de debilidad, las convirtiese en sus amantes durante un periodo de tiempo más extenso.
Él sonrió y se quitó las gafas de sol. Ella esbozó también dos sonrisas perfectas y se acercaron más la una a la otra. Lo que no sabían era que su sonrisa ocultaba una sensación de disgusto. Disgusto con él mismo por lo que estaba ocurriendo.
¿Cómo había podido pensar que podía divertirse con aquellas dos mujeres? La situación no era en absoluto divertida. Él había sabido cómo eran antes de que subieran al yate, lo mismo que ellas habían sabido cómo era él: un hombre rico, al que no le gustaba aburrirse y que no quería ataduras.
-Gracias por la invitación, señoritas - les respondió, poniéndose en pie.
Ellas recorrieron su cuerpo con la mirada y él pensó que tal vez el interés que sentían por su cuerpo no fuese tan fingido, pero eso no cambiaba nada. Aquello no iba a funcionar.
-Disculpadme, pero me ha surgido un imprevisto.
Señaló hacia su despacho, del que había salido solo unos minutos antes, para hacerles pensar que tenía que trabajar y para que así, cuando les dijese que tenían que marcharse de allí, pudiesen hacerlo con algo de dignidad.
-Pasadlo bien. Yo me temo que tengo que volver a Atenas hoy mismo - les anunció - Mi helicóptero os dejará en tierra antes de que anochezca, o más temprano, si lo preferís. Desde allí, un coche os llevará a donde queráis. Gracias por vuestra compañía, ha sido memorable.
Dicho aquello, se dio la media vuelta y atravesó la cubierta mientras las dejaba boquiabiertas dentro de la piscina. Su eficiente secretaria apareció justo cuando Bright llegaba al otro lado del barco. Siempre estaba allí cuando la necesitaba.
-Organízalo todo, por favor, Manoli. Y compra les un regalo apropiado a cada una.
Luego, clavó la vista en la pequeña isla que había aun par de kilómetros de distancia. Respiró hondo para ver si el aire saladoaliviaba el sabor amargo de su lengua y después se lanzó al mar y empezó anadar.
ESTÁS LEYENDO
PARAISO COMPARTIDO
RomanceJuntos, los dos solos, en el paraíso... ¡hacían que subiese la temperatura! Bright Doukas se sintió sorprendido y fascinado al conocer al biólogo marino Win Georgiou en una isla desierta en Grecia. El cínico multimillonario se había sorprendido a sí...