CAPITULO 14

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VARIOS días después, Win se tomó un par de horas libres para ir a primera hora de la mañana a su islote preferido. Necesitaba estar solo.

Desde que había vuelto a ver a Bright, no había conseguido estar tranquilo, ni siquiera cuando estaba trabajando, y solo podía pensar en él.

En aquella playa podría pensar en su futuro como padre soltero. Todavía no había empezado a notar cambios físicos, pero no tardarían en llegar. Tenía que prepararse para el bebé.

–Hola, Win –dijo una voz profunda a sus espaldas.

Él se giró y dio un grito ahogado. Era Bright, tan alto y guapo como siempre, pero con un aspecto diferente, triste y sombrío.

–¡Bright! ¿Qué te pasa? –le preguntó, haciendo amago de ponerse en pie, pero él le hizo un gesto para que se quedase dónde estaba y se sentó a su lado.

–Tengo el resultado de las pruebas –le contestó él–. Lo siento. No merecías el comportamiento que tuve contigo aquella noche en la que me dijiste la verdad. Te traté muy mal.

–Sí.

–Lo siento mucho. Necesitabas mi apoyo, no mi ira.

El asintió.

–Nunca te mentí, Bright. Siempre fui honesto contigo.

–Lo sé –admitió él–, pero quise convencerme de que eras como las demás personas, que querías aprovecharte de mí. Ahora sé que no es así.

–Porque no querías un hijo.

Él asintió, pero no dijo más.

El esperó a que Bright le diese una explicación. Debía tener un motivo para haber pasado de ser un amante cariñoso y considerado para convertirse en un fiero enemigo en un abrir y cerrar de ojos.

–Te apoyaré –le dijo él, mirándolo a los ojos solo un instante.

–¿A qué te refieres? ¿A darme dinero? –le preguntó el, que no quería su dinero, pero no podía negar a su hijo la posibilidad de que Bright lo ayudase cuando fuese mayor–. ¿O apoyo moral? ¿A formar parte de la crianza del niño?

Él apretó la mandíbula con fuerza.

–Yo no estoy hecho para ser padre, ya te lo he dicho, pero puedo darle todo lo demás: dinero, seguridad, una casa...

–Yo ya tengo una casa. Viviremos aquí, con mi padre y con Doris.

–¿Y tu carrera? Aquí no puedes trabajar como biólogo marino.

–No tengo elección –le respondió el–. Al parecer, mi futuro está en el hotel de mi padre.

–Yo os ayudaré económicamente. Puedes contratar a una niñera a tiempo completo y vivir donde quieras...

–No. No quiero tu dinero, Bright. No me voy a oponer a que ayudes al niño después, tal vez para que pueda ir a la universidad, pero es más importante que crezca rodeado de amor que de lujo.

Bright frunció el ceño, pero no dijo nada.

–Sí me gustaría pedirte algo –continuó Win–. Aunque no quieras ejercer como padre, me gustaría que el niño te conociera, que tuviera un vínculo contigo.

La familia era importante para Win.

–Solo te voy a pedir que pases algo de tiempo con él, para poder conocerlo.

–Lo siento, Win, pero no puedo.

–¿Que no puedes? –bramó el–. ¡Querrás decir que no quieres!

–Es mejor así –replicó él en tono duro–. Algunas personas no deberían tener hijos y nuestro bebé estará mejor sin mí.

Fue entonces cuando Win oyó dolor en su voz.

–No estoy de acuerdo.

Él lo miró de nuevo a los ojos.

–Es la verdad –le dijo–. Me ocuparé de que no le falte de nada...

–¡No! –replicó el–. No quiero tu dinero. Quiero la verdad. Me lo debes. ¿Por qué no quieres ser padre? Solo te estoy pidiendo que mantengas una relación con él.

Bright sacó su teléfono y tecleó algo. Luego, pasó la pantalla varias veces, con el ceño fruncido.

–Toma –se lo tendió.

El miró la pantalla sorprendida, luego, a él, pero Bright ya le había dado la espalda. Se trataba de un viejo artículo de periódico que contaba que un hombre de Brisbane había luchado con su exesposa por la custodia de sus tres hijos. El hombre ya había sido denunciado por malos tratos y acoso cuando, una noche, entró en la casa de su mujer y sus hijos, la mató a ella, drogó a los niños y prendió fuego a la casa antes de suicidarse.

Win se estremeció ante la terrible historia.

–No lo entiendo.

Bright se giró hacia a él. Su gesto era grave.

–Recuerdo a mi abuelo. Hizo de la vida de su esposa un infierno. Falleció cuando yo era joven, pero enseñó bien a mi padre. Ese artículo habla de él, del hombre que mató a su familia.

–¿Tu padre? –balbució el, como si fuese incapaz de procesar sus palabras.

–Yo me parezco mucho a él –le dijo Bright–. Y me niego a tener hijos que puedan heredar eso de mí o a hacerle daño a alguien. Por eso no quiero ser padre. Es demasiado peligroso.

–Pero si esto ocurrió en Australia y el apellido de la familia no era Doukas...

–Mi madre era griega, pero nosotros nacimos en Australia. Después de aquello, fui adoptado por mis tíos griegos y tomé su apellido.

–Yo... no sé qué decirte –admitió Win.

Pero, en vez de apartarse de él, se acercó más y le agarró las manos. Bright tampoco pudo retroceder. Lo miró a los ojos y no pudo apartar la vista de allí.

–Me alegro de que sobrevivieras, aunque imagino que ha sido muy duro.

Él cerró los ojos y permitió que sus brazos lo rodeasen. Lo deseaba demasiado. Quería la alegría y la luz que Win había llevado a su vida. El enterró los dedos en su pelo, lo besó suavemente. Él separó los labios y disfrutó con su sabor dulce y especiado. Se perdió por un instante en aquel maravilloso beso y, entonces, se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

–Win, no, no puedo.

–Pero quieres –le dijo el.

–Por supuesto que quiero. ¡No he dejado de desearte ni un segundo! Incluso mientras pensaba que me habías mentido, pero no te merezco, Winnie.

–Tú no eres esa clase de hombre, no eres como tu padre.

–¿Y cómo lo sabes?

–Sé muchas cosas de ti, Bright. Sé que lo que hay entre nosotros no es solo sexo. Sé lo suficiente como para estar seguro de que no eres cruel ni...

–¿Manipulador? ¿Has olvidado que te coaccioné para que fueses mi amante?

–No lo he olvidado, pero yo pude elegir. Podría haberte dicho que no. No me obligaste.

–Lo siento, Win, pero no puede ser. Mis abogados se pondrán en contacto contigo –le dijo, girándose para marcharse.

–¡Espera! –le gritó el–. Quédate solo un día más. Tenemos que hablar de muchas cosas.

–Está bien. Me quedaré veinticuatro horas más –le concedió él.

PARAISO COMPARTIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora