CAPITULO 3

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Win estaba recogiendo las mesas que tenían en la terraza cuando oyó que un barco se acercaba al hotel. Miró a lo lejos y vio que no se trataba de un barco pesquero, sino de una embarcación mucho más moderna.

Por desgracia, no tenían ninguna reserva para aquel día y, además, aquella lancha era demasiado pequeña como para llevar a un grupo de turistas. Win estudió la bahía con la mirada y se dio cuenta de que el yate que había visto el día anterior estaba anclado a lo lejos. Si era alguien que fuese a comprar víveres, ¿por qué no se dirigía hacia las tiendas del puerto?

El motor de la lancha se detuvo al llegar al embarcadero del hotel, alguien lanzó un cabo con pericia, como si fuese algo que estuviese acostumbrado a hacer.

El pasó a la mesa siguiente, pero, en vez de limpiarla, se quedó mirando al hombre que estaba atravesando el embarcadero. Tenia el sol de espaldas, era alto y atlético, con los hombros anchos y rectos. No andaba deprisa, pero avanzaba con rapidez porque tenía las piernas muy largas.

Win sintió que se le erizaba el vello de la nuca. No reconocía aquel modo de andar, pero algo le dijo que se trataba de Poseidón, que estaba casi tan imponente vestido como desnudo. Llevaba puestos unos mocasines de diseño, una camisa blanca de manga corta y pantalones claros.

El se arrepintió al instante de haberse vestido como lo había hecho aquella mañana. Calzaba zapatillas de deporte y vestía unos vaqueros cortos y deshilachados y una camisa negra con la frase: Los biólogos lo llevan en los genes.

Él se detuvo al llegar a la terraza y lo miró de arriba abajo, después, lentamente, esbozó una sonrisa que hizo que a Win se le acelerase el corazón. No obstante, levantó la barbilla e intentó mantener el gesto impasible.

Comprobó que, efectivamente, era muy alto, más que él. No estaba acostumbrado a mirar a los hombres desde abajo, pero la sensación no le disgustó.

-Buenos días. ¿En qué puedo ayudarlo? Él arqueó las cejas, se quitó las gafas de sol y le preguntó:

- ¿No me reconoce?

Y sonrió todavía más, como si aquello le resultase divertido.

-Por supuesto que sí. Nos conocimos ayer – le respondió el con la voz demasiado ronca – Veo que sí que fueron a recogerlo a la playa.

Él asintió sin dejar de mirarlo a los ojos.

- ¿Estaba preocupado por mí?

A él se le secó la boca y se reprendió, tuvo que recordarse que tenía veintiséis años, no dieciséis.

-Que a uno lo dejen en la playa sin nada no es una situación habitual.

La tarde anterior había sentido ganas de volver a la pequeña isla a comprobar que él ya no estaba allí, peor había visto a su padre tan preocupado con los problemas económicos del hotel que no había querido dejarlo solo. Ese era el motivo por el que se había levantado muy temprano a trabajar, para poder volver a la isla esa mañana, a comprobar que el extraño al que había conocido el día anterior ya no estaba allí.

- ¿Qué hace aquí? – le preguntó.

-He venido a verlo.

El no pudo evitar que le gustase oír aquello, pero tuvo la esperanza de que el hombre no se lo notase en la cara.

- ¿De verdad? ¿Y cómo me ha encontrado?

Él se encogió de hombros.

-Sabía que tenía que ser de la zona.

Alargó la mano, en la que llevaba los pantalones que Win le había prestado el día anterior.

- ¿Los ha planchado?

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