Bright había muerto y estaba en el Cielo. Salvo que no creía en el Cielo. Tampoco creía en el amor ni en el destino, ni en nada que no fuese el presente y lo que podía ver, oír, probar y tocar. Estaba tan tenso que le dolió la cara al sonreír.
Deseaba a Win. Todo el. Lo deseaba tanto que sabía que no podía satisfacer aquel anhelo en una tarde, que tardaría días, semanas, en realizar todas sus fantasías.
Sonrió todavía más y le apartó la mano de la cremallera para tomar él el control.
Lo bueno era que iba a tenerlo un mes entero. Sería tiempo suficiente para aplacar sus ansias. Había planeado ir despacio la primera vez que estuviesen juntos, pero bajó la cremallera de golpe, hasta por debajo del ombligo.
Clavó la vista en su pecho perfecto, pero lo oyó dar un grito ahogado y lo miró a la cara. Tenía los labios separados y gesto de deseo. Se relamió al imaginar el sabor de su boca, de su pecho, de su sexo.
Se colocó a horcajadas sobre él, pero sin atreverse a tumbarse encima. Tal vez estuviese desesperado, pero no estaba tan desesperado como para terminar con aquello demasiado deprisa.
Su erección aumentó al pensar en cubrir su cuerpo con el de él, pero, en vez de hacerlo, apoyó una mano en su garganta y después la bajó, apartando la tela húmeda para descubrir el pecho de Win.
Bright era un hombre generoso. Le gustaba dar placer a sus amantes. Agachó la cabeza y tomó el pezón con la boca al tiempo que lo masajeaba con la mano, primero con suavidad y luego con más fuerza.
Win se retorció y lo agarró por los hombros con fuerza. Él sonrió contra su piel, que olía a miel, a hombre caliente y a mar, y apartó la tela del traje de baño por completo. Lo acarició, lo mordisqueó y el gemido de Win estuvo a punto de hacerle perder el control.
Su paciencia era tan frágil como la de él. Así que Bright bajó la mano por su cuerpo, la metió por debajo de la tela mojada y le acarició la entrepierna.
Oyó otro gemido y notó cómo Win levantaba la pelvis, invitándolo a continuar. Bright no dudó. Acarició su entrada, introdujo un dedo, luego dos, y notó cómo los músculos internos de Win lo apretaban. Se quedó inmóvil, respiró con dificultad, se recordó que debía esperar.
Pero él no podía esperar. Levantó las caderas para que la mano de Bright lo acariciase y entonces dio un grito ahogado.
Bright se sintió tentado a dejarse llevar con él, pero quería que aquello durase. Por su propio placer y para que Win supiese que era él quién le provocaba aquella maravillosa sensación, porque, tal vez, fuese el único hombre que podía darle lo que le iba a dar él.
La idea lo sorprendió. Se sentía casi... posesivo. Era algo nuevo, pero estaba demasiado excitado como para pararse a pensar en ello. En su lugar, pasó la lengua una última vez por su pecho y levantó la cabeza para mirar a su Nerites, que tenía los ojos cerrados y gesto de placer.
Pero Bright quería que lo mirase con los ojos encendidos, reconociendo que era él, Bright, quien lo había hecho llegar al Cielo.
Lo ayudó a quitarse el traje de baño y acarició su magnífico cuerpo, siguiendo sus curvas. Tenía la cintura estrecha y las caderas y el pecho simétricos, las piernas muy largas y tonificadas. Bright pensó que iba a disfrutar de cada minuto que pasase con su nuevo amante.
Miró de reojo la bolsa de víveres, en la que también había metido unos preservativos, pero se dijo que era demasiado pronto.
Separó los muslos de Win y se colocó entre sus piernas, inhalando su aroma a hombre saciado, pero no del todo. Con una mano le acarició la pelvis y con la otra el pecho.
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PARAISO COMPARTIDO
RomanceJuntos, los dos solos, en el paraíso... ¡hacían que subiese la temperatura! Bright Doukas se sintió sorprendido y fascinado al conocer al biólogo marino Win Georgiou en una isla desierta en Grecia. El cínico multimillonario se había sorprendido a sí...