CAPITULO 12

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VARIOS días más tarde, estaban en la isla de Egina y Win no podía dejar de sonreír. Desde que se habían marchado de Atenas, todo había sido diferente entre Bright y el. Él estaba atento y apasionado, encantador y divertido, pero, además, había entre ambos algo más que hacía que Win se sintiese emocionado.

No intentó ponerle nombre, porque ya le daba bastante miedo lo que sentía por él. Y no quería pensar que era mutuo para no hacerse falsas ilusiones. Tampoco quería darle importancia al hecho de que Bright le hubiese pedido que se quedase con él unos días más.

Había sido la misma noche que se habían marchado de Atenas, en la cama. No le había pedido que se quedase un número de días determinado, solo que se quedase.

Él había asentido encantado, aunque también le había preocupado estar sin trabajar y sin ver a su padre y, sobre todo, lo que había empezado a sentir por él.

¿Y si Bright jamás la correspondía?

No obstante, no había sido capaz de decirle que no. Sabía que aquel hombre, por enigmático que fuese, era el hombre de su vida. Además, su padre estaba bien y tenía ayuda en el hotel. Y Bright le había prometido parar en la isla para que pudiese ir a visitarlo.

Con respecto a su carrera como biólogo marino, la situación era más complicada. Había dejado su trabajo para ayudar a su padre y le iba a resultar complicado retomarlo. Tendría que haber empezado a buscar, pero por el momento solo podía pensar en el presente y en Bright.

¡Y eso que solo lo conocía desde hacía poco más de un mes!

«Un mes en el que no has tenido el periodo».

1

Estaba delante del maravilloso templo de Afaya, situado en lo alto de una colina, con vistas al mar Egeo, con Bright a su lado, alto y fuerte, cuando se dio cuenta.

Calculó mentalmente las semanas, repasó fechas y sintió que una nube oscura se colocaba delante del sol.

Solía ser como un reloj. Lo que significaba... –Win, ¿estás bien?

Sus ojos verdes se clavaron en él y una mano caliente la agarró del brazo. La preocupación de Bright lo tranquilizó.

–Sí, perfectamente.

No tenía por qué cundir el pánico. Aquel había sido el mes más increíble de su vida, no era de extrañar que los ritmos de su cuerpo hubiesen cambiado. El, físicamente, se sentía igual.

Y aunque hubiese un motivo para que se le hubiese retrasado el periodo, Bright y el no eran dos extraños. Tal vez un embarazo fuese el empujón final para reconocer que tenían una relación más profunda.

No obstante, le costó admitir que podía estar embarazado. Siempre había pensado que cuando tuviese un hijo sería con una pareja estable. No obstante, se estaba precipitando. Se preguntó si en aquel pueblo podría comprar una prueba de embarazo. Respiró hondo para intentar calmarse y esperar, si era necesario, a estar en un lugar más grande para encontrar una respuesta.

Entonces, si descubría que estaba embarazado, pensaría en el siguiente paso. De pie en la cubierta, con una cerveza fría en la mano, Bright se preguntó dónde estaría Win. El sol se estaba poniendo y a esas horas siempre solía estar allí, con él.

Estaba inquieto porque, después de la excursión que habían hecho temprano por la mañana, él se había ido a trabajar mientras Win exploraba solo la otra parte de la isla. Era la primera vez que pasaban tanto tiempo separados, salvo la tarde de Atenas.

Le resultó extraño pensar que se había acostumbrado a tener su compañía y que su ausencia le pesaba. De repente, se preguntó si no se estaría obsesionando con él.

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