EPILOGO

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MIRA, PAPI, mira! ¡Otra! ¿No te parece adorable? Mia esbozó una sonrisa desdentada mientras miraba a Bright y señalaba con el dedo una pequeña tortuga.

–Casi tan adorable como tú –murmuró él.

La niña se echó a reír y se lanzó contra sus piernas, abrazándolas con fuerza.

–Te quiero, papá.

Como siempre, aquellas palabras le encogieron el corazón.

–Y yo a ti, mi princesa –le respondió, tomándola en brazos y haciéndola girar en el aire mientras la niña se echaba a reír.

–Shhh. Las vas a asustar –le advirtió Khao.

Bright se giró y vio a su hijo en el borde del mar, con su abuelo y Doris. Khao era serio y cariñoso mientras que Mia siempre estaba alegre. Los mellizos le daban luz a su mundo, como habían hecho sus hermanos años atrás.

–Prometemos estar callados, ¿verdad? –dijo Mia, y Bright la dejó en el suelo.

Aquello se había convertido en una tradición. Toda la familia iba a la isla de Win cuando las tortugas eclosionaban. Bright había hecho construir una casa en la isla principal, enfrente del hotel de su suegro, y no tardaban nada en llegar hasta allí en barco.

–Gracias, agapi mou.

Win, su esposo, su amor, su vida, lo abrazó por la cintura y él sonrió y se apretó contra él.

–¿Por qué? ¿Por la isla?

La había comprado y la había puesto a su nombre, como parte de una exitosa propuesta de convertir la zona en un parque marino.

–Sí, y por invitar a Gun, Off y los niños a venir la semana que viene, para el cumpleaños. Y, sobre todo, muchas gracias por creer en nosotros, en ti y en mí. Te amo, Bright, no sabes cuánto.

–Tanto como yo a ti, Win. Y doy gracias todos los días por haberte encontrado.

Win lo había salvado de él mismo y le había enseñado a vivir en la luz en vez de en la oscuridad. Allí, en el lugar en el que se habían conocido, Bright se inclinó y besó a su Nerites con todo el amor de su corazón. 

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