FA| Cuando el Ángel y el Demonio se junten, concebirán la vida a un pequeño ángel, el cual caerá sin pertenecer a ningún mundo.
Con dolor y sufrimiento, el Ángel caído prevalecerá, y encontrara ese lugar al cual pertenecer"
Donde Megum...
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El callejón era frío y algo angosto, pero lograron entrar exitosamente sin mucho problema, Momo tenía una sensación ácida en su garganta, nerviosa por la situación.
— Kirishima-kun, ¿Qué hay dentro?
El pelirrojo se tambaleó en los hombros de Iida, pero logró estabilizarse.
— ¿Hay algún rastro de Megumi-san... o de Bakugō?— cuestionó Momo, su corazón palpitaba con fuerza mientras se removía inquieta en el callejón.
Iida la miró de manera comprensiva, luego de haberse expresado de manera concreta de porqué iba con ellos, podía entender qué era lo que sentía.
Momo parecía realmente preocupada, su mente era un revoltijo de emociones que la atacaban de vez en cuando.
Tenían que encontrarla, después de las especulaciones del periodista de la conferencia no podía dejar de sobre pensarlo.
¿Qué tan grave era en realidad toda la situación por la que Megumi pasó ella sola?
¿Qué tan grande era aquel dolor horroroso que cargaba consigo?
Momo nunca lo supo con exactitud, pero sabía que su amiga lidiaba con esos pesados recuerdos todos los días, y le dolía el corazón el saber que podría estar pasando por lo mismo nuevamente, o incluso por algo aún peor.
— ¿Es posible que los tengan aquí también?— Todoroki frunció el ceño mirando con cuestión a su compañera.
— Las posibilidades son bajas, pero aún así... Creo que podría estar aquí...— murmuró mordiendo su labio inferior, sintiendo su garganta amarga.
El medio pelirrojo arrugó la nariz ante la especulación de su compañera, no habían detalles, pero su rostro parecía conocer un secreto especialmente perturbador.
¿Qué estaba recordando Yaoyorozu para poner esa cara?
— Kirishima, ¿Qué ves?— cuestionó, tratando de quitarse de encima la conmoción que le provocó el pensamiento.
— Está sucio. No puedo ver nada...— el aire se atoró en su garganta, perplejo de lo que estaba mirando, sus manos se pusieron frías.
Sintiéndose asustado por lo que veía, se tambaleó hacia atrás por el asombro, soltando un jadeo ahogado.
— ¿Kirishima-kun?— cuestionó Midoriya con confusión.
— ¿Qué pasa? ¿Qué ves, Kirishima?— cuestionó el de ojos bicolores, frunciendo el ceño mientras sostenía los pies de Midoriya cuidando no dejarlo caer.
Pero el muchacho no respondió, parecía tan perturbado, su piel se había tornado pálida, y el sudor frío producto del terror comenzaba a deslizarse por su rostro.
