Capítulo II

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Miguel Ángel realmente no sabe que sucedió

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Miguel Ángel realmente no sabe que sucedió. Pero aquella sonrisa no salió de su rostro ni siquiera cuando llegó a su cama y trató de dormir.

Estaba feliz, aún sentía su estómago moverse inquieto y la adrenalina aún sacudía su cuerpo incluso si ya se acostó.

Se acomodó en su cama, no podía ni siquiera cerrar sus ojos sin pensar en ti, en tu sonrisa cuando él te ganó y cuando le pediste la revancha, o cuando no dudó en pedirle un nombre para su próxima carrera.

T/N...

Tu nombre no dejaba sus pensamientos incluso si quería cerrar sus ojos, no podía dejar de pensar y de emocionarse en la idea de ir a verte.

De volver a verte mientras patinaban y se llamaban uno al otro, con el viento golpeando tu rostro y tu risa apoderándose de cada parte de Miguel Ángel.

Era una felicidad inexplicable que quería volver a experimentar.

Sin darse cuenta, cerró sus ojos pidiendo poder volver a ese lugar con la esperanza de verte nuevamente. Y si antes pensó en que iría una sola vez para recordar, sabe que ahora tenía una excusa para ir siempre que pudiera. Solo si así significaba verte y poder patinar a tu lado.

Y sin enterarse realmente, la mañana había llegado.

Como siempre, como cada mañana, despierta con ánimos. Esta vez, una sonrisa demasiado resplandeciente en su rostro aparece apenas abre sus ojos. Y, a pesar de haber estado hasta tarde la noche anterior, realmente no parecía que tuviera sueño. Estaba de muy buen humor ese día.

Lo primero que hace es el desayuno, preparando la tetera para el té. Hoy haría pancakes, así que con rapidez saca los ingredientes, abriendo también el refrigerador para ver a Gatito Helado.

—Hola, Gatito. – El pequeño minino maulló y ronroneó cuando Miguel Ángel le hizo cariño y lo saludó como siempre solía hacerlo, lamiendo una pequeña parte de él saboreando el sabor del helado. —Tengo tanto que contarte. –

Con ya hartos pancakes preparados, caminó primero hacia el dojo, donde sabía que estaría Leonardo meditando antes de desayunar.

—¡Leo! ¡La comida ya está lista! – Habló sin tocar, Leonardo abrió uno de sus ojos, asintiendo mientras se levantaba y saludaba a su hermano.

—Te ves feliz hoy. – Él asintió. —¿Pasó algo? –

—No, solo hice pancakes. –

—¿Y los pancakes te tienen así de feliz? –

—Si, porque son ricos. –

Luego fue con Raphael que estaría en su habitación haciendo nuevos movimientos con sus sais.

— ¡Raphie! –

—Toca antes de entrar. – Le dijo.

—A comer. –

Dos Mutantes -Mikey2012 Y Tu-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora