"¿Nos volveremos a ver?" Preguntó Miguel Ángel, esperanzado de que su respuesta fuera si.
"Cada que quieras verme, ve a la pista" Le respondió.
Eso motivó a Miguel Ángel, quería verla hasta que pudiera descubrir cada pequeño detalle de ella.
Dos...
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Y con los nervios a flor de piel. Miguel Ángel llegó a la pista de patinaje.
No había podido dormir en casi toda la noche, en su defensa, se sentía inquieto. Muy nervioso y a la vez, lleno de energía sabiendo que tevolvería a ver.
Habían prometido verse una vez más. Y si bien Miguel Ángel quería hacerlo y anhelaba que aquellas juntas jamás se terminen, sabía que tú podrías no querer. Tenía miedo de que al llegar no te viera.
Él quería ver tu sonrisa por más tiempo.
Así que llegó a la pista de patinaje, observandoesperanzado el lugar buscándote.
Estaba vacío.
Su emoción poco a poco comenzó a irse, dejándolo con un agrio sabor de boca mientras miraba la pared donde estaba escrito tu nombre.
¿Habías decidido acaso no volver?
Miguel Ángel hizo una pequeña mueca mientras sentía ese vacío en su pecho.
—¿Me extrañabas? – Reíste recién llegando a la pista.
Miguel Ángel se giró al oír tu voz en una suave risa mientras te deslizabas para llegar a su lado. —¿Pensaste que no vendría? –
Miguel Ángel esbozo una sonrisa, sin poder ocultar la emoción de que te había visto y que habías cumplido tú palabra.
¡Estabas ahí!
Realmente estabas ahí.
No pudo evitar soltar su patineta y correr hacia ti, tomándote por sorpresa cuando te abrazó con fuerza y una extraña necesidad que ni él sabía porque tenía.
Su corazón golpeó con fuerza en su pecho, una gran sonrisa apareció en su rostro y pudo sentir esa emoción de verte.
—¡Si estás aquí! – Dijo emocionado.
Con sus manos tomó tu rostro, podías ver como sus ojos brillaban. Cosa que te hizo sonreír a ti también.
—Dije que vendría. – Dijiste. —No podía no hacerlo. –
—Me alegra verte. ¡Oh! Estaba tan nervioso. – Admitió.
—Yo también. – Reíste tomando sus manos.
Ante eso, Miguel Ángel te vió con adoración.
¿Por qué causabas que quisiera sonreír siempre?
—¡Oh! ¿Qué traes ahí? – Preguntó curioso.
Tomaste el bolso que colgaba de uno de tus hombros, repentinamente te sentiste algo avergonzada.
—Bueno... Cómo hiciste rollitos de canela, Froggy pensó que sería genial que pudiéramos devolverte el gesto y... –
Tus orejas poco a poco comenzaron a bajarse por la vergüenza. Te moviste un poco inquieta antes de sacar una bolsita con galletas decoradas con glaseado y estrellitas de colores.
