"¿Nos volveremos a ver?" Preguntó Miguel Ángel, esperanzado de que su respuesta fuera si.
"Cada que quieras verme, ve a la pista" Le respondió.
Eso motivó a Miguel Ángel, quería verla hasta que pudiera descubrir cada pequeño detalle de ella.
Dos...
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—¿Qué se supone que están haciendo? – Theo entró a la sala, quedaba frente a la cocina y desde donde estaba Froggy, podía verse con claridad lo que ocurría. Claro que Theo no tenía todo el contexto y no comprendía porque tú estabas tan apegada a aquella tortuga.
Froggy rió cómplice, traviesa recordando el secretito que tú amigo, Miguel Ángel, le había dicho.
—Se están coqueteando. – Rió.
—Ugh... No puede ser. – Theo caminó hasta la cocina, fingió toser y los miró con una sonrisa, molestándote especialmente a ti. —Ya dejen de coquetear, hay niños chicos aquí. –
Con rapidez te separaste de Miguel Ángel, mirándolo con unos grandes ojos llenos de vergüenza y tu rostro rojo.
—Sé que se gustan y eso, pero tengan consideración por los que... –
—Yo si lo estaba haciendo. – Dijo como si nada, haciéndote sonrojar con más fuerza, incluso tus orejas se fueron un poco hacia atrás y luego volvieron a su posición. Estabas claramente nerviosa.
—S-Solo sigamos... –
Theo se rió en silencio, llevándose con él a Froggy para dejarlos solos.
Miraste a Miguel Ángel con vergüenza, sin saber que decir o hacer. Aunque él tampoco era diferente a ti, si sabía que quería estar a tu lado y que le gustaba esos ambientes llenos de romanticismo como lo que había sucedido.
—D-Deberíamos ponerle jamón también. – Dijiste mientras aplastabas la masa.
Miguel Ángel asintió feliz mientras tarareaba una canción y hacía su parte de las pizzas. Aunque aún su mente se encontraba en ese momento.
Contigo delante de él.
Con su corazón golpenado en su pecho mientras crecía ese deseo de querer besarte.
Nunca había sentido ese deseo.
Solo hambre de querer comer más pizzas y probar más comidas exóticas hechas por él.
Nunca ese deseo.
Tal vez, solo pensar en eso debía darle la confirmación de que no eras solo una amiga.
—¡¿Y si le echamos más queso?! – Te preguntó luego de esparcir la salsa.
Lo miraste con tus ojos brillosos y asentiste.
—¡Me leíste la mente! –
Aunque tampoco parecía que aquel sentimiento y deseo fuera unilateral.
Miguel Ángel esperaba que sintieras lo mismo que él sentía al verte.
