23 - Ramir: Castigo

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Ramir

¡Hora de huir de manera épica!

Corro por el Only Club, directamente a la salida, pero me choco con un guardia, golpeándome la nariz, así que retrocedo. Lo miro bien de arriba abajo, entonces sonrío, haciendo una acotación halagadora.

—Ah, estás fuertote —opino.

—Gracias, entreno mucho —expresa emocionado el hombre—. Al fin alguien lo nota.

—¿Se puede saber qué es esta conversación? —Llega Exiel, se acerca hasta nosotros, caminando despacio y sonriendo. Se detiene a pocos metros, entonces se cruza de brazos—. Ese no es tu trabajo, Casimiro.

—Exiel —lo menciono con naturalidad y señalo al grandote—. Dile al fuertísimo que me deje pasar, me bloquea el paso.

—¿Puedes dejar de halagarlo? —Mantiene su sonrisa, pero en su gesto, igual se nota su enojo—. Además, no vas a escapar, aunque tengas esa cara bonita, me estafaste.

—Creí que te agradó la confesión.

—¿Cómo sabes? —expresa anonadado.

—Bueno, sonreías más amigable que ahora. —Me río—. O sea, si trato contigo, pareces más interesado.

—¿Qué estás sugiriendo, Miry?

—Que estás celoso. —Vuelvo a reír.

Rueda los ojos.

—Sí, claro —afirma con sarcasmo.

—Deja tu enojo, ¡y sácame de aquí! —Alzo la voz.

Se carcajea.

—¿Por qué le pides eso a tu secuestrador?

Enarco una ceja.

—¿Qué secuestrador?

Frunce el ceño.

—No te vas a ir —dictamina.

—¿Por qué? No es como si Milton estuviera afuera esperándome. Te robé el documento hace rato, él está en una cita con Joselyn. Se fueron al cine, ni creas que nosotros vamos a ir, no hay que interrumpir.

Me observa con un semblante serio.

—No vamos a ir al cine, eso lo dejaremos para otro día. No sugieras cosas que me encantan, hoy haremos algo diferente. —Al fin vuelve a sonreír—. Hoy te voy a castigar.

Pongo las manos en la cintura.

—A ver, pégame.

Se sonroja.

—¿En serio dijiste eso?

—Bueno, es lo que entiendo por castigar —aclaro sin importancia, moviendo los hombros en señal de no interesarme la acotación—. Como sea, debo irme corriendo.

Me giro, pero agarra mi mano, aunque tampoco hubiera podido huir, el grandote sigue en la puerta. Exiel tironea de mi brazo, atrayéndome hasta él, entonces me choco con su torso, alzo la cabeza y me mira de forma intensa, luego acaricia mi mejilla.

—No te asustes —susurra, aproximándose a mi oreja—. No te voy a pegar, te voy a dar amor.

—Prefiero que me pegues —opino tranquilo.

Milton y RamirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora