51 - Ramir: Superhéroe

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Ramir

Siento como si se me hubiera caído un yunque en la cabeza, ¡cómo las caricaturas! Pero no, recuerdo claramente que se rompió un enorme lamparón y Exiel me empujó para que no me diera.

Abro los ojos y tengo tres pares más mirándome con preocupación. Además de uno que es el del doctor. Revisa que esté todo bien, así que se retira.

—Dios, qué susto nos diste —expresa Milton.

—¡Sí! —declara Josy.

—Ni mierda —confiesa enfadado Exiel—. Se andaban besuqueando mientras él moría.

—Tú cállate —lo reprende mi hermano—. Ni pareciera que estabas preocupado.

Observo la mano de Milton que está entrelazada con la de Joselyn y luego miro a Exiel.

—¿Puedo hablar contigo a solas? —consulto.

—Pero Ramir... —se queja mi hermano—. Es su culpa.

—Quiero hablar con él a solas —repito.

—Vamos, Milton —lo convence Josy, así que sonrío.

Una vez que se retiran, miro a Exiel, el cual también está sonriendo.

—¿Qué pasó? —pregunta, luego reacciona—. No te levantes. —Se acerca como puede con la muleta, pero no llega a tiempo y me siento en una mejor posición—. Si querías que te cambiaran el almohadón, lo hubieras pedido.

Continúa enfadado.

—No creo en lo que dice Milton —opino.

—¿Qué cosa?

—Que no estés preocupado, solo lo demuestras distinto.

—¡Claro que lo estoy, casi te matan! —grita, indignado.

Me río.

—Te ves frustrado y lo demuestras con ira —explico.

—¿Te burlas de mí?

—Qué impotencia. —Vuelvo a reír—. Ahora sí me burlo.

—Qué gracioso. —Refunfuña.

—No es tu culpa —aclaro con cariño—. Al contrario, me salvaste.

—No digas bobadas. —Hay un rubor en él—. Te golpeaste la cabeza porque te empujé.

—Quizás no me empujabas y terminaba peor. —Hago un gesto gracioso como si me cortara la cabeza—. Fin de Ramir.

—No juegues con eso. —Se ve afligido—. Me asusté mucho.

—Lo sé, y por eso... —Lo agarro de la ropa para acercarlo a mí—. Quiero que me beses.

—Miry...

Exiel me observa de manera intensa, pero se está tardando mucho. Tironeo un poco más de su ropa, entonces lo beso primero. Su muleta cae al suelo y apoya ambas manos a los costados de mi cintura para sostenerse. Me sigue el beso, así que mueve la boca al compás de la mía.

No lo suelto, sin embargo, aleja un poco su cara.

—Miry —repite, luego se relame los labios—. ¿Qué pasa? —vuelve a preguntar lo mismo de antes, cuando apenas nos quedamos solos—. ¿Por qué me estás besando?

—¿No es obvio? —Sonrío—. ¿No te jactabas de darte cuenta? Ya me perdí en tus redes —confieso.

El rubor de Exiel crece y se muerde el labio.

—¿Cuál es la trampa?

—No hay trampa. Primero me dejas ser, luego me cuidas mentalmente y por último esto, me salvaste. No sabes lo que me encantan los superhéroes.

Hace una risa.

—¿Te rompí la cabeza y te enamoras de mí? ¿Qué giro de guion es este? Dime —se burla.

—Me gustan los hombres que se sacrifican por mí, me vuelven loco.

—¿Cómo Zem? —consulta.

Frunzo el ceño.

—Ya la cagaste, pero sí, escapamos juntos cuando me echaron de mi casa, él me defendió y quedé muy enamorado. —Hago una pausa, pensativo—. U obsesionado —me corrijo.

—Miry... —Se aproxima a mi boca—. Yo, por ti, destruiría el mundo.

Me río.

—Te creo capaz.

—Pero ahora no. —Se aleja y agacha, para agarrar su muleta—. Primero recupérate.

—Empiezo a pensar que el cobarde que le tiene miedo al sexo no soy yo —me burlo.

—Te creo, Miry, sé que no me dices esto para que lo hagamos y puedas odiarme en libertad. Acepto tu confesión, tus sentimientos por mí, pero no vamos a hacer nada. Estamos en un hospital, sería contra las reglas, y ni he mencionado tu salud.

—Y yo pensando que eras un mafioso.

—Te gusta provocarme, ¿cierto? —pregunta.

Me río otra vez.

—Sí. 

 

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Milton y RamirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora