Karma... Destino...
Causa... Efecto...
Quizá la tercera ley de Newton... ¿Quien mierda sabe?
No importa el cómo o porqué.
Lo único de lo que están completamente seguros es del brillo que apareció en sus ojos en cuanto se encontraron.
*Contenido 18...
Abrir los ojos es doloroso, rara vez lo que encuentras al hacerlo es lo que pensabas o deseabas.
Sin embargo es un mal necesario, solo así puedes avanzar, cambiar y seguir adelante para continuar la búsqueda de lo que en verdad te hará sentir pleno y, quizá, feliz...
Dicen qué la verdad te hace libre, y es cierto...
Pero nadie habla del dolor que debes pagar por ella...
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Katsuki Bakugo... Incluso su nombre era lindo, y le quedaba perfecto. Aún no podía creer que alguien como él existiera... Y aún menos podía creer que me había atrevido a llamarlo con el apodo que se me ocurrió en cuanto se presentó. Sentí mi corazón palpitar más rápido y apreté las manos con fuerza.
— Kacchan... — susurré aferrándome al volante, intentando concentrarme en conducir y no en él... Y claro que fallé, afortunadamente era muy temprano y casi no había vehículos a la vista.
Aún así respeté cada semáforo, y en cuanto me detuve en el siguiente cerré los ojos respirando profundo, tratando de calmarme, pero de inmediato sus hermosos ojos escarlata aparecieron frente a mi mirándome de esa forma tan intensa que fácilmente podria atravesarme y hacerme rendir a sus pies...
Suspiré aún más profundo cuando el recuerdo vívido de la sensación de sus brazos a mi alrededor mientras forcejeabamos me inundó de pies a cabeza como un escalofrío que erizó mi piel levantando mis vellos.
Claro que había estado furioso, sin embargo esa sensacion cálida y firme me habia hecho estremecer involuntariamente.
Aunque había sido solo un momento, me bastó para darme cuenta de que era tal y como lo había imaginado... Esos fuertes brazos y el pecho ancho y firme... Sin mencionar el calor y el aroma que su cuerpo emanaba...
Hubo un momento en que enrede mis piernas en su cadera para lograr tener ventaja al quedar sobre él... Y no solo me arrepentí, tuve que soltarlo rápidamente y disfrazar mi sonrrojo avergonzado con una mueca de furia que en realidad no sentía. Ese segundo que estuve sobre su cadera mientras él me sujetaba con fuerza y gruñía intentando dominarme elevó mi temperatura de golpe, y estoy seguro de que si no hubiera estado tan molesto me habría dejado llevar y hubiera enterrado el rostro en su cuello, inhalando su aroma mientras me aferraba a su torso pidiéndole que me abrazara con fuerza.
Sentí de nuevo el calor recorrer mis mejillas y abrí los ojos sacudiendo la cabeza, intentando alejar esos recuerdos. De inmediato noté que el semáforo ya había cambiado de color, rápidamente me puse en marcha y casi me sentí aliviado al entrar en el estacionamiento de mi edificio, al menos había logrado llegar sin estamparme en un poste.