Paso 2: Postura con clase

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Al final, lo del asunto de la ensalada me llegó al alma. Y no, no tenía nada que ver con el hecho de que Jung Kook hubiera resultado ser un vegetariano anti carnes y fideos ni que, al haberme visto con su aperitivo favorito en la mano, me hubiera ofrecido almorzar con él.

Lo que de verdad había hecho mella en mi corazón habían sido las palabras de Yoon Gi, dichas, seguramente, sin ninguna intención especial: "Si de mi dependiera, te hubiera animado a comprarte el pan y en el restaurante hubiera sido feliz viéndote comer lo que quisieras".

Quizás porque hasta ahora, que empezaba a sentir la necesidad de cambiar mis hábitos de vida por agradar a otro, no me había puesto a pensar en la incondicional aceptación que me amigo me mostraba, pese a que comía la mitad que yo y optaba por platos con menos grasa y azúcar. Y la guinda del pastel había sido que hubiera expresado que yo era guapo.

Yo.

Guapo y atractivo.

¿Yo?

Me detuve frente al espejo de la habitación y me pasé la mano por el cabello, tieso y oscuro, más parecido al cepillo de una escoba que a un pelo humano. Guapo... Analicé los granos, uno por uno, y los labios, rellenos e hinchados de nacimiento. Atractivo... Me quité las gafas. Atendí a las dos diminutas pupilas que se convertían en simples rayitas al sonreír. Me tiré de los mofletes. ¿Que no me sabía ver como soy?

Nah.

Yoon Gi no tenía ni idea lo que decía. Estaba chiflado o su gusto estaba en los pies, una de dos. O puede que llevara tanto tiempo a mi lado que se hubiera acostumbrado a mirarme con condescendencia. ¿Quizás fuera simple amabilidad?

Guapo... Atractivo...

¿De verdad lo creía?

No, imposible.

—Toc, toc. —El inconfundible saludo de Tae Hyung me sacó de mi de devaneo mental—. El equipo de soporte hace acto de presencia en tu carrera hacia la conquista del amor de "todoterreno JK".

—¿Qué?

Lo entendí en cuanto distinguí a Yoon Gi detrás de él. Le había llamado y, por supuesto, contado todo. Ay, de verdad. Qué tipo. Debería encararle y soltarle unas cuantas cosas a cerca de la importancia del decoro y del secreto entre amigos pero no alcancé ni abrir la boca. En cuanto se me acercó, sus comentarios con respecto a mi persona se me vinieron otra vez a la cabeza y el corazón me dio un bote muy raro en el pecho. Tuve que toser para que se me pasara.

—He llamado a Tae Hyung para que me ayude con el Paso Dos: "Postura con clase".

—No voy a ponerme a coquetear con Jung Kook así que desde ya olvídate de enseñarme a poner ojos de lobo feroz —me anticipé, a la velocidad del rayo—. Tampoco quiero hacerme el sexy ni el interesante porque me va a salir de pena, que quede claro.

Se limitaron a mirarse entre ellos así que proseguí.

—Tae Hyung, agradezco tu buena voluntad al venir, de verdad que sí, pero no soy como tu ni viy a poder serlo nunca.

Obvio. Aquel chico de cabello castaño y mirada profunda e hipnotizadora tenía, con mucho, el rostro más hermoso de todo el instituto. No era tan fuerte como Jung Kook ni andaba por la vida con esa seguridad tan apabullante por los pasillos pero, sin pretenderlo, su actitud reflejaba distinción y su humildad hacía el resto. Por eso lo admiraba mucho. Y lo quería también. No en balde me había defendido muchas veces, cuando algún compañero había tratado de reírse o burlarse de mi apariencia y Yoon Gi no había estado cerca para amenazarle con el puño.

—Mimi, no te equivoques, no pretendo convertirte en Tae Hyung. —Yoon Gi movió el espejo, el mismo en el que me había estado mirado segundos antes, a fin de colocarlo delante—. Solo busco que valores lo precioso que eres y que aprendas a sentirte orgullo por ello.

Y ahí estaba. Otra vez eso.

Pre- cio- so...

—No es cierto —rebatí, medio avergonzado—. Lo que pasa es que, como me aprecias, no me ves de forma objetiva.

—Ya, ya, ya.

De repente me agarró de la tripa y, sin previo aviso, me tiró del exceso de grasa. ¡Ay, madre! ¡Dolor! ¡Doloooooooor!

—Yoon... —Casi se me saltan las lágrimas—. Gi... Suél... Ta... Me...

—¿Crees que esto es gordura? —Para variar, no hizo ni caso a mi lamento—. Pues no, guapetón. Esto se llama "camino encogido con los hombros agachados porque soy un miedoso de campeonato y por eso mi estómago hace pliegues".

—¡¿Qué dices?! —exclamé.

—Yoon Gi lo está explicando de forma un poco hosca pero tiene razón —intervino Tae, en un tono mucho más comedido—. Te mueves agachado y eso te hace parecer más gordito y más pequeño de lo que eres.

¿Eh? ¿Yo hacía eso?

El cerebro se me cortocuitó cuando los dos me cogieron, cada uno por un lado y me enderezaron el cuerpo. Yoon Gi me obligó a levantar la vista del suelo, a estirar la barbilla y a mantener la cabeza erguida. Tae Hyung me movió los hombros hacia atrás. Me dio un dolor de espalda terrible. Saqué el culo por instinto.

—¡Trasero hacia dentro, señor Park! —me corrigió Yoon Gi—. ¡Porte recto y altivo!

Me entraron unas ganas terribles de asesinarle.

—¿Sabes que te odio? —le señalé.

—Sí pero hace un rato bien que me querías.

De repente me vi crecer dos palmos ante el espejo. Me descubrí más elegante y bastante más digno, y Yoon Gi no dudó en levantarme la sudadera para demostrar que mi grasa corporal, de forma casi mágica, había desaparecido.

Vaya. ¿Entonces no estaba gordo?

—No es posible. —Me palpé la tripa, incrédulo—. ¿Estoy plano? —Me volví hacia mi amigo, que asintió, y después hacia Tae, que hizo lo mismo—. Entonces, ¿no necesito llevar ropa extra grande?

—Si aprendes a caminar recto no —contestó Yoon Gi.

—Anda, trata de hacerlo solo —me animó Tae Hyung—. Solo mira un punto a lo alto, como si te dirigieras al techo y saca los hombros hacia atrás.

Ajá.

Me soltaron.

Miré al frente. Saqué pecho. Mucho pecho. Y aguanté el aire. Mucho aire. Y, de repente, mi imagen dejó de verse como la de un triunfador y pasó a ser algo más parecido a un pavo al que solo le faltaba graznar y menear la cola de plumas.

Uf. Qué horror.

—No subas tanto el tórax —siguió Tae—. Vas muy forzado.

Aflojé. Regresé al modo tortuguita regordeta. ¿Oh? ¿Eh? Qué mal. Los ojos se me humedecieron. No iba a poder. Era muy difícil. No estaba acostumbrado.

—Tranqui, te he traído una solución rápida. —Ante mi completa confusión, Yoon Gi se sacó del bolsillo unas bandas elásticas—. Te presento los tirantes faja de mi abuela.

—¿De tu abuela? —parpadeé—. No... No, no, no...

—Verás qué bien. —Su respuesta fue guiñarme el ojo—. Esto te lo atas a la cintura, te estira, te pones la ropa encima y ya está.

Sí, maravilloso. Caminar con esa especie de arnés debía ser genial, sin duda. Pero, claro, si mañana veía a Jung Kook más recto y erguido igual dejaría de parecer el pequeño guisantito frente a la abrumadora montaña, ¿no?

Nada perdía con intentarlo.

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