Paso 3: Deporte con clase

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—Pensaba que el paso tres tendría que ver con aprender a expresarse con seguridad. —Fijé la vista en la pelota, espantado—. Es decir, para que no me tengas que dictar por mensaje lo que decir y... Eso... Que es mejor que me enseñes a hablar bien antes que...

Me la tiró. La idea era que la cogiera pero como soy muy patoso ni la vi venir y me pegó de lleno en el pecho. ¡Auch! ¡Dolooooor! ¡Mucho doloooooor!

—Tengo que flexibilizar el Tutorial a medida que Jung Kook te proponga cosas. —Yoon Gi no atendió a mi expresión de angustia—. Quieres reunirte mañana con él otra vez, ¿sí o no?

—Sí pero...

—Entonces trata de encestar sin que te la quite.

Es fácil imaginarse la deblacle subsiguiente, ¿verdad? Ya lo creo. Yoon Gi era un tipo súper ágil que controlaba de baloncesto como si jugara en la NBA y, si en algún momento se me había pasado por la cabeza que me mostraría un poco de consideración, la idea se esfumó en cuanto di los tres primeros botes al balón y al cuarto, no solo me la había quitado cual ráfaga de aire si no que encima había encestado.

—Uno a cero. —Me remarcó con la mano, a carcajada limpia —. Espabila, Mimi.

Lo intenté. Intenté recuperar el turno pero Yoon Gi se movía muy rápido y yo parecía más un pato mareado detrás de él que un adversario. Marcó su segunda canasta, su tercera, su cuarta y su quinta. ¡Ay, Dios! Me estaba quedando sin aire en los pulmones.

—Esto... —Tras el diez a cero, me forcé en hablar—. No es... Justo...

—Menos protestas y más tenacidad.

Aquel corte seco me molestó. ¿Pero qué se había creído? ¿Estaba insinuando que no me estaba esforzando lo suficiente?

Me lancé a su encuentro y aproveché que sabía que me iba a esquivar para hacer lo único factible que se me ocurrió: pisarle. Sí, deliberadamente. Porque estaba hasta las narices de que paseara la pelota a sus anchas por la cancha y encima me soltara que no le ponía empeño. Además, necesitaba el maldito turno antes de morirme por culpa de la falta de oxígeno.

—¡Ay! ¡Pero Jimin!

Yoon Gi soltó la pelota y se llevó la mano al pie. Y yo aproveché para hacerme con ella y, milagros de la vida, la encesté.

Ala. Fin.

—Eso hubiera estado de diez si no me hubieras lastimado de forma tan ruin —observó mi amigo, sentado en el suelo, con los ojos abiertos como dos platos—. No te hacía tan tramposo.

—Dijiste que espabilara y que te quitara el balón —me hice el tonto—. No especificaste cómo.

—Si le haces esto a Jung Kook, ya puedes despedirte de toda oportunidad.

—A él nunca le pisaría. —Me pasé la pelota de una mano a otra—. Tu, en cambio, te lo mereces porque, a parte de que eres mejor en el basket que él y que cualquiera, no tienes piedad y encima te las das de presumido.

—¿Ah, sí? —Frunció el ceño.

—¡Sí! —le desafié, muy digno yo.

—¡Pues ahora te vas a enterar!

Se abalanzó sobre el balón pero me abracé a él con fuerza y me hice tortuga.

—¡Eso no se puede hacer así! —exclamó, visiblemente enojado—. ¡No puedes saltarte el reglamento como te dé la gana! ¡Tienes que moverte y botar la bola, no quedarte como un caracol!

—¡No quiero!

Metió las manos. Trató de arrebatármela a tirones. Me aferré a ella aún más.

—¡Si me la quitas me vas a tener diez horas corriendo detrás de ti como las palomas en los parques y no me apetece asfixiarme más, gracias!

TUTORIAL ANTI-RECHAZOS  《YoonMin》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora