Paso 6: Beso con clase (I)

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(Voz narrativa: Yoon Gi)

Metí el ojo por el espacio entre la puerta y el marco. Solo distinguí los bordes de una camilla. Vaya un asco. Empujé la madera con un dedo, con la idea de que no sonara y que las bisagras al doblarse me permitieran ver mejor. Nada.

—Colega, en serio, ¿es que tu no aprendes? —El innecesario comentario de Hoseok me llegó en un susurro—. Deja de husmear, que ya hemos comprobado que no te hace ningún bien, y vámonos a clase. Tienes Matemáticas, ¿verdad?

Razón de más para saltármela. La noche anterior me había puesto a mirar fotos y ni me había acordado de los veinte ejercicios que nos había puesto la señorita Kim. El abrazo que Jimin me había dado y sus palabras de afecto, dichas sin ninguna intención especial, me habían calado demasiado y, al llegar a casa, en vez de ponerme a estudiar, había sacado la caja en donde guardaba nuestras fotos del armario y me había dedicado a revisarlas.

Tenía muchas.

Las primeras las había hecho mi madre en aquellos días en los que no paraba de bombardearme con que el discurso de que me convenía hacerme amigo del pequeño Park porque "era un pan del cielo y a lo mejor su compañía me convertía en un niño obediente". De más está decir que en ellas mi expresión era de desagrado total. Sin embargo, no había necesitado muchos días para engancharme a ese mocoso y, a partir de entonces, las fotos había adquirido un tinte diferente.

Jimin salía espléndido en casi todas, como el ángel que era, y yo había pasado de tener un talante de lo más seco a lucir feliz. El cambio era notorio pero especialmente en donde más lo veía era en la del parque de atracciones, cuando se me había echado sobre la espalda para posar juntos en la entrada. Ahí me había abrazado muy fuerte y después me había plantado un beso en la mejilla, justo antes de que la cámara tomara la instantánea, y yo había tenido que hacer malabares mentales para no confesarme. Pero, claro, por ese entonces Mimi ya tenía los ojos puesto en Jung Kook.

De verdad, mira que era tonto. No tenía nada qué hacer ni qué pensar al respecto y, sin embargo, en mi estupidez, me había quedado embobado mirándonos reír en esa imagen y hasta la había enganchado a la pantalla del ordenador.

—Yoon Gi. —Hoseok me tiró de la camiseta—. Mira, con sinceridad, creo que va siendo hora de que reevalúes la situación.

—Ya la tengo reevaluada.

Moví más la puerta. Seguía sin ver ni una mierda así que me armé de valor y atravesé por delante, de puntillas y bajo la cara estupefacta de mi acompañante, hacia el otro lado.

—Tío...

—Calla. —Me llevé el dedo a los labios—. Solo será un momento. Necesito comprobar que las cosas van bien.

Hoseok resopló pero le ignoré y me centré en el interior de la sala de la curas.

Desde mi nueva posición, fue fácil distinguirles. Don Perfecto y su talante de bello, divino, precioso y demás adjetivos similares estaba sentado en la camilla y Jimin sostenía la bolsa de hielo sobre su pie, azorado y sin levantar la vista del plástico.

Vaya; ya le había entrado el ataque de inseguridad.

Me saqué el móvil y le escribí un mensaje motivacional. Tenía que espabilar si aspiraba a la reconciliación y, al parecer, mi breve intervención funcionó porque le miró y le dijo algo. Algo que no escuché pero que debió ser la confesión que habíamos ensayado, a juzgar por la reacción que tuvo Jung Kook, que fue estupenda. Estupenda para él y una gran mierda para mí.

Vi cómo le mostraba esa sonrisa tan repateante y cómo se inclinaba sobre él, le cogía la cara entre las manos para levantársela y le daba un beso en los labios.

TUTORIAL ANTI-RECHAZOS  《YoonMin》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora