VII.- Príncipes

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Stiles se despertó temprano, fue a la habitación de sus hijos y sonrió al verlos dormidos, beso la frente de cada uno y salió de ahí. En su camino se encontró con Alec que parecía dispuesto a acompañarlo.

— Iré contigo, me imagino con quienes vas a hablar. — le dijo el mayor.

Stiles sonrió.

— De acuerdo, ellos no son un peligro y lo sabes. Nos han ayudado mucho.

— Aun así no tenemos la menor idea de lo que está sucediendo, quizás ellos no estén consciente de cualquier cosas que hagan. Todo es posible.

Stiles negó con la cabeza.

— A veces eres demasiado despistado. En todo caso de que suceda eso soy lo suficientemente fuerte para hacerlos entrar en razón, por algo tengo sus bendiciones. — le guiñó un ojo.

— Tu te confías demasiado.

Ambos salieron del instituto y el castaño abrió un portal negro, había aprendido a hacer unos con los poderes que tenía. Al cruzar por el se encontraron con una gran mansión de tonos oscuros.

— Viven con demasiados lujos. — comentó Alec para después suspirar.

— Ventajas de ser príncipes del infierno, ellos trabajan por diversión.

— A veces me gustaría esa vida.

— Sería buena, muy buena.

Alec sonrió con tristeza al ver la añoranza en los ojos del castaño.

— ¡Mieczyslaw! — gritó un chico de cabello pintado de azul eléctrico de ojos grises.

El chico corrió y abrazó al castaño con fuerza.

— ¿Cómo has estado, Bel?

— No habías venido desde hace dos semanas, prometiste venir por lo menos una vez a la semana.

— Lo sé, lo siento. Estuve en Beacon Hills visitando a la manada, Lyds se caso y tuvo a su pequeña. — le dijo Stiles acariciando el cabello del otro.

Alec había escuchado de los siete pecados capitales y de que Stiles los conocía pero jamás se imaginó que tenían una relación tan cercana.

— Esta bien. ¿Es bonita?

— Muy bonita, se llama Mikaela. — le dijo Stiles con orgullo.

— Es un nombre bonito. ¿Cómo esta la mamá?

— Contenta y tranquila. Gracias por preguntar.

El chico miró a Alec y le sonrió.

— Supongo que él es Alec.

El castaño asintió.

— Alec él es Belcebú, el pecado de la gula. — presentó Stiles.

— Oh. Mucho gusto.

— Lo mismo digo. Deberíamos entrar, mis hermanos también querían salir pero les gane. — dijo Belcebú mientras caminaba a la casa dando saltitos.

Stiles rio y lo siguió. Alec solo seguía un poco sorprendido por ver a uno de los demonios más poderosos actuando como un niño, se imaginó muchas cosas pero jamás así.

Al entrar se encontraron con otro seis jóvenes, el mayor parecía de su edad.

Stiles los presentó con una sonrisa después de saludarlos de manera cariñosa.

Asmodeo, el pecado de la lujuria, es el mayor de los siete. Es pelirrojo de ojos ónix además de que sonreía de manera tranquila. Le sigue Belfegor, el pecado de la pereza, castaño de ojos grises. Belcebú termina con los mayores y más responsables. Sigue Amon, el pecado de la ira, pelirrojo de ojos ónix. Sigue Leviatán, el pecado de la envidia, castaño de ojos ónix. Mammón, el pecado de la avaricia, castaño de ojos verdes. Y el más chico, Lucifer el pecado de la soberbia, pelirrojo de ojos verdes.

— Es un gusto conocerlos. — dijo Alec con una sonrisa nerviosa.

— Tranquilo, no tienes porque estar nervios. Somos como unos hermanos cualquiera y no somos como se dice en los textos antiguos. — le dijo Asmodeo de manera tranquila.

— Es verdad, ni siquiera somos demonios. — dijo Lucifer mientras miraba sus uñas.

— ¡Qué! — exclamó el cazador con sorpresa mientras que Stiles solo negaba con la cabeza.

— Eres un boca floja. — dijo Stiles.

— Ups. — dijo Lucifer restándole importancia.

— ¿Qué quieren decir con lo que no son demonios?

— Fuimos humanos y ahora somos ángeles caídos. — le dijo Belfegor.

— Lo que mis hermanos quieren decir es que te vamos a contar una pequeña historia. — dijo Asmodeo mientras suspiraba.

*

Años atrás en un pequeño pueblo de Kansas habían nacido siete niños, el mayor tenía dieciséis años cuando sus padres murieron, los mellizos de catorce años le ayudaban en la casa a cuidar a los menores de once a ocho años, ellos se llevaban un año.

— Hermano, tengo hambre. — se quejó el más pequeño mientras tomaba la playera.

— Voy a ir por comida no te preocupes, pronto comerán. — le dijo el mayo mientras acariciaba su cabello.

Los niños miraron a la puerta que fue abierta por un hombre de cabello castaño de ojos azules.

— ¿Quién eres? — preguntó el mayor colocándose frente a sus hermanos.

— Los necesito. — una sombra oscura que lo envolvió por completo — Ahora son Asmodeo, Belfegor, Belcebú, Amon, Leviatán, Mammón y Lucifer, ángeles caídos y en unos años serán conocidos como los pecados capitales, los demonios más temidos en toda la historia. Ahora serán los pecados que cubrirán a los ángeles y a mí.

*

— Después descubrimos que ese hombre era Dios, bueno a lo que ustedes denominaban Dios. Ese monstruo nos convirtió en sus pecados, utilizó a niños huérfanos para inventar lo "malo" y que él fuera venerado. Desde entonces hemos vivido ocultos de la sociedad. Solo quienes buscan de verdad sin segundas intenciones nos encuentran. Hemos aprendido a mezclarnos con los humanos e incluso tenemos trabajo y los más chicos van al instituto. Tengo más de mil años al igual que mis hermanos y en la única persona que confío es Mieczyslaw, es nuestro hermano. — terminó de explicar Asmodeo.

— Jamás imagine que Dios fuera así de oscuro. — dijo Alec con sorpresa, estaba tratando de digerir toda la información que le había dado.

— Todo lo que sabes son meros cuentos, no es real. En ambos bando: el cielo y la tierra, hay personas que solo buscan el mal y son capaces de cosas retorcidas. — acarició el cabello de Lucifer, quien se había aferrado a su costado — Ellos sufrieron las consecuencias del egoísmo de una persona que se creía todo poderoso. A muchos les pasan. — le explicó Stiles. 

Cazador de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora