Capítulo 6: Heridas

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Dean y Castiel se sintieron inmensamente aliviados después de haber hecho las paces. No sólo empezaron por fin a trabajar en su proyecto, sino que el aire a su alrededor parecía más ligero, como si el mundo hubiera dejado de girar durante un tiempo y ahora volviera con toda su fuerza. Compartieron sonrisas y bromas, y Castiel pronto se dio cuenta de que hacía mucho tiempo que no pensaba en autolesionarse. Ya ni siquiera dibujaba mariposas, al menos no por esa razón. A veces sólo lo hacía porque se veían bonitas en su piel pálida.

A Dean no le iba muy bien en casa. John había vuelto, y cuando John volvía las cosas estaban mucho más tensas que de costumbre. Él y Sam tenían que asegurarse de estar en la cama a una hora determinada, Dean tenía que tener la cena lista a una hora determinada, tenían que salir para la escuela a una hora determinada, todo estaba en un horario muy apretado que los chicos despreciaban absolutamente. Dean quería culpar a la experiencia militar de John, pero sabía que era más que eso y Sam también.

Su madre llevaba desaparecida más de 5 años.

Dean recordaba vívidamente la última vez que había hablado con ella; la última vez que ella había hablado con alguien. Él la llamó para que le recogiese de lucha libre. Ella le había contestado "vale cariño, estaré allí pronto." Y colgó. Y esa fue la última vez que alguien volvió a saber de ella.

Dean se sentía culpable, por supuesto. Sentía que era culpa suya que ella se hubiese desvanecido en el aire. A veces albergaba la esperanza de que siguiese viva, pero siempre se aseguraba de romper ese sueño antes de que fuese demasiado lejos. Sabía que si había sido secuestrada, quien lo hubiera hecho la habría matado hace mucho tiempo. Se le revolvió el estómago de sólo pensarlo, odiaba esa sensación. Esa sensación amarga, fría y repugnante que tenía cuando pensaba en su posible paradero. La policía se había dado por vencida hacía mucho tiempo, en realidad había sido todo un lío conseguir que iniciaran la búsqueda en primer lugar, ya que ella era mayor de edad y todo eso. Pero ella no es de las que huyen, todos los que la conocían sabían eso.

Dean trató de dejar de pensar en ello mientras se acercaba a la puerta principal, con su hermano a cuestas. Vio el coche de su padre en la entrada e inmediatamente supo lo que les esperaba. John nunca les había pegado, pero desde que Mary desapareció, definitivamente no era el padre del año. Nunca le había dicho explícitamente a Dean que fuese culpa suya, pero tampoco le había asegurado que no lo fuese. Dean tuvo que aprender a ordenar sus propios sentimientos y en su mayor parte lo había hecho. Sobrellevó la pérdida de su madre y asumió ese papel maternal para Sam. John sin embargo, no llevó muy bien el perder a su alma gemela. Huía de sus problemas, literalmente. Al principio se quedaba en su habitación, y la única seguridad que tenían Dean y Sam de que siguiese vivo era la descarga ocasional del inodoro que podían oír a través de las paredes. Esos eran algunos de los momentos más duros para Dean, cuando más necesitaba a su padre, él no estaba. Pero él tenía a Sam, y Sam lo tenía a él, y no podía negar que estaban más unidos de lo que lo habrían estado nunca si hubiesen continuado con sus vidas 'normales'. Cuando John se recuperó, empezó a irse durante semanas. Al principio les dejaba notas a los chicos diciendo que se iba de la ciudad por un tiempo, pero pronto dejó de escribirlas y Dean y Sam dejaron de preocuparse. Cada vez que John volvía a casa de un viaje, lo hacía mucho más gruñón que antes.

Entraron y se encontraron a John en el sofá viendo la tele, con una cerveza en la mano.

"¿Dónde habéis estado?" Refunfuñó, sin apartar la vista del partido de fútbol en la televisión.

"En la escuela." Dijo Dean, tan educadamente como pudo. John arengó una respuesta y guardó silencio, y Dean lo agradeció. Se deslizó hasta la cocina y empezó a cocinar, por suerte tenía la receta de unos macarrones que había estado deseando probar. Reunió los ingredientes y empezó a cocinar, rezando en silencio a la fuerza que controlaba el universo para que John estuviera de buen humor. Sam ya se había escabullido a su habitación, sabiendo bien que debía mantenerse alejado de John cuando estaba en casa. Su mera presencia parecía irritarle. Después de dos horas trabajando como un esclavo, Dean llamó a su familia a cenar. Todavía se estaba quitando los guantes de cocina cuando Sam corrió hasta allí, cogió un plato de comida e intentó volver a su habitación.

"¡Hey!" Ladró John, haciendo que Dean se estremeciera. Un Sammy con los ojos muy abiertos giró la cabeza desde donde estaba, al pie de la escalera. "Vuelve aquí, chico. Vamos a comer como una verdadera familia." A Dean no le gustó que dijese 'chico', como si pudiese referirse a cualquiera. John aún los reconoce como sus hijos... ¿verdad?

Sam se dirigió lenta y cautelosamente hacia la mesa. Dean suspiró y llevó su plato también allí. Pronto se dio cuenta de que fue un gran error.

"No suspires así por mí, muchacho." Casi gruñó John. Había cogido a Dean desprevenido, John había llegado al punto en que estaba descontento hasta con la forma en que Dean respiraba. Dean frunció el ceño al ver al hombre, estaba harto de lo impredecible que era todo el tiempo. Toda su rabia contenida había empezado a salir de repente, y antes de que pudiese detenerla, había tirado un plato al suelo con un fuerte estruendo, mientras miraba a John a los ojos. Pero John le devolvió la mirada y se levantó de donde estaba sentado, apoyando las manos en la mesa para intentar intimidar a Dean y acercarse a él.

"Limpia esa mierda. Ahora, muchacho." Su tono de voz grosero sólo alimentó la ira de Dean.

"¿Y si no lo hago?" Escupió con veneno. Sam miraba con los ojos muy abiertos, alejándose lentamente de donde se estaba desarrollando el concurso de miradas.

John retrocedió de repente y sin previo aviso golpeó la mesa con el puño. "¡Estoy harto de que ustedes dos seáis tan malditamente desagradecidos todo el tiempo!" Gritó, Dean estaba seguro de que los vecinos podían escucharles pero no le importó. Las palabras de John le llenaron de tanta incredulidad que no pudo mantener la boca cerrada.

"¿Desagradecidos?" Dijo incrédulo. "¡No hemos hecho más que ser unos niños perfectos toda nuestra vida, papá! ¿Y tienes la osadía de llamarnos desagradecidos? Andamos de puntillas a tu alrededor, nos aseguramos de que siempre tengas comida en el plato e intentamos no meternos en tu camino, ¿y tú vas a sentarte ahí y a llamarnos desagradecidos?" Dean se dio cuenta de que sólo estaba enfadando más a John, así que se detuvo y esperó una respuesta. En lugar de eso, recibió una fuerte bofetada en la mejilla.

Dean se sujetó la mejilla y lentamente se giró para mirar a John de nuevo. La mano del hombre mayor seguía en el aire, donde había estado después de golpear a Dean, y sus ojos se abrieron de par en par con incredulidad. Se encontró con los ojos de Dean y enseguida se dio cuenta que el dolor que había en ellos no era físico. Los ojos de Dean empezaron a humedecerse.

"Lárgate. De. Aquí." Dijo Dean con los dientes apretados, se dio cuenta de que Sam se había movido detrás de él y Dean extendió su brazo para protegerlo. "Y no vuelvas nunca." Añadió Dean. John balbuceó.

"No intentes discutir." Siseó Dean. "Vete y no vuelvas nunca, o te juro que te mato." John vio la verdad detrás de las palabras de su hijo y sin duda se asustó. Sin embargo, mantuvo su fachada, cogió las llaves y salió furioso, dando un portazo que resonó en toda la casa.

Los chicos tardaron unos minutos en darse cuenta. A Dean le pareció como un sueño, como si se lo hubiese imaginado todo y que al pasar por la esquina de la sala de estar volvería a ver a John viendo el partido de fútbol, o pasaría por delante de un espejo y no vería la marca roja que tenía en la mejilla. Pero ese no era el caso, pronto lo descubrió.

Sam fue quien le devolvió a la realidad. Dean oyó que su respiración entrecortada se volvía cada vez más frenética, presa del pánico, e inmediatamente se volvió para reconfortar el ataque de pánico que se avecinaba y que tantas veces había tratado con su hermano pequeño. Se agachó y estrechó a Sam entre sus brazos; el chico, rígido, se ablandó ante el gesto y su respiración empezó a volver a la normalidad. Sintió que se derrumbaba en sus brazos y Dean necesitó toda su fuerza de voluntad para no derrumbarse también. Frotó la parte posterior de la cabeza de Sam, permitiéndose derramar algunas lágrimas ya que Sam técnicamente no podía verle la cara. Le dijo palabras de consuelo.

"Está bien, Sammy. Llamaremos a Bobby y todo estará bien. Bobby sabrá que hacer. Todo saldrá bien." Repitió esa última frase más para sí mismo, pero Sam no se dio cuenta, se limitó a sollozar más en su hombro y Dean le apartó, sin atreverse a soltar a su única roca.

The Butterfly Project (Destiel) - TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora