Luego de los "alientos" de mis amigos, me voy al estacionamiento del edificio. Subo el ascensor y pico el botón del sótano. Cuando las puertas se cierran, de inmediato el arrepentimiento golpea con fuerza mi conciencia. Pienso en que debí callarme esta información, que todo este asunto se quedara en el archivo de mi cerebro como un tema Clasificado, y nadie se enterara jamás.
En mi defensa, ni en mil años esperé una reacción así por parte de mis amigos. Primero, de incredulidad; luego de hacer un plan para poner en práctica mis conocimientos. No soy moralista, ni mucho menos; pero esto me sobrepasa. Es incluso más atemorizante que mi examen de especialización.
Me pone de mal humor, en primer lugar, estar con resaca. Luego, pensar en un espécimen para tener sexo sin compromiso. Ahora que lo medito, ¿cómo carajos se tomará un hombre que una mujer le ofrezca algo así?
De por sí, vivimos en un mundo muy cerrado, y el papel de la mujer todavía se relega a los "valores cristianos" o lo que yo digo... El mundo de la doble moral. Desde tiempos antiguos, todas las mujeres se deben sublevar a la mera gana de procrear por parte del hombre, incluso en este tiempo. Es cierto, estamos en pleno Siglo XXI, pero no dejan de existir pensamientos cerrados por parte de la mayoría masculina.
¿Cómo se le dice a un hombre que sólo lo quiero como parte de un experimento, y más, si esto implica el plano sexual?
Estoy totalmente segura, si no es que puedo convertirlo en una ley, que los especímenes masculinos se ofenderían y me acusarían de una total sublevación. Me tiene sin cuidado la opinión de la sociedad, pero sí me preocupa que en este proceso salga lastimado tanto el individuo, como yo. Porque, nadie ni siquiera el más científico de los científicos, está a salvo de los caprichos del corazón.
Con el último pensamiento rondando mi cabeza, y enviando un pequeño escalofrío a mi espina dorsal, el sonido de las puertas del ascensor abriéndose me colocan en la realidad. Con mis zapatillas verdes, doy un paso fuera del armatoste de metal y disipo cualquier niebla mental.
Cuando veo mi auto estacionado en el mismo lugar de siempre, suspiro de alivio. A veces, en mis borracheras, tomo el automóvil para ir a la tienda de conveniencia y comprar pastelillos de almendra. A parte de ser mis favoritos, al parecer, yo de ebria soy sentimental y glotona. Prueba de ello, es el video que tiene Kamila en su drive, donde claramente se observa cómo entro al market de 24 horas y estoy llorando porque no encuentro los pastelitos de almendra. Y cuando casi me doy por vencida, el dependiente de la tienda se acerca a mí y me entrega dos paquetes, ese simple gesto, hace que mi yo ebria, lo abrace y llore a moco tendido.
Es una de mis peores etapas, pues ese día estaba deprimida y quería olvidar, pero terminé haciendo el ridículo. La verdad, pocas veces me embriago, pero cuando lo hago, soy alguien de cuidado.
Llevo las llaves del coche en la mano derecha, así que abro la puerta y entro. Pongo mis cosas en el asiento trasero para ir más cómoda. Incluso sonrío al escuchar el motor encenderse, también lo hago cuando suena una canción que dejé a medias hace dos días en el reproductor del celular. Cuando pongo en marcha mi auto, estoy feliz tarareando la melodía de mi playlist alegre, estoy tan concentrada que cuando escucho un ¡Fíjate idiota! Casi salto del carro para ayudar a quien pude atropellar. Freno de golpe y mis ojos viajan hasta la persona agraviada.
—¡Lo siento no volverá a pasar! — mi voz suena alterada, incluso sube una octava. Intento bajarme del vehículo, pero el chico se coloca a la par del asiento del conductor. Se colocó a mi lado en un santiamén.
—No sé quién te dio la licencia de conducir, pero espero no tener que hablar al departamento de tránsito para que vuelvan a pasarte la prueba— su tonito de arrogancia me hace querer estrangularlo y gritarle muchas cosas, pero no sé si es por mis pensamientos anteriores o la estúpida presión del plan, o si estoy en mis días de ovulación; pero sólo puedo fijarme en cómo, gracias al sudor, sus shorts se le pegan al abultado trasero. También su camisa negra sin mangas, se le pega al torso y me deja ver unos abdominales trabajados. El sudor no es de mi agrado, incluso el mío, pero esas pequeñas gotas que caen por su cuello...
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Venus necesita a Cupido
Romance-Me gustas- -Jamás dejé de amarte- -Todavía estás metida en mi mente- -La primera vez que te vi, lo supe... Me enamoré- -Eres la única que calma mi acelerado ritmo cardíaco- Cada una de estas frases se repiten en bucle en mi cerebro. Por cierto, so...