Arranco mi amada carcacha. Antes de darle marcha a la máquina, le envío la ubicación al doctor Farouk.
Es un placer poder manejar en la carretera, mientras casi estoy a oscuras y sola en el auto. La música en aleatorio, todo pinta demasiado bien. Demasiado, diría yo.
El camino a casa de mis padres es un poco largo, casi una hora desde la universidad. El tiempo es compensado por la soledad de la carretera y el buen camino. Exactamente a las 9:30 de la noche estoy entrando a la casa. Parqueo el auto frente a la puerta, unos minutos después aparece el auto, de quien creo es el doctorcito.
¿Estoy preparada mentalmente para esto? La respuesta es un rotundo NO.
No me he bajado del auto porque si hay algo que odio de mí, es lo educada. Aunque odie a la persona, aunque la haya arrastrado en el suelo, aunque le haya dejado son dentadura, siempre voy a ser educada con ese alguien. ¡Malditos modales!
Veo por el retrovisor cómo Farouk se baja, no se ha percatado de mi presencia. Al parecer, aprecia por unos segundos la construcción de vidrio, metal y concreto. Todo esto está lleno de luces tenues y árboles que lo hacen ver como una fantasía. Luego, veo cómo se arregla el cabello y eso hace que se me escape una risita.
—Bien, a fingir, de nuevo— pienso y tomo aire.
Salgo del auto con la chaqueta de cuero puesta, pues sí hay un poco de viento. No deseo una neumonía en estos tiempos. Farouk voltea a verme. Se paraliza un poco, pero luego camina hacia a mí.
—Bienvenido a la casa de los padres— digo con voz plana y sin emoción.
—Uy, qué emoción— bromea.
Mientras subimos las escaleras hacia la entrada, siento una mirada en el cuello. Obviamente descarto voltear. Eso me haría ver como loca.
—¿Vienes mucho?— pregunta Farouk en un intento de cordialidad.
—No, solo cuando es realmente necesario— contesto.
—Veo que no te emociona mucho–
—Es escalofriante de lo perfecto que parece— anteriormente he tocado el timbre, y al terminar la frase veo cómo una cara poco vista por estos rumbos abre la puerta.
—¡Folliamiga!— esta vez es Lucas quien casi me asfixia.
—Me vas a matar— digo con el poco aire que queda en mis pulmones. Lucas me suelta y ahora me abraza como una persona normal.
—¿La conoces?— esa voz me hace regresar a la realidad y pensar en la estupidez que acaba de cometer Lucas.
—¿Qué haces tú aquí?— ok, pregunta contra pregunta. ¡Este juego es divertido!
—Bien, espero esas dos preguntas tengan grandes respuestas— tercio.
—Pues, creo que Anubis es mi amigo— dice Lucas.
—Somos amigos, zopenco— dice Farouk mientras abraza a Lucas con tanta familiaridad.
—Sí, sí— digo, exasperada —¿Dónde está Tete?— esa es la verdadera cuestión.
—Dijo que se sentía mal, pero que le avisara si llegaba alguien. No me quiso decir quién, pero parece ser que mi mamá está un poco molesta contigo— me señala. En ese momento quería que la Tierra me tragara y jamás me escupiera. ¡Carajo, soy una imbécil!
—Sí, sobre eso...—
—Afi, qué bueno que ya llegaron— en ese momento Tete apareció detrás de Lucas, quien veía con un poco de recelo al doctorcito.

ESTÁS LEYENDO
Venus necesita a Cupido
Romance-Me gustas- -Jamás dejé de amarte- -Todavía estás metida en mi mente- -La primera vez que te vi, lo supe... Me enamoré- -Eres la única que calma mi acelerado ritmo cardíaco- Cada una de estas frases se repiten en bucle en mi cerebro. Por cierto, so...