En mi cabeza siempre hay escenarios imaginarios donde el apocalipsis zombie llega al mundo y todos nos convertimos en uno. Pero, hay diferentes tipos de descerebrados, al igual que zombies. Yo tengo el honor de conocer a un descerebrado nivel dios. Su nombre es Mattheus De Jong.
Un respiro profundo para llenar de aire los pulmones, o al menos, intentar calmar lo que siento cada vez que se me acerca. Cierro los ojos para no contemplar más, es que el hecho de ver su auto aquí me provoca náuseas. Ya de por sí no estoy de muy buenas pulgas, ahora me remata la vida con su sentido del humor negro. Cinco respiraciones más, o diez, o mil, y creo me podré tranquilizar.
Un leve sonido en la ventana hace que salga del trance en el cual me tienen las respiraciones. Abro los ojos haciendo tiempo, ya sé quién es, así que no me apresuro. Una sonrisa más actuada que las de mi madre, me recibe. Trato de contener mis ganas de rodar los ojos o emitir algún sonido de fastidio, pero se me hace imposible. Su sola presencia me resulta desagradable, y mi salud mental grita: ¡VETE IMBÉCIL!
Me armo de valor para salir del auto, de igual manera voy a tener que enfrentarlo. La resignación es lo último por sentir cuando ya no puedes más, ese sentimiento embarga todos mis poros en estos momentos. Esa misma resignación hace que mis movimientos sean lentos y demasiado controlados, ya no me interesa el efecto que Matt cause en mí. De la misma manera parsimoniosa que tomé mis cosas, así abro la puerta.
—Veo que alguien amaneció con el trasero destapado— comenta el susodicho. Observo en sus manos unos vasos de café, pues el aroma lo delata.
—Sí, no dormí muy bien. Y creo, mi día se vino al traste con tu presencia— comento sin nada de remordimiento en mi tono.
—Ok, empezamos agresivos, ¡me encanta!—
Ya íbamos caminando, en plural porque yo apresuré el paso y el idiota lo igualó, hacia las oficinas de los profesores cuando su comentario me hizo parar en seco. Algo dentro de mis entrañas explotó, o fue la vesícula o fue mi intestino, pero juro que el sabor amargo en mi boca hizo darme cuenta de la molestia. Ni siquiera lo encaré para hablarle.
—Sabes Mattheus, creí haber sido específica con nuestra relación. En ningún momento insinué que seguimos como amigos o algo más, jamás te dije que me tendrías que cuidar. Tampoco mencioné algo sobre entablar una relación más allá de lo profesional. Así que, de una manera muy educada, te pido no vengas a seguirme a mi trabajo. Nuestras pláticas tendrán lugar en las reuniones cuando estén presentes el Dr. Davies; el Dr. De Jong; y el Dr. Farouk— remarco las últimas palabras subiendo el tono de mi voz.
—Venus, por favor, no seas ridícula— ahora es él quien se acerca más, específicamente a mi oído. —En tu vida te podrás deshacer de mí, ya te lo dije en aquella ocasión, además no creo posible que tú dejes de pensarme—
Una risa seca salió desde lo más profundo de mi ser. No puedo creer el cinismo de las personas, menos si esa persona la considerabas tu amigo o el amor de tu vida.
La reacción de Mattheus fue imitar mi risa, pero la razón de esa carcajada fue para descargar la frustración y el dolor del pasado. Yo, simplemente yo, sabía lo que sufrí por ese inútil. Mi carcajada se apagó, y la rabio volvió.
—Escúchame bien, imbécil— jamás en mi vida pensé estar en esta situación —, no te creía posible de hacerte el desentendido o el estúpido, pero veo que no eres más que el perrito faldero de Ana. Ya te lo dije, incluso hace 5 años, en mi vida deseo hablar más contigo sino es por obligación. Con todas mis fuerzas desearía haber muerto en aquella ocasión. Yo hubiese querido estar tres metros bajo tierra, pero lamentablemente no es así. Tú tienes bien claro que desde ese día, tú y yo somos nada— cuando terminé esa oración me di cuenta de la humedad en mi rostro, había estado llorando.
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Venus necesita a Cupido
Romance-Me gustas- -Jamás dejé de amarte- -Todavía estás metida en mi mente- -La primera vez que te vi, lo supe... Me enamoré- -Eres la única que calma mi acelerado ritmo cardíaco- Cada una de estas frases se repiten en bucle en mi cerebro. Por cierto, so...