Al fin y al cabo, la jornada laboral pasó muy rápido para mí. Entre la trifulca con el doctorcito, la suspensión de Davies, las cuatro clases que debía impartir, y la visita de Alma; estoy disfrutando del atardecer en una pequeña banca del campus.
Siempre me ha gustado la manera en que el sol se enconde. La penumbra anuncia la llegada de la oscuridad y es como una despedida nostálgica. Los atardeceres me hacen acordar a la costa siciliana, exactamente a la casa de playa. Borro los recuerdos agridulces de esa casa, pues no es del todo malo, pero tampoco es del todo bueno. Lo que pasó en esa casa debe quedarse ahí, para siempre.
Quiero estar lo más sola posible, pero veo el reloj y caigo en la cuenta de mis reuniones para el proyecto. Otra vez, a correr hasta la oficina de Davies donde me esperan tres infames personas. Saco mi teléfono, pues a medio camino me percato que, de igual manera, llegaré tarde. Abro la aplicación de mensajes y la mente se me ilumina. Es un tipo de epifanía, pero claro que me ayudará a sobrepasar esta hora.
Yo:
Hola amada Tete, ¿puedo llamarte en 15 minutos?
Por suerte, mi querida nana está conectada.
Tete de mi vida:
Hola mi Afi. Sí puedes llamarme. ¿Pasa algo?
Yo:
No, nada. Bueno sí, es sobre un proyecto donde necesito tu ayuda. Sé que para ti es duro hablar del pasado, pero en verdad, necesito tu punto de vista. ¿Quieres hacerlo? Van a estar otras personas en la llamada.
Tete de mi vida:
Afi...
Yo:
Tete...
Tete de mi vida:
:/ Ya qué. Todo sea por ayudarte mi tesoro, pero prométeme que no tendré que dar mi identidad si es público.
Yo:
¡Prometido!
Gurdo mi teléfono en el bolsillo de la chaqueta y camino más tranquila hacia la oficina del infierno. Llego a la puerta y, algo cansada, toco. De nuevo un adelante, me recibe. Cómo desearía poder huir, pero es la realidad y me toca afrontarla. Cierro la puerta tras de mí y me giro para encontrarme una escena algo chusca.
Están sentados Davies, en la cabecera, Matt a su derecha, y el doctorcito a la izquierda. Los tres tienen una cara de pocos amigos, casi se corta la tensión con cuchillo y sus ropas dicen que algo los ensució. Sí, están empapados de lodo. Los tres parecen salidos del fango. Pero eso no es lo gracioso, sino el hecho de su discusión infantil.
—Te dije que no debíamos ir a buscar ayuda en la facultad de Agronomía— reclamaba Davies con un tono chillón.
—Yo no propuse tal estupidez— alegaba Farouk.
—Pues yo tampoco— escupió Matt con hastío.
Una risita infantil se escapó de mis labios y los tres centraron su atención en mí. Luego de unos cuantos segundos, me sentí incómoda por la forma tan hostil de su mirada. Y, ¿ahora yo qué hice?
Camino hacia la mesa y me siento de cara a Davies. Empiezo a sacar mi laptop y el teléfono, también mi libreta de apuntes. Todo ello lleva unos minutos, en los cuales no dejo de sentir las miradas de los buitres.
—¿También tengo lodo en la cara?— mi pregunta sarcástica no les hace gracia, al contrario, bufan. Ruedo los ojos y me limito a decir: —¿Cuál es el tema de hoy? Porque yo tengo ya la perspectiva que necesito—
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Venus necesita a Cupido
Romance-Me gustas- -Jamás dejé de amarte- -Todavía estás metida en mi mente- -La primera vez que te vi, lo supe... Me enamoré- -Eres la única que calma mi acelerado ritmo cardíaco- Cada una de estas frases se repiten en bucle en mi cerebro. Por cierto, so...