CAPÍTULO TRECE: CÓMO DEJARTE IR

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Georges veía como la joven bajaba con el mayor de los cuidados del vehículo ayudada por un hombre de aproximadamente 33 años.    Sus ojos se sorprendieron ante el asombroso parecido que aquel extraño guardaba con el señor Ardlay.     Desde la distancia no podía visualizar el color de ojos de aquel hombre, pero sin lugar a dudas eran claros; la única diferencia que había entre ellos era el tono rubio de su cabello.

Oculto tras su sombrero fedora siguió discretamente a la pareja de rubios. Los vio sentarse en una banca del parque y conversar amenamente. Con una tranquilidad envidiable, Georges sacó su celular y realizó una serie de fotos para luego hacer una llamada muy misteriosas.

—¿Cuqui?

—Sí jefe, diga usted.

—Quiero que me averigues a quién pertenece el coche cuya placa te daré ahora. Una vez que tengas esa información, me la pasas a mi portátil.

—Jefe ¿necesita que la información sea completa?

—Si Cuqui, lo más completa que puedas conseguir en el menor tiempo posible.

Mientras esperaba la respuesta se puso a meditar la manera que usaría para trasladar a una mujer embarazada sin que levantase sospechas.    Ahora que estaba en ese estado no podría usar con ella líquidos fuertes para adormecerla. Tendría que consultar con un muy buen doctor para que al momento de ser obligada a viajar no sufriera graves consecuencias.

Pasó las siguientes horas siguiendo a Candice. Ahora sabía dónde vivía y sonrió al darse cuenta que la anciana llamada Martha vivía con ella.

—Anciana mentirosa. Ya decía yo que me estabas ocultando a la señora Candice, pero todo es cuestión de tiempo y muy pronto ella regresará conmigo.

Observando la información que llegó a su portátil, verificó que el acompañante de Candice era el doctor Anthony Bower; a pesar de no ser ginecólogo, sacó en conclusión que probablemente era su médico de cabecera.   De ser así tendría que tener mayor cuidado con ella al momento de su traslado, pues si su doctor estaba con ella era porque su embarazo era delicado...pero ¿qué doctor muestra tal interés en una paciente cualquiera? ---se preguntaba---   Ciertamente ninguno, eso significaba que la rubia mujer era especial para este señor.

Los últimos meses había estudiado el perfil de todos los choferes que trabajaron en la agencia de encomiendas que usaba el corporativo para el traslado de documentación importante y de miembros de la familia Ardlay. Ninguno de aquellos hombres habían levantado la más mínima sospecha, salvo un nombre, Terence Graham.

Sin duda alguna el expediente del joven Graham estaba siendo estudiado detenidamente en su portátil.   A pesar de no haber encontrado nada relevante en el celular de Dorothy, las crecientes sospechas que tenía con el mencionado joven se fueron acrecentando cuando leyó sobre su traslado a Londres. Ese dato era algo que no lo había comentado con la matriarca Elroy, pues el joven no era ningún advenedizo,  era ni más ni menos que el  sobrino y protegido del señor John Mckenzie. Si bien era cierto que los Ardlay no habían concretado una alianza económica con el señor McKenzie, no era menos cierto que sus relaciones comerciales seguían siendo excelentes. Por ningún motivo iba a levantar una ligera sospecha sobre el joven Graham sin estar totalmente seguro.  De levantar un falso testimonio  contra el joven sería enfrentar a dos fuertes corporativos en una guerra financiera y muy poco conveniente para el clan.   Aunque las pruebas apuntaban al joven Graham, prefirió abstenerse, la realidad era que el señor Mckenzie estaba actualmente a la cabeza de una de las firmas de abogados más poderosas de los EEUU, el bufete Baker-Mckenzie; es decir, una  persona a la que nadie quería tener de enemigo.

Estaba casi seguro que el amante de la pequeña señora Ardlay era el joven Graham, pero ahora comenzó a dudar.    Confirmar que Candice estaba viviendo con la anciana O'brien y ahora verla sonriente del brazo de ese doctor, lo puso a meditar. ¿Sería este doctor el amante secreto de la señora Candice? Según lo que había observado, la señora Candice estaba rondando los siete meses de embarazo, y ese cálculo descartaba por completo al mentado doctor, apuntando todas las sospechas nuevamente hacia el joven Graham; pero al no verlo en escena optó por asumir que los rubios habían sido viejos enamorados y que en EEUU se suscitó algún reencuentro en secreto.

AMOR PROHIBIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora