CAPÍTULO VEINTIDÓS HIJO DEL CORAZÓN

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El cuarto de juegos era un lugar acogedor que Candice había mandado a adecuar para tener a su hija más cerca de ella en esos días donde la jornada laboral era interminable. Los tonos aguamarina y verde predominaban en la estancia, las nubes dibujadas y las mariposas que adornaban las paredes le daba la apariencia de ser un enorme prado listo para la aventura. Lo que realmente llamaba la atención eran  los bellos  colores ocres y naranjas del atardecer que lograban colarse por las ventanas altas diseñadas con ese propósito,  mientras  la suave brisa  mantenía fresca la habitación.

Un canastón repleto de juguetes, el caballito de madera y la pequeña fortaleza de princesas era lo que llamaba la atención de dicho lugar. Una confortable mecedora de pino había sido colocada de forma estratégica a lado de la cama para que cuando la pequeña lo necesitare, sea arrullada de manera cómoda.

La afable voz de la anciana señora Steward tarareaba una tierna canción de cuna mientras la pequeña Sofía era acuñada en su regazo. El suave vaivén de la mecedora y la dulce melodía entonada, provocaron en la niña el sueño más profundo. Sin dejar de mecerla y con voz casi susurrada, Martha preguntaba a Annie, cual era el motivo del alboroto en las oficinas.

—Ahora sí, Annie, ¿me puedes decir qué sucedió?

—¡Ay, abuela Martha!. Si le cuento lo que ha pasado, usted me va a matar.

—Si no me lo cuentas, también lo haré. Ahora dime, ¿qué fue lo que sucedió mientras me fui al doctor?. ¡Por todos los cielos, niña! ¡Solo me ausente una hora!

—Bueno...es que...sin querer... descuidé a la niña por... unos breves momentos; ¡solamente unos minutos! ¡lo juro! y pues...ella se salió de este cuarto.

—¿¡Qué!? ¿¡Qué dijiste, muchacha!? ¡Rayos! ¡En mal momento Dorothy se resfrió!

—¡Shhh, abuela!. Hablemos más despacio. Si alzamos la voz, la niña se puede despertar. Yo se lo cuento todo, solo no me vaya a jalar las orejas.   [carraspeo] Verá, dejé a Sofi aquí durmiendo y me fui a entregar unos reportes a la reunión que tenía Candy con el área financiera, cuando regresé a la habitación ya no la encontré y créame que casi me muero de un infarto. Me puse como loca a buscarla por todo el piso.

—¡Dios santísimo! ¿Y dónde la encontraron?

—¡Ni se lo imagina! ¡Estaba dormida en la oficina del señor Graham!.

—¿Pero..qué hacía ahí? Por lo que Candy me ha contado, ellos aún no han podido hablar sobre la niña.

—Pues...al parecer, Sofi tuvo una pesadilla y salió de aquí para irse a refugiar en la oficina de él, que justamente es la que queda al frente de la de Candy. Abuela, ese hombre estaba en otro planeta con la niña en brazos; y aunque usted no lo crea, Sofí estaba felizmente dormida en su regazo. Fue una escena demasiado tierna.

La anciana sonrió ante aquel relato, no le cabía la menor duda de que Dios siempre escribía recto sobre renglones torcidos, y la prueba era ese curioso encuentro entre padre e hija. Como diría el viejo dicho popular "la sangre llama" y aunque a ojos de todos Sofía era una Ardlay,  estaba el hecho innegable que el verdadero padre de esa niña era Terence Graham.

—Dime Annie, ¿qué hizo mi niña Candy cuando los vio juntos?

—¡Ay abuela! Creo que se le encogió el corazón al verlos abrazados, porque no pudo decir ni una sola palabra, tan solo se quedó estática a lado de ellos.

—Entonces ¿el muchacho aún no sabe que la pequeña es su hija?

—Justamente están hablando de eso en la oficina de ella. [suspiro] ¿Abuela? ¿Usted cree que todo se solucione entre ellos?

AMOR PROHIBIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora