CAPÍTULO VEINTITRÉS UNA TREGUA EN MEDIO DE LA TORMENTA

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Terence miraba esa nota en el piso sin poder creer lo que había leído. Por fin se daba cuenta que la maldad de Susana no conocía límites y era capaz de cualquier bajeza con tal de obtener sus caprichos, tal como era la costumbre de su padre.    Ahora cobraban sentido los continuos arrebatos de Susana en contra de Candice

Aún cuando la ojiverde ya no estaba en sus vidas,  Susana no dejaba de incordiar en su contra, tal cual como lo había hecho el día en el que le reclamó su falta de interés en ella y en retaliación la astuta mujer le enseñó el diario donde se anunciaba al público la noticia de la nueva heredera Ardlay.

Los sentimientos de Terence se mezclaron como si fueran hielo y fuego. En su corazón aún estaba presente aquella molestia en contra de Candice por todo lo que ella había ocultado; no obstante, la culpa comenzó a invadirlo al darse cuenta de lo imbécil que había sido al caer en la manipulación de Susana.

Sabía perfectamente que varios de sus actos pasados no tenían más justificación que su enorme resentimiento en contra de la ojiverde; y eso lo había llevado a cometer una de sus mayores tonterías, su desliz con Susana, dando como resultado el daño colateral para con Candice. Por muy doloroso que fuera, tenía que ser honesto con la mujer que estaba en su delante. Con voz queda, él preguntó

—¿Cuándo te envió esto?

Con la furia en su mirada, la rubia contestó. ---¿Y es que eso acaso importa?

—¡Por supuesto que importa! Susana estuvo día a día, a cada momento susurrando en mi oído infinidad de barbaridades en tu contra para asegurarse que yo no te fuera a buscar.   Mientras a mi me restregaba en la cara la noticia de la nueva heredera Ardlay, a ti te mandaba estas estúpidas fotos que no cuentan la verdad como fue.   La muy...descarada se aseguró todo el tiempo de alimentar mi rencor hacia ti y lo mismo hizo contigo.

El enojo de Candice bajó de intensidad al darse cuenta que aquella espantosa mujer había cumplido su objetivo, llenar el corazón de Terence con todo tipo de resentimientos hacia ella. Ahora entendía el motivo exacto por el cual le había hecho llegar esas dolorosas fotos. Quería que ella no se contactara por ningún motivo con Terence.   ¿Acaso Susana sospechó en algún momento de su embarazo?, quien sabe. Tratándose de esa mujer se podía esperar cualquier cosa.

Con un nudo en su garganta habló de aquel día en el que recibió la carpeta.

[suspiro] —Susana ya me lo había advertido, que sería capaz de lo que sea por tenerte para ella; así que esas fotos solo fueron la confirmación de su amenaza. Cuando me fui de tu lado de la forma en la que lo hice, estaba consciente de que tenías todo el derecho a rehacer tu vida a lado de una nueva mujer que no fuera un manojo de problemas como yo, pero saber que la habías elegido a ella, me desarmó.

¿Sabes?, desde el día que llegué a EEUU mi vida dio un giro enorme. Enfrentar a la matriarca Elroy fue un martirio, y ni se diga con los integrantes de la Junta General que no hacían otra cosa que pedir mi cabeza en bandeja de plata. El día que esas imágenes cayeron en mis manos, mi mundo se terminó por derrumbar, fue un momento devastador para mí, pues estaba llena de problemas y esas fotos fueron la estocada final. Creo que Susana siempre estuvo muy pendiente de mi llegada a EEUU porque las fotos fueron enviadas a esta misma oficina luego de 15 días de haber arribado aquí

—Candy...yo...no...

El hombre no tenía palabras para explicar la culpa que sintió al escuchar el relato de Candice, solo podía hablar con su verdad. Luego de varios minutos buscando las palabras adecuadas, habló.

—Candy... [suspiro] no me quiero justificar por la idiotez que hice al meterme con ella. Solo te puedo decir que estaba en un momento deplorable de mi vida. En mi mente y corazón se quedaron muy grabadas tus duras palabras y eso me llevó a...querer olvidarte de cualquier forma y a cualquier precio.    No tomes mis palabras como una excusa barata, pero jamás pensé que mis decisiones, te fueran a causar semejante daño.

AMOR PROHIBIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora